Ana y Bruno: Locuras imaginadas

Ana y Bruno es el primer largometraje animado de Carlos Carrera, quien te abrirá la puerta a un universo de fantasía, donde aprenderás de la búsqueda y del gran impacto que las personas tienen en nuestras vidas.

Por Ana Lucía Altamirano

¡Oye, tú! Sí, el que lee… ¿Hace cuánto que no hablas con tu amigo imaginario de la infancia? Seguro tuviste uno. ¿A poco no oíste alguna vez decir que estábamos todos locos porque hablábamos solitos? Entonces también sabrás que no eras el único y que por momentos esa fantasía te llevaba a un mundo real y casi tangible, como ocurrirá cuando conozcas Ana y Bruno, pues esta película es mucho más que animación y traspasa la línea de la fantasía, en un ambiente que huele a México.

Ana y Bruno es el esperado primer largometraje de animación del director Carlos Carrera, cuyo nombre retumbó cuando en 1994 se hizo acreedor a la Palma de Oro del Festival de Cannes por su cortometraje animado El Héroe, para luego llenarnos de realidad y controversia con filmes de acción real como El crimen del Padre Amaro (2002) o El traspatio (2009), sin dejar de mencionar trabajos como La mujer de Benjamín (1991) y la maravillosa De la Infancia (2010).

Con esos antecedentes y el exhaustivo y minucioso trabajo que Carrera ha mantenido a lo largo de su carrera, la expectativa de este primer gran trabajo de animación no puede ser menor. Y es que la calidad de historias que el cineasta ha tomado en sus manos para transformarlas en guiones y llevarlos a la pantalla grande siempre tienen varias capas, te hacen analizar y pensar, además de sorprenderte con una rebeldía que no cualquier cineasta tiene.

Basado en la novela Ana de Daniel Emil, Ana y Bruno gira en torno a una niña que, ayudada por amigos peculiares, escapa de una institución mental para buscar a su padre con el objetivo de salvar a su madre y reunir a su familia. De esta forma se delinea una historia profunda pero dispuesta para que el público se divierta, como lo harán los más jóvenes (y no tan jóvenes) al descubrir el mundo de criaturas extraordinarias que acompañan a Ana, empezando por el travieso y verde Bruno, quien te tomará con sus dedos largos y ojos vivarachos para no soltarte en medio una ráfaga de energía y locura.

Pero al mismo tiempo, la cinta tiene la capacidad de lanzar flechas profundas para que los adultos se vean envueltos en reflexiones sobre las pérdidas, la memoria y la esencia que dejan en nosotros las personas que conforman nuestro universo importante. Ahí es cuando uno debe dejar los prejuicios de adulto y soltarse a descubrir esta historia que seguramente los niños tomarán con gran naturalidad a pesar de que remarca temas fuertes y poderosos para el ser humano.

“Sí hay temas complicados; muerte, amistad, familia, relaciones y apariencias. Tiene muchas cosas, la relación de los amigos, del niño con Ana, del padre, la locura, el que cree que tiene la verdad… Pero lo que más me concernía es lo relativo al afecto y a la memoria. Tuve discusiones sobre si era un trabajo sobre el duelo y sus etapas pero no, no es lo que yo quería. Lo que me interesaba era la presencia de lo que la gente deja en nosotros, el impacto de alguien en otro”, señala Carlos Carrera en entrevista para Cine.

Tan sutil como el viaje en coche con el que arranca la película y en el que natural pero sorprendentemente vemos paisajes realmente mexicanos, con un cielo, unas plantas y caminos totalmente nuestros, Ana y Bruno te enreda en el drama de una niña, te enfrenta a la autoridad de un doctor psicótico y, de un momento a otro, te hace reír al presentarte a cada una de las criaturas con las que, por más extrañas que sean, el público también puede identificarse sin invocar a los recurrentes clichés.

Ese ambiente se logra valorando lo que tenemos: es una historia universal, no una folklórica con calaveritas de azúcar; porque siempre hay la tentación, con nuestras tradiciones tan ricas, de atiborrar de lo mexicano. Pero aquí no. Tenemos una historia que puede pasar en cualquier lugar del mundo pero si ves el tipo de pueblo, la arquitectura, el paisaje, la carretera sí dices esta es la Sierra de Oaxacay eso se hace poniendo los ojos en México, en nosotros, afirma Carrera a fin de resaltar que es una película mexicana en todos los sentidos, pero sin alzar la bandera en un gratuito afán nacionalista.

Ana y Bruno: Carrera de resistencia

Luego de su estreno mundial en el Festival Annecy, en Francia, y una aclamada premiere nacional durante el cierre del pasado Festival Internacional de Cine de Morelia, que levantó buenos comentarios y aplausos de pie, el filme llega a ahora a la pantalla grande con la primera intención de ser una propuesta para toda la familia, divertida y con una lectura a diferentes categorías.

Quería que no fuera aburrida, que tuviera todos estos niveles para que le pudiera gustar a los niños chiquitos, con personajes de muñecos tiernos, pero con otros que llegaran a jóvenes y también a los adultos, con otros niveles de profundidad de la historia, advierte el realizador.

Es así como la novela de Daniel Emil tomó movimiento gracias a la participación de Flavio González Melio y la producción de Pablo Baksht, Alex García, Mónica Lozano, Fernando De Fuentes y José C. García de Letona. Pablo me preguntó que si quería hacerla y de ahí le fuimos agregando cosas y empezamos a darle cara de animación. Empezamos a sumarle lo que no se puede escribir, sino lo que se tiene que dibujar, y así fue creciendo, agrega Carrera.

El cineasta además explica que, a pesar de que fue un trabajo que tomó mucho tiempo, y luego de un paro por falta de presupuesto, el tratamiento de la cinta fue normal al hablar de un extensa labor de animación. “El proceso general sí fue largo pero la película en sí no. Empezamos a hacer un piloto en 2009, la producción de la película comenzó en 2010 y se terminó en marzo de 2016. Hubo dos años en donde no hicimos nada porque no había dinero, así que el proyecto tardó cuatro años y medio y no 10, como dicen; desde que empezó la historia sí, pero fueron cuatro años de trabajo efectivo más la preproducción”, aclara.

Universo imaginario

Hacer una película de animación como Ana y Bruno desde cero implica un trabajo muy arduo. Además de ir alimentando el guion, éste mismo crece y se complica mientras se da vida al mundo que habitará y a los personajes que nacen con la propia historia, más allá de todas las manos que tienen que intervenir para crear no sólo un paisaje, mover las hojas de un árbol o un coche, sino dar expresión a cada una de las figuras y vaya que aquí hay emociones.

Es el arte de la animación. Animar quiere decir dotar de alma, de vida, y a partir de algo que no existe tienes que crear, no es mover un muñeco, es darle un carácter, una personalidad, argumenta el cineasta que coordinó un equipo tanto en México como en la India para que se terminara Ana y Bruno sin perder esencia.

En México éramos como treinta y tantos, y luego se replanteó la producción en la que entraron Mónica Lozano y Alejandro García. Con Anima Estudio de intermediario, se contrató a un estudio en India para acabar la cinta pero siempre coordinado por un equipo en México y la supervisión de animación hecha por mexicanos, se fueron allá varios valientes. Al final es mucha gente trabajando: un animador en la India termina haciendo unos pasos de la niña que se empezaron aquí años antes, todo es coordinación”, explica.

Con un gran enfoque en los detalles es que el director logra sorprenderte al sumergirte en una atmósfera conocida más allá del tiempo; te permite identificarte con los personajes y un lenguaje en el que no se exagera, sino que se humaniza; aún pronunciado por seres de colores y características nada habituales.

El cielo es como nuestro cielo. Hay una tendencia en el cine mexicano en donde está todo padrísimo pero no parece México, como ocurre en las comedias románticas y es como una realidad de telenovela, no se parece a lo que vivimos; así que lo más normal y lo más sano es hacerlo más cercano a nosotros porque dices ‘sí parece película mexicana, y lo es, continua el director.

La música del michoacano Víctor Hernández también aporta a este universo haciéndolo entrañable en cada momento y no hace más que enriquecer a la narración, en donde el contenido se vuelve una poderosa arma que tomó forma luego de grabar las voces de cada uno de los involucrados, como Silverio Palacios (Bruno) o Regina Orozco (elefanta Rosi), cuyo trabajo vocal quedó registrado aproximadamente siete años atrás.

“Sólo tienes la voz y no así la expresión corporal y creo que se trató de hacerlo simple, porque es animación no caricatura. Hay otros filmes donde hay estridencia, pero aquí no, y cada cual está en su forma, dijo Regina Orozco, quien se conmovió hasta las lágrimas al ver el resultado final durante la proyección en el FICM.

Es hermosa, no sobra ni falta nada, es una película muy profunda, es una clase maestra para la familia, para los hijos. Para los niños es otra manera de ver conceptos de muerte y de locura, y que nos demos chance de platicar con nuestros amigos imaginarios, porque el prejuicio de que la locura es según quien lo vea. Aquí está la manera en que ven la despedida por la muerte; los paisajes y la belleza de México se nota, está plasmado”, agregó la también cantante.

Escucharás voces

La aventura es ingrediente principal en este relato, que desde el inicio te toma con emociones fuertes y sin darte tregua va presentándote a los personajes que acompañan a Ana mientras ella busca a su padre. Para hacerlo mucho más real, el director decidió que las voces de los niños (Ana y su amigo Daniel) fueran hechas justamente por menores y no por adultos intentando ser pequeños estarás libre de casos como el de Penélope en Ralph, el demoledor, lo prometemos. Su fórmula dio resultados, pues la naturalidad lograda por Galia Mayer (Ana) y Daniel Carrera (Daniel) es innegable.

Yo me acuerdo que cuando hice el personaje apenas sabía leer y eso lo hizo mucho más difícil, entonces todo me lo decían, me explicaban si se trataba de tristeza y cómo me sentiría creando emociones, entonces me lo ponían de una manera que yo entendiera, haciéndome imaginar y provocando ese sentimiento. Tenía siete años y así se volvió genuino porque cuando me tenía que reír realmente me reía, me contaban chistes y así”, explicó Galia, luego de la proyección en Morelia, a sus 14 años de edad.

El proceso fue muy parecido para Daniel, cuyo personaje se convierte en un aliado para Ana en su travesía, y quien otorgó al personaje la calidez de un niño pero al mismo tiempo la madurez a palos de un infante al que la vida no se la ha puesto fácil.

Fue muy alivianado, nos dirigieron muy bien sabiendo que éramos niños y lograron que sacara lo mejor que pude hacer porque a veces se exagera en animación, pero aquí no”, declaró Daniel Carrera, quien luego de siete años se enfrentó también a escucharse en la cinta terminada, a la que ahora entiende mucho más” y pone énfasis en las temáticas que maneja.

Recomiendo que la gente vaya a ver la película. Yo no sé nada de nada, pero a veces se me hace absurdo porque, ¿por qué cuando cumples 18 años puedes entender súbitamente la muerte y las cochinadas” (ríe)? Lo deberían controlar los papás. Creo que esta película es para el público infantil y tiene lo que ellos quieren ver: un montón de personajes rarísimos con unos diseños padrísimos; es una historia nueva que no se parece a nada.

Pienso que a los niños los protegen mucho pero en realidad aguantan mucho más de lo que uno cree. Esta cinta no es difícil, puede ser rara y abarcar muchos temas, pero está hecha para los más chicos de casa. No deben protegerlos de esas emociones, sino hay que dárselas y esta película está diseñada para eso y para ellos, declara con firmeza el ahora joven recién cumplió la mayoría de edad.

Grandes actores se integraron a la cinta, tal es el caso de Marina de Tavira para ser Mamá de Ana, Damián Alcazar como Papá de Ana y Héctor Bonilla como el villanísimo Dr. Méndez. Pero además de Bruno, Rosi y Daniel, toda una pandilla sigue a Ana en su aventura.

En el guion original, esa banda participaba al inicio de la historia y nada más. Después decidí que estuvieran toda la película y debían ir al viaje para la reunión de la familia, y surgieron chistes y cosas así y había muy poquitos: Bruno, la rockola, la piñata, había una sombra que no pudimos hacer porque era animación 2D y era complicadísimo. Luego ya los demás fueron inventos; el que camina de cabeza, el changopulpo, el reloj, todos esos son tradiciones mías en los que interviene el diseño físico en los personajes, es decir, yo los dibujé y les añadimos características físicas”, señaló Carrera.

Así, artistas como Mauricio Isaac dan vida a Tic, Alejandro Villeli a Roque, Julieta Egurrola a Martita, Ricardo Esquerra a Hugo, Sofía Álvarez a La viuda negra o Norma Angélica a Martita, además de la risa de Carlos Cobos. Todo funciona para generar una obra digna de aplaudirse y disfrutarse, pero sobre todo para sentir la energía de la animación, de una gran historia, la hermosa locura de los personajes y las experiencias de un camino nuestro con una película para niños que toca a los adultos, como lo dijera certeramente Regina Orozco.

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