Obra maestra Cine: Betty Blue (37º2 le matin)

La obra que define redonda la idea de “película francesa” con noches de amores incipientes: Betty Blue(37º2 le matin).

Por César Hernández

Lo que nos ocurre con el cine es que éste nos cambia. Si lo permitimos, las cintas forman nuestro pensamiento nos condenan a pasar los días bajo su verdad de 24 mentirosos cuadros por segundo.

“¿No puedes ver una película sin volverte loco?”, me decía mi madre, proveedora principal de ese cine que delineó mi filtro para observar la realidad.

En 1987 mi calle tuvo la alegría e la llegada de un Videocentro y, como mi mami no me dejaba salir a la cuadra jugar, durante la secundaria vi todos los filmes que llegaron a ese videoclub… dos veces. Una de ellas fue Betty Blue, que tenía todo para cambiarme la vida y fue ella quien me trajo hasta aquí.

Betty Blue (37º2 le matin) es el título de este himno al amor. Yo no sabía nada al respecto y seguro era aún muy inexperto como para que me deleitaran como dios manda las tremendas escenas sexuales que la película ofrece. Ahora me conmueven terriblemente, pero es ese el efecto que Betty Blue provocó en mi manera de ver en general.

De 1986, dirigida por Jean Jacques Beineix, basada en la novela de Philippe Djian y con los extraordinarios Jean-Hugues Anglade y Béatrice Dalle, Betty Blue —cuyo título original en francés alude a la temperatura del cuerpo de una mujer ovulando, muy francés para mí— fue nominada al Oscar como Mejor película extranjera.

La historia podría ser bastante simple, y ese fue el problema. En mi corazón adolescente todas las relaciones debían ser de película francesa (aunque sólo pensaba en esta película francesa). Y así fueron.

Zorg (Anglade) es un sujeto de lo más agradable, fácil de llevar, contento con su vida, pleno y radiante. Trabaja como jefe de mantenimiento en una pequeña comunidad de casitas a la orilla del mar, cerca de Narbonne, en Francia. No tenía mucho al parecer, pero era feliz.

A su vida llegó entonces Betty (Dalle), una mujer mucho más joven que él y quien, una semana después de conocerse y luego de acostarse juntos todos los días durante ese lapso, una mañana se apareció con maleta en la casa de Zorg para alegrarle la existencia de tener con él a su amor, uno que de inmediato mostró la volatilidad de su carácter.

A la menor provocación, Betty lanzaba todos los objetos de la casa por la ventana mientras el bueno de Zorg sólo observaba, amoroso y compasivo. Un verdadero rol model para cualquiera.

Betty descubre, en uno de sus exabruptos, una serie de libretas con una novela escrita por Zorg y, a partir de ese momento, que lo publiquen se vuelve su obsesión. La hermosa joven “captura” en una máquina de escribir la obra de Zorg y la manda a un sinnúmero de editores para que lo pongan en las librerías.

Mientras la vida va, la pareja se aloja con una amiga de ella y convive con su novio, dueño de un restaurante italiano. Los arranques de Betty empiezan a preocupar a Zorg, porque la violencia domina el pequeño y hermoso ser que él ama irremediablemente.

Dos memorias para siempre me deja Zorg: de un lado, un hombre desnudo en la cocina, escribiendo de noche, y al terminar una hoja le prende fuego en la estufa y la coloca en el fregadero para apagarla con el agua. Por otro lado está el profundo amor que siente por su pareja, el cual no lo ciega ante la violenta locura que la domina y que parece empeorar, pero que bajo ninguna circunstancia Zorg es capaz de juzgar.

La trama está narrada en un simple estilo francés. Los eventos suceden cotidianos frente a nosotros pero transformados en extraordinarios por una cámara que sabe que no retrata caras ni cuerpos, sino espíritus que bailan al son de un soundtrack perfecto y azul, permanentemente azul.

Zorg empieza a compartir la locura de Betty, aunque para matizarla, darle perspectiva y, en cierto modo, para cercarla y tratar de controlarla.

Betty es la naturaleza: inclemente, voraz. Zorg era la simpleza serena de la paz, de él provenía el verdadero amor y no de ella. Para el niño que yo era, Betty era todas las mujeres y el amor era una película francesa. Yo tenía que ser Zorg y escribir y sostener la locura con mis débiles manos. Cuando la locura de Betty se sale de control, la compasión de Zorg se desborda. Cuando la locura de Betty es una espiral en picada sin remedio, el acto más grande de amor sólo puede ser la muerte; pero nadie ama tanto… ¿o sí?

Sólo Zorg ama tanto. Sólo Betty merece ese final.

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