Dolor y gloria, una declaración de principios de Almodóvar

Con Dolor y gloria, el realizador manchego Pedro Almodóvar nos entrega un retrato íntimo a través del análisis de su profesión.

 

Director: Pedro Almodóvar

Actúan: Penélope Cruz, Antonio Banderas, Leonardo Sbaraglia

Duración: 113 minutos

★ ★ ★ ★ ☆

 

Sinopsis

Salvador (Banderas) es un cineasta al que conocemos en su ocaso, cuando sus decisiones del pasado y las del presente empiezan a cruzarse y a derrumbar todo a su alrededor.

 

No cabe duda que el célebre Pedro Almodóvar decide sumergirse en los sinuosos parajes de la autodeconstrucción en el momento más adecuado de su vida creativa. Ese que le permite encontrar la lucidez necesaria para enfocar sus pasiones y elaborar un relato de irresistible elocuencia emocional y casi total entrega personal. Un relato capaz de atrapar tanto a los incondicionales del director de joyas como Mujeres al borde de un ataque de nervios (1998) y Todo sobre mi madre (1999), como al publico que simplemente disfruta del drama revestido de evocación, exento de excesivas pretensiones intelectuales, pero sobre todo conmovedor.

Y es que a pesar de que se presenta como un fascinante juego narrativo con espíritu teatral y sabor a bohemia, de saltos temporales e historias dentro de las historias, que se nutre de ese punto en donde lo simple de la vida se mezcla con el arte, salpicado de mustias referencias a una filmografía que siempre ha estado acompañada de las críticas más variadas y cierta polémica, Dolor y gloria nunca cae en los regodeos y se convierte en una seductora y sutil catarsis que, en contraste, seduce con una deliciosa y casi poética parsimonia.

Para ello, Almodóvar cuenta con un Antonio Banderas como el cómplice ideal. El actor, con todo el oficio del mundo, interpreta al director Salvador Mallo, álter ego del realizador manchego.

Mallo está en pleno ocaso de su carrera y lejos de los reflectores, consumido por sus manías y circunstancias médicas —dolores de columna, migraña— que han redundado en adicciones nuevas y viejas. Aunque sigue creando en la intimidad de su casa, donde recuerda los momentos y personas que marcaron su vida.

Entre sus memorias aparece la amistad interrumpida con un actor y un antiguo romance, arrojando con cada paso frases contundentes que develan la muy particular interpretación de Almodóvar ante conceptos como la redención dentro del amor o el cine como salvación.

Se trata de una puntual declaración de principios. Es cierto que se nota cierto recato hacia las partes más álgidas durante la etapa adulta del personaje, buscando protegerse detrás de cierta sobriedad. Pero ese es un detalle menor comparado con la generalidad del retrato, que respira con ciertos toques de humor e incluye una sensible recreación de la España de la dictadura, a través la ingenua mirada que guía la etapa relacionada con su infancia.

Mención aparte merecen los pasajes que van dimensionando la relación del protagonista con su madre, interpretada con una encantadora honestidad, primero por Penélope Cruz y luego por Julieta Serrano. Con momentos que pasan de las implicaciones de la conciencia y aceptación del sacrificio a la idealización agridulce que arroja luz sobre el costo del crecimiento y de la libertad.

Veredicto

Dolor y Gloria es un autorretrato sofisticado pero honesto en el que la ficción juega a vestirse de realidad y viceversa. La cinta muestra el lado más humano del cineasta a través de la exposición de la orfandad de sus sentimientos, los cuales en su trayecto mundano encuentran el refugio y la soledad en el hecho creativo. Un Almodóvar con ojos nuevos para verse a sí mismo.

Por Jesús Chavarría

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