‘Lolo, el hijo de mi novia’: Julie Delpy casi supera el reto












Violette (Julie Delpy), una parisina que trabaja en el mundo de la moda, ha tenido pésima suerte en el amor desde que enviudó. Jean-René (Dany Boon), un técnico informático de provincia, se divorció luego de 20 años de matrimonio. Cuando los dos se conocen y empiezan a salir todo marcha de maravilla, hasta que llega el momento de afrontar al hijo de ella, Lolo (Vincent Lacoste).

Jugar a la triada no es el mayor reto de Julie Delpy en este film, pues realizar al mismo tiempo el rol de directora, guionista y actriz es algo que ya ha logrado con decencia en anteriores trabajos como 2 Días en París (2007) y La Condesa (2009). Parece que el desafío en Lolo, el Hijo de Mi Novia es, más bien, darle un tono diferente a un tema que suele abordarse en el cine con dramatismo, oscuridad o incluso horror, el complejo de Edipo. Delpy optó por la comedia para contar la manera en la que un joven hace hasta lo imposible por alejar a cuanto hombre se le acerque a su “mamita”. 

La cineasta nos acerca al caso cuando Violette (la misma Delpy) conoce a Jean-René (Dany Boon), ella es una mujer citadina que se codea con la crema y nata de la moda y él un hombre de provincia que se muda a París para probar suerte con un programa informático que le ha tomado años desarrollar. La madurez de ambos les permite hacer a un lado –casi siempre– las diferencias de sus contextos pero hay un elemento con el que no contaban, el hijo de Violette. 

 

Los días melosos de la pareja empiezan a perder dulzura cuando Lolo (Vicent Lacoste) invade una noche la cama de su mamá –¡sí, la cama!–. Al inicio parece que sus malas caras y travesuras por debajo del agua son sólo el eco de sus celos, pero gracias a las secuencias que sugieren la fijación del joven por su madre, como cuando acaricia libidinosamente los huevos tibios que le acaba de preparar, entendemos que se trata de algo más complejo.

No hay de qué preocuparse, el personaje de Lacoste no está tan desquiciado –aún– como para vestirse con la ropa de su madre y atacar a alguien en la regadera. Aunque las tácticas adolescentes del protagonista tienen una intensión lastimosa, resultan en situaciones chuscas y es así como la directora procura darle identidad a su película en un tema que tiene bien trabajado (incluso acaparado) otro realizador francófono, Xavier Dolan.

Las acciones de Lolo adquieren dimensiones mayores gradualmente; pasa de hacer comentarios sarcásticos a llenar con polvos pica pica el closet del galán de su mamá, y eso es poco. Pero no es por lo que dicta el guión que nos tragamos la arrogancia y desdén del tipo, si sus diálogos mal intencionados provocan que nos den ganas de saltar a la pantalla para darle unas cuantas cachetadas es gracias al trabajo de Lacoste. A veces son exagerados sus gestos, pero cada mirada y sonrisa tipo Mi Pobre Angelito provocan que el “conejito de los Alpes” caiga de nuestros cabales. 

Desafortunadamente, la película es menos sólida que la pareja protagónica y no soporta los efectos del huracán Lolo: el chiste se desgasta rápidamente y la forma en la que subestima la inteligencia de Violette y Jean-René –¿en serio no se dan cuenta de que todo es provocado por el niño mimado?– debilita la credibilidad de la trama. Pese a eso, nos mantenemos al tanto de lo que ocurre en la pantalla sólo para saber cuál será el siguiente golpe de Lolo.

VEREDICTO
Una película ágil y divertida. Lolo terminará cayéndote mal, pero todavía no está listo para hacerle el quite a Norman Bates