Un vistazo a ‘The Great Dictator’, de Charlie Chaplin

Charlie Chaplin y Adolf Hitler nacieron en la misma semana de abril de 1899. Pero, como mencionan los créditos iniciales de esta atrevida sátira, «cualquier parecido entre Hynkel, el dictador y el barbero judío es pura coincidencia». Era una arma penetrante de doble filo, ya que no solo el Reich había prohibido las películas de Chaplin bajo el error de que era judío, sino que también persistía el rumor de que el propio Hitler era de extracción semítica.

La película de Chaplin sin duda alertó plumas en Alemania, con el cónsul George Gyssling escribiendo al «guardián moral de Hollywood», Joseph Breen, para que el proyecto se anulara cuando se anunció en 1939. Sin embargo, se afirmó más tarde que el Führer había importado una copia de Portugal y lo había visto dos veces. Su reacción nunca fue registrada, pero una de sus manos derechas, Albert Speer, afirmó que la personificación de Chaplin de los gestos de Hitler era extraña.

Siete años después de su lanzamiento, The Great Dictator metió a Chaplin en más problemas cuando su antiguo amigo y alguna vez simpatizante comunista Konrad Bercovici lo demandó por $ 5 millones de dólares por plagiar su idea original. Chaplin esquivó la demanda entregándole $ 90,000, aunque siempre insistió en que el productor Alexander Korda había sugerido una comedia por su similitud con Hitler en 1937 y jamás habría robado alguna idea de otro colega.

Además, es difícil pensar en alguien más ideando negocios tan cómicos y profundos como lo hacía Chaplin. El discurso final, en el cual el barbero apela a la paz mundial, también fue Chaplin en todo su esplendor, aunque, cuando terminó, el propósito principal de la película era sacar a los Estados Unidos de su letargo aislacionista para combatir la amenaza que representaba el fascismo.

La película obtuvo una crítica mixta, pero recibió cinco nominaciones al Oscar. En la actualidad el filme sigue siendo divertido y conmovedor, con Chaplin sobresaliendo en su doble papel, mientras que fue magníficamente apoyado por Henry Daniell como Garbitsch, Billy Gilbert como Herring y Jack Oakie como el bombástico competitivo Napolini.

Aunque el humor de Charlie Chaplin puede ser «poco divertido» en tiempos modernos (es decir, la actualidad, no su más famosa película) hay momentos de grandeza, como la notablemente graciosa rutina de malabarismos de globo de Charlie o sus ademanes imitando al terrible nazi de la Segunda Guerra Mundial.

Con todo y la comedia, la acción y el elenco que hizo posible esta película, lo más destacado es el discurso final; se trate de un barbero, de un héroe de guerra o de una persona común, no hay nada más devastador para la audiencia que un hombre mudo te deje sin palabras. Fue aquí cuando Charles hizo a un lado el silencio y habló, tal vez por primera vez, desde el corazón.

 

Por: David Parkinson.