‘Spider-Man’ de Sam Raimi: 5 lecciones para el cine de superhéroes

El cine de superhéroes, como el masivo fenómeno de la cultura pop que conocemos hoy, ha estado con nosotros por cerca de dos décadas. Pero antes de eso, hubo un tiempo en el que su viabilidad estaba en duda (después de Batman de Tim Burton, las dos películas de Joel Schumacher sepultaron la franquicia por casi una década). Los primeros años del siglo XXI nos trajeron la adaptación de X-Men de Bryan Singer en el 2000, además de Spider-Man de Sam Raimi en 2002. Las aventuras cinematográficas de héroes enmascarados no han hecho más que proliferar desde entonces.

Podemos estar de acuerdo en que el éxito de éstas (junto con Batman Begins, de Christopher Nolan en 2005) fueron el catalizador para las grandes franquicias cinematográficas de hoy. Pero también hay motivos por los que estos filmes no sólo fueron exitosos, sino que son ampliamente recordados como las mejores iteraciones de sus respectivos personajes en pantalla.

En su momento, Sam Raimi era más conocido por los clásicos de culto The Evil Dead (1981) y Darkman (1990), antes de ser elegido para llevar a Peter Parker a la pantalla grande. Muy al modo de Tim Burton con Batman, se trataba de un director con una muy particular visión que, hoy sabemos, brindó un toque único a su franquicia cinematográfica.

 

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Incluso si no han envejecido muy bien en el apartado de efectos especiales, hay mucho que el actual cine de superhéroes puede aprender del “viejo” Spidey. A continuación, cinco lecciones que nos dejó la saga de Spider-Man de Sam Raimi:

 

1. Un gran poder…

Comenzamos con la lección principal, pues ésta es la base de todas las otras. Y no, no se trata sólo de mostrar la trágica muerte del tío Ben (Cliff Robertson) con lujo de detalle, aunque algo tiene que ver con ello.

“Un gran poder conlleva una gran responsabilidad” es la frase que ha definido a Spider-Man desde su primera aparición en las páginas de Amazing Fantasy #15, de 1962. Enunciada por Ben Parker en la película de 2002, condensa el corazón del conflicto que atraviesa Peter Parker (Tobey Maguire) a lo largo de toda la franquicia: el deseo de estar con quienes ama, enfrentado a su deber moral de proteger a los inocentes, incluso si eso viene a costa de sus deseos personales.

Claro que hay problemas con la saga de Spider-Man de Sam Raimi en este sentido. Por ejemplo, Mary Jane (Kirsten Dunst) es, en su mayor parte, reducida a un mero accesorio y objeto de deseo para el protagonista (aunque varias películas de superhéroes actuales tampoco lo hacen mucho mejor). Sin embargo, el conflicto interno de Peter es realmente palpable. Podemos sentir su añoranza por dejar su vida de superhéroe atrás para estar con Mary Jane (o MJ). Esto es magistralmente encapsulado por el enfrentamiento entre Spider-Man y Green Goblin (Willem Dafoe) en el puente.

 

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Como comparación, tomemos a la “otra” MJ, Michelle Jones (Zendaya), del Universo Cinematográfico de Marvel (MCU). Aunque sin duda es de un personaje femenino mucho más interesante e independiente, su relación con su Peter Parker (Tom Holland) pasa a segundo plano contra todo lo demás. Todo sea por el guiño a la próxima película de la franquicia, o sentar las bases para la siguiente película de Avengers.

Lo que nos lleva al segundo punto…

 

2. Menos es más (consecuencias reales)

El Spider-Man de Sam Raimi existió mucho antes de las grandes franquicias cinematográficas interconectadas como el MCU. Este Peter Parker no tiene conocimiento de ningún Tony Stark, Capitana Marvel o Los Vengadores, porque no existen en su universo. Es, simplemente, el “amigable vecino Spider-Man”.

Para los fans de los cómics, sin duda es un sueño hecho realidad ver a Spidey volando colgado del Mjolnir de Thor, usando la armadura que le dio Iron Man, para llevar el Guantelete del Infinito lejos de Thanos. Pero en lo que respecta a una historia con sólido impacto emocional, ha sido mejor mantener los conflictos de Peter Parker en la Tierra… y en lo terrenal.

En las películas de Raimi, vemos a Peter luchar contra el crimen mientras hace malabares con la universidad y dos trabajos… para apenas poder pagar la renta de un departamento destartalado. Su mano en la muerte del tío Ben trae consecuencias tangibles en la relación de Peter con la tía May (Rosemary Harris). Su enfrentamiento con Green Goblin/ Norman Osborn tiene inevitables implicaciones para la relación con su mejor amigo, Harry Osborn (James Franco).

 

Y hablando de los Osborn…

 

3. Villanos multidimensionales

Una de las principales quejas alrededor del actual cine de superhéroes, es lo olvidables que pueden ser sus villanos. Con las notables excepciones de Loki (Tom Hiddleston) o Joker (Heath Ledger), la mayoría de los antagonistas van y vienen para ser golpeados por el héroe en turno, sin apenas dejar marca alguna en nuestras memorias. ¿Alguien recuerda a Ivan Vanko, o a Malekith? ¿Qué tal Hades o Kaecilius?

Hay dos razones por las que los villanos de Spider-Man de Sam Raimi lograron dejar huella. La primera es que tienen algún vínculo personal y cercano con el protagonista. Su archienemigo es, trágicamente, el padre de su mejor amigo. Otto Octavius (Alfred Molina), mentor a quien admira, es llevado a la locura por su fracaso, su ambición y sus propios inventos. Incluso si Spider-Man 3 cometió el fatal error de incluir a demasiados antagonistas, todos ellos lo implicaron en un ciclo de venganza muy personal. En resumen: Spider-Man tenía mucho que perder al enfrentarlos, pero era inevitablemente obligado a hacerlo.

Claro, podría decirse que, en el MCU, ambos Adrien Toomes (Michael Keaton) y Quentin Beck/ Mysterio (Jake Gyllenhaal) tienen cierto vínculo personal con su respectivo Spider-Man. Sin embargo, estos villanos son producto del mundo post-Vengadores, más preocupados con sus vendettas personales contra Tony Stark. Peter es sólo el héroe que casualmente estaba ahí para enfrentarlos.

La segunda razón es que estos personajes tenían varias capas, más allá de sus malvados planes personales. Osborn era afligido por su tensa relación con su hijo y por perder el control de su propia compañía. Octavius, incapaz de lidiar con su fracaso, optaba por adoptar la vida criminal para terminar lo que había iniciado en honor a su esposa. Hasta en Spider-Man 3, comprendemos la culpa y motivaciones de Sandman (escenas como la de su nacimiento tienen una emotividad que ya no se ve en el cine de superhéroes).

 

En resumen, estos villanos eran personas reales con trágicas implicaciones en la vida del protagonista, más allá de caricaturas para darle a éste algo que hacer.

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4. El saludable equilibrio: sin miedo al ridículo

Sí, podría sonar a que todo era tragedia con el Spider-Man de Sam Raimi. Pero no, pues de hecho, otra de sus grandes virtudes fue abrazar la comedia hasta en sus elementos más absurdos. Con Spider-Man 3 le salió el tiro por la culata de manera catastrófica, pero ese ya es otro tema.

Para tragedias está la saga de The Amazing Spider-Man, con sus aspiraciones nolanescas que más se parecían a todo lo que toca Zack Snyder. En el lado contrario del espectro está el MCU, en el que cualquier catástrofe global ve su impacto minimizado entre broma y broma. El Spidey de Raimi está en un saludable justo medio. Y no, esto no tiene que ver únicamente con los graciosos cameos de un exasperante Bruce Campbell, la estrella de The Evil Dead.

 

Algunos las aman y otros las odian por ello, pero las películas de Raimi no temen abrazar incluso los aspectos más absurdos del hecho de que están contando la historia de un hombre que se columpia por Nueva York en mallitas. Incluso cuando se trata de los villanos, el director obtiene actuaciones que son gloriosamente exageradas. Ésta es precisamente la razón por la que Willem Dafoe logra trascender la horrenda y limitante máscara de Green Goblin. Sus mejores momentos son, de hecho, los soliloquios que sostiene cuando no la tiene puesta.

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5. La marca autoral

Ya mencionábamos arriba que Sam Raimi es conocido por sus contribuciones al cine de culto con la saga de The Evil Dead que, a su vez, tiene muchas de las marcas estilísticas vistas en su filmografía posterior, incluida la trilogía de Spider-Man. Son precisamente estos sellos los que le imprimen un toque distintivo a su Spidey, tal como Burton se lo dio a su Batman.

No hay mejor ejemplo de ello que la secuencia del hospital con Doc Ock en Spider-Man 2. Al emular sin moderaciones la atmósfera de una de sus películas de terror, no sólo la película se vuelve de Sam Raimi, sino que se exalta cuán peligroso y brutal es Doc Ock en realidad. El filme sólo se beneficia del estilo de su director, quien recurre al horror exagerado (hasta cierto punto caricaturesco) y marcas como el punto de vista subjetivo de la entidad maligna.

 

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De nuevo con pocas excepciones como la de Nolan, el cine de superhéroes actual encaja en franquicias que aspiran a la uniformidad, pero no hay razón por la que no pueda beneficiarse de permitir a los autores cinematográficos cierta libertad.

Es bien conocido el caso de Ant-Man (2015), que originalmente tuvo por director y coguionista a Edgar Wright (Baby Driver, Scott Pilgrim vs. The World). El cineasta británico fue eventualmente despedido por diferencias creativas con Marvel Studios y reemplazado por Peyton Reed. Y aunque no queda mucha evidencia clara de cuáles fueron sus contribuciones específicas al producto final, su humor es tan característico que la influencia es muy notoria. La película protagonizada por Paul Rudd tiene sus mejores momentos en dichas instancias.

 

Bonus: La música

Con la excepción de Wonder Woman (2017), The Dark Knight Trilogy de Nolan y las cuatro entregas de Avengers, ¿puede alguien recordar una película de superhéroes con un tema musical inmediatamente identificable?

La respuesta muy posiblemente será que no, y no es casual: las actuales franquicias de superhéroes apuestan tanto a la homogeneidad que llegan a caer en lo genérico. Esto puede notarse fácilmente en la música, que bien puede ser efectiva para transmitir las emociones de la acción en pantalla, pero sin jamás destacar más allá de cumplir su función.

Spider-Man de Sam Raimi contó con composiciones originales de Danny Elfman (Edward Scissorhands), y su tema principal encapsula los aspectos trágicos y heroicos del protagonista. El cine de superhéroes actual rara vez apuesta a la distinción aunque sea en el plano musical, pero no le haría absolutamente ningún daño. Todo lo contrario.

 

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