Cine mexicano de terror: 10 décadas, 10 películas

Desde la llegada del cinematógrafo, los directores se han obsesionado en reflejar los mayores miedos del ser humano, principalmente los provenientes de lo desconocido y lo sobrenatural. Se dice que la primera vez que el cine se fijó en los espantos fue de la mano del visionario Georges Méliès, quien en 1896, apenas un año después de aparecido el invento de los Lumière, presentó el cortometraje Le manoir du diable. Todas las cinematografías del mundo han realizado, aunque sea en menor medida, trabajos que representan sus leyendas, tradiciones y principalmente, sus mayores temores. El cine mexicano de terror no se queda atrás, y aprovechando la proximidad del Día de muertos, preparamos una lista con las 10 mejores cintas de cada década, realizadas en los más de 100 años que han habido de producción fílmica en nuestro país. Aunamos también algunas «menciones horroríficas».

 

1890: Don Juan Tenorio (1898, Salvador Toscano)

Realizada apenas dos años después de la llegada del séptimo arte a México, por desgracia, es otra de esas obras pioneras que se han perdido en los anales de la historia, quizá porque no existía la cultura de la conservación o porque se cruzó la Revolución y sólo se sabe que existió por los escritos de la época. Si bien el día de hoy la obra más conocida de José Zorrilla no le causa miedo a nadie (y difícilmente la consideraríamos de terror), en la era en que se estrenó debió generar una epidemia de gritos y ganas de ir al baño. 

 

1930: Dos monjes (1934, Juan Bustillo Oro)

Tuvieron que pasar más de 30 años para el regreso del cine mexicano de terror, y es Dos monjes una de las obras cumbres del género. La historia de dos amigos enamorados de la misma mujer, que vuelven a encontrarse años después ya convertidos en monjes, le sirvió a Bustillo Oro (Ahí está el detalle, 1940) para realizar una exploración expresionista (encuadres rebuscados, sombras gigantescas reflejadas en la pared, etc.) sobre la locura, derivada de los filmes europeos. La secuencia final es quizá la más delirante hecha en tierras aztecas.

Menciones horroríficas: El fantasma del convento (1934, Fernando de Fuentes), otra retorcida exploración visual que por cierto, restaurada y presentada por la Filmoteca de la UNAM en el FICM; y La llorona (1933, Ramón Peón), quizá no la mejor pero sí la más importante, por ser oficialmente la primera cinta de terror mexicana.

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Fotograma de la película Dos monjes.

Lee más: La Llorona (1933), la primera película mexicana de terror

 

1940: La herencia de La Llorona (1947, Mauricio Magdaleno)

Durante los años cuarenta, el género prácticamente desaparece y sólo se realizan unas cuantas cintas que, por desgracia, no se conservan en su mayoría y sólo se sabe de ellas por los textos existentes. Uno de los más curiosos filmes de esta lista es La herencia de La Llorona, un policial al estilo de Scooby Doo, mezclado con leyendas populares. No es un gran trabajo pero importa por ser la única película dirigida por Mauricio Magdaleno, el mejor guionista de la llamada Época de oro y escritor de casi todas las obras maestras de este periodo. 

Menciones horroríficas: El monje loco (1940, Alejandro Galindo) es quizá la única cinta totalmente de horror hecha en la década, basada en el famoso programa de radio del mismo nombre y de la que, tristemente, no existe ninguna copia en la actualidad; y La vuelta del Charro Negro (1941, Raúl de Anda), otro curioso mix entre policial y suspenso, con charros, canciones, científicos locos y ladrones de cadáveres.

 

Cine mexicano de terror: 10 décadas, 10 películas
Fotograma de la película La herencia de La Llorona

1950: El vampiro (1957, Fernando Méndez)

Sin duda, el cine mexicano de terror en los años 50 le pertenece a Fernando Méndez. A él, un hábil filmador de cine de géneros, se le deben no una sino bastantes de las mejores pesadillas de celuloide jamás hechas en la ex Nueva España. Ladrón de cadáveres (1956), Misterios de ultratumba (1959) y por supuesto, El vampiro y su continuación, El ataúd del vampiro (1957).

Estas últimas son los mejores acercamientos al mito del vampiro clásico, aunque con mayor influencia del de la Hammer inglesa que el de la Universal en los años 30. Sus grandes aciertos: la extraordinaria fotografía en blanco y negro de Rosalío Solano, uno de los más relegados especialistas mexicanos y por supuesto, la inquietante presencia de Germán Robles, quien fuera considerado en Europa como el “Nosferatu” definitivo. Si la primera parte es un delirio, la segunda llega a niveles de locura pocas veces alcanzadas aun hoy en día, por su mezcla perfecta entre comedia, terror y sobre todo, desfachatez.

Menciones horroríficas: La bruja (1952, Chano Urueta), una crítica al mundo de la belleza que en realidad da más risa que miedo el día de hoy; y Macario (1959, Rogelio A. González), un clásico multi premiado, que cuenta con las secuencias oníricas más recordadas del cine mexicano en general.

 

1960: Hasta el viento tiene miedo (1968, Carlos Enrique Taboada)

Si hay una época de oro del cine mexicano de terror, son los años 60. El género, como nunca, tuvo un apogeo tremendo, básicamente porque al descender la producción, entre otras cosas porque Hollywood estaba en plena recuperación y a que la televisión era una gran competencia, los géneros de explotación le brindaban al público lo que en la “caja idiota” no podían ver: erotismo, violencia, etc.

Carlos Enrique Taboada, que tenía una prestigiada carrera como guionista, generó una tetralogía de horror gótico, sin necesidad de efectos especiales ni maquillaje, que no dejan de asombrar. Empieza con El libro de piedra (1968), seguida por Hasta el viento tiene miedo, Más negro que la noche (1975) y Veneno para las hadas (1984). Es quizá la segunda la obra maestra del género en nuestro país. Cuenta sobre una adolescente que es poseída por el espíritu de una chica que falleció por culpa de la malvada directora de un internado para señoritas. Es una alegoría a la represión sexual y social al que están sometidas las mujeres, aspecto que une a las cuatro cintas.

Menciones horroríficas: El espejo de la bruja (1962, Chano Urueta), el guión es de Taboada y muchos la consideran la mejor escrita de este tipo de películas; y Cien gritos de terror (1965, Ramón Obón), en la que el coescritor de El vampiro crea un inquietante largometraje formado por dos historias, de las cuales, la segunda en verdad genera pánico y claustrofobia.

 

1970: Alucarda, la hija de las tinieblas (1977, Juan López Moctezuma)

Durante los años 70, surgieron trabajos que aún hoy son aplaudidos o son motivos de risa por su humor involuntario. Si alguien tomó en serio estos horrores, fue Juan López Moctezuma. Alucarda es una pesadilla, llena de surrealismo, erotismo, tensión sexual y todo esto disfrazado como un cuento de posesión diabólica. Nunca sabremos qué fue más terrorífico, si la obra maestra de López Moctezuma o su trágica existencia. Se dice que terminó en un hospital psiquiátrico y en la miseria, como un personaje de su propia invención.

Menciones horroríficas: La mansión de la locura (1972, Juan López Moctezuma), otra vez, el más sui géneris realizador mexicano genera un filme de culto; y La tía Alejandra (1979, Arturo Ripstein), una obra oscura e incomprendida, opacada por los trabajos más “serios” de su autor.

 

1980: Santa sangre (1989, Alejandro Jodorowsky)

En los años 80 se vivió peor década de la historia del cine mexicano en general, no solo por la calidad de su cine sino por las crisis económicas. En estos años fue muy poca y muy barata la producción que se tenía. El horror estaba plagado por adolescentes televisivos y comediantes albureros.

Es sorprendente que en medio de toda esta decadencia, Jodorowsky volviera a México para filmar la más enloquecida de sus obras. El chileno se roba todo lo que puede, desde los clásicos del expresionismo, hasta a Hitchcock, Buñuel y De Palma. Un filme incómodo que no tiene comparación. Cumple 30 años y será homenajeada en el Festival Mórbido.

Menciones horroríficas: El Extraño Hijo del Sheriff (1982, Fernando Durán Rojas), revoltijo de chilli western con Village of the Damned; Terror y encajes negros (1986, Luis Alcoriza), un giallo a la chilanga bastante entretenido; y Veneno para las hadas (1984, Carlos Enrique Taboada), un cruel y oscuro cuento de hadas y una muy dura reflexión sobre la crueldad inherente en la infancia. 

 

1990: La invención de Cronos (1993, Guillermo del Toro)

El debut de Del Toro ya muestra todo lo que “el gordo” es capaz de hacer, así como sus obsesiones personales. El personaje, de apellido Gris, encuentra un extraño reloj que lo transforma en un patético vampiro, que a duras penas logra sobrevivir. Acá ya encontramos los monstruos entrañables, las maquinarias góticas steampunk, el humor estúpido pero gracioso, los niños enigmáticos y sobre todo, a Ron Perlman. Insuperable.

Mención horrorífica: Sobrenatural (1996, Daniel Gruener) curioso trabajo que mezcla una historia clásica con un estilismo visual poco común hasta la fecha. Un intento significativo que por desgracia, no trascendió.

 

2000: KM31: Kilómetro 31 (2006, Rigoberto Castañeda)

Quizá la ópera prima de Castañeda no sea la mejor del subgénero de “Las lloronas”, sin embargo, es una muy interesante actualización del tema. Excelentes efectos visuales, ambiente claustrofóbico y sobre todo, un ritmo pocas veces visto en el cine nacional. Recomendable.

Menciones horroríficas: Bajo la sal (2008, Mario Muñoz Espinosa), un excelente filme de asesinatos a la manera de Les rivières pourpres, suspenso pocas veces conseguido en tierras aztecas; Conozca la cabeza de Juan Pérez (2008, Emilio Portes), comedia negra sobre una cabeza que narra cómo fue que perdió su cuerpo; y La leyenda de la nahuala (2007, Ricardo Arnaiz), interesante animación cuyo objetivo fue aterrorizar a los pequeños, con tanto éxito que a la fecha se han hecho cuatro secuelas.

 

2010: Somos lo que hay (2010, Jorge Michel Grau)

Muy curiosa y original mexicanización del tema de la familia caníbal. De alguna manera, el debut de Michel Grau se coló en el gusto popular a nivel mundial, al grado que Hollywood realizó un remake que pasó sin pena ni gloria, y actualmente está considerada como una de las 25 mejores del género hechas desde el 2000, según IndieWire.

Menciones horroríficas: Por fortuna, esta era ha sido rica en pesadillas para la gran pantalla y han surgido filmes que no sólo no le piden nada a sus contrapartes hollywoodenses y asiáticas, sino que están por encima del resto de la producción nacional, plagada de patéticas y repetitivas comedias románticas.

En el actual cine mexicano de terror hay historias de zombis como Ladronas de almas (2016, Juan Antonio de la Riva) y Halley (2012, Sebastián Hofmann); horror demoniaco, de espectros y psicológico como La región salvaje (2016, Amat Escalante), Vuelven (2017, Issa López) y Belzebuth (2018, Emilio Portes); comedias negras, como Pastorela (2011, Emilio Portes); e incluso una curiosa antología de historias cortas, México bárbaro (2014, Jorge Michel Grau, Isaac Ezban, Laurette Flores Born, Ulises Guzmán, Edgar Nito, Lex Ortega, Gigi Saul Guerrero y Aaron Soto). Por lo mismo, no podemos más que esperar pegados al asiento lo que va a ocurrir la siguiente década. Sin duda, nos esperan sobresaltos y noches de desvelo para mucho tiempo.

 

Por Luis Jurado

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