‘El primer hombre en la Luna’, sólo podemos decir: sorprendente

El primer hombre en la Luna ¡Ya en Cines!

Director: Damien Chazelle

Actúan: Claire Foy, Ryan Gosling, Jason Clarke, Pablo Schreiber, Christopher Abbot

Duración: 141 minutos
★ ★ ★ ★ ★

Sinopsis

La verdadera historia de Neil Armstrong, un tranquilo ingeniero que se elevó por las filas del programa espacial de la NASA de 1960 para convertirse en el primer hombre en pisar la Luna —un viaje que incluyó tragedias personales y profesionales—

Damien Chazelle parece estar obsesionado con la obsesión. Su nueva película, El primer hombre en la Luna (First Man), es un estudio de ello —lo que se necesita para alcanzar algo que parece imposible, y los compromisos que requiere—.

En ese sentido, no está a años luz de distancia de Whiplash y La La Land, las primeras dos películas de Chazelle (menos los solos de batería y los números de baile). Lo que es notable es la ambición cinematográfica.

Una secuencia poderosa inicial muestra a Neil Armstrong (Ryan Gosling) como joven piloto de pruebas en 1962, catapultando solo al espacio, habiéndose “deslizado por los vínculos hoscos de la Tierra” como lo pone ‘High Flight’, el poema citado en la película. Y de inmediato estamos deslumbrados.

Este es un paso gigantesco —una evolución enormemente impresionante de un realizador que a sus jóvenes 33 sugiere que puede dominar cualquier estilo de realización que elija.

El primer hombre en la Luna es seria y un tanto adusta reflexionando tanto sobre el hombre como la misión que muestra. Los colores son considerados y sometidos; el ritmo es estudiado y a veces lento; y en general, la música está en el diseño del frío sonido del metal contra la indiferencia del espacio.

El compositor Justin Hurwitz —hasta ahora, el colaborador regular de Chazelle más importante— ha sido enmudecido casi hasta el más triunfante tercer acto, cuando (¡spoiler!) Armstrong aluniza exitosamente en la Luna y el rango cinematográfico finalmente se amplía.

En ese gran final hay también tensión, pero quizá comprendiendo que es parte de la historia que todos conocemos, Chazelle elige no clavarse mucho en ella.

Desarrollándose a lo largo de una década, el filme se concentra en el maratón en lugar de en la meta; podemos decir que la secuencia más emocionante ocurre a la mitad de la misión del Gemini 8 de 1966, que probó la secuencia de acoplamiento que eventualmente fue usada por el Apolo 11.

Urgente, intensa y emocionante, la cámara de Chazelle nunca deja la cabina claustrofóbica y con frecuencia se queda en el casco de Armstrong; el resultado te dejará sudando, y cualquier certeza que creas saber saldrá rápidamente por la toma de aire.

Al igual que con Interstellar, le hicieron el feo a las pantallas verdes durante la filmación, y la fisicalidad práctica de los realizadores la hace tan inmersiva para nosotros como aparentemente para los actores. Si se usaron imágenes generadas por computadora (¿y cómo podría no haberlas?), no está claro dónde; esto se siente real.

Y sin embargo, es fascinantemente íntima. A pesar de sus lienzos imponentes, Chazelle se cuelga de su actor principal como rémora y mantiene su atención en Neil Armstrong, el hombre.

No se empantana en la ciencia espacial ni pierde tiempo tratando de explicar demasiado la astrodinámica o los propulsores hipergólicos. Más bien es magra y específica, buscando entender las presiones que Armstrong y su familia enfrentaron por la amenaza mortal de su trabajo.

La muerte está presente con frecuencia en El primer hombre en la Luna ; cuando ve a varios colegas morir debido a sus intentos, Armstrong frecuentemente lamenta la pérdida de su hija de dos años debido al cáncer, un recuerdo que lo persigue a lo largo de su misión.

En estos momentos es claro que Gosling, con sus rasgos Buster-Keatonescos, es perfecto para el nerd de las matemáticas. Armstrong era mejor manejando las ecuaciones que las emociones, y Gosling nos ofrece una interpretación restringida y particularmente introspectiva.

Una escena notable muestra a Armstrong intentando explicarle a sus hijos los riesgos y peligros de la misión, respondiendo sus preguntas con las mismas estadísticas rígidas que había mencionado antes en una conferencia de prensa.

Es entonces Claire Foy, como su esposa Janet quien debe cargar con el alma de la película. La esposa preocupada es un cliché muy fácil y común, pero el guión de Josh Singer le permite clavarse en los sacrificios que pasó esta persona. Él es la estrella, pero ella es la heroína.

Es el énfasis en la familia lo que le pone el corazón a la película. De hecho, hay más de un guiño a Steven Spielberg en esta historia de una familia luchando en circunstancias extraordinarias; así que quizá no sea una coincidencia que Spielberg tenga crédito como productor ejecutivo.

Es imposible encontrar fallas en el arte, convicción y valentía de esta narración que encuentra humanidad en el pietaje de noticieros bastante usado. La obsesión de Chazelle con la obsesión y sus métodos obsesivos para darle vida a todo sigue apuntando a las estrellas, y además, las alcanza.

Veredicto

El primer hombre en la Luna  es sorprendente. Una manera espectacular de mostrar un momento monumental en la historia. Pero de verdad se sale de órbita al no perder de vista al hombre bajo el visor.

Por John Nugent

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