Esto no es el fin: ‘Blade Runner’

La historia no siempre es como la cuentan. En Esto no es el fin le daremos lugar a los finales alternativos de tus películas favoritas. Comenzamos con Blade Runner, el clásico de ciencia ficción Ridley Scott.

Por Lalo Ortega

El toque maestro de cualquier historia está en el final. El punto que ata todos los cabos y da sentido a todo lo que vino antes… o sólo nos deja más confundidos. Sin duda, es relativamente fácil para un escritor brindar la conclusión deseada a su historia, pues él es quien tiene la pluma. Con el cine, el arte colaborativo por excelencia, es mucho más complicado. Y quizá haya pocos casos mejores que el de Blade Runner para ejemplificar cuántos intereses hay en juego en una película y, en consecuencia, cuántas manos pueden intervenir en darle su forma final.

Hoy, la cinta de 1982 dirigida por Ridley Scott es considerada una de las obras maestras de la ciencia ficción. Pero no siempre fue así, y si bien el filme ha trascendido como uno de los grandes logros del género, también ha pasado a la infamia por su problemática producción. Quienes estén familiarizados con la historia habrán escuchado el resultado: que de Blade Runner existen, al menos, cinco versiones distintas. En comparación, George Lucas es un novato.

El primer corte de la cinta, conocido como el corte para cines (Theatrical cut) fue el que vio el público en su año de estreno (o al menos, los pocos que lo hicieron, pues fue un fracaso en taquilla). A grandes rasgos, esta iteración estableció todos los elementos clave de la película: el oficial de policía Rick Deckard (Harrison Ford) da caza a un grupo de “replicantes” – androides casi indiscernibles de los humanos – que están en busca de su creador para alargar sus expectativas de vida. Conforme Deckard los elimina, descubre la humanidad en ellos al tiempo que se enamora de una inusual replicante, Rachael (Sean Young).

El corte para cines tiene otras dos características que los otros no: una narración con voice over de Ford y un final feliz. En lo que concierne al público de 1982, Deckard y Rachael escaparon de la distópica Los Ángeles hacia el atardecer, felices para siempre. Lo que es todo menos lo que Scott quería.

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‘Blade Runner’ (1982). Warner Bros. Pictures.

Previo al estreno, el estudio mostró a una audiencia de prueba la versión de Blade Runner como el director la había imaginado: la copia de trabajo repleta de ambigüedad, sin el voice over que entregaba la trama peladita y en la boca, y con un final abierto. Las reacciones auguraban una catástrofe, y para evitar pérdidas, los ejecutivos instaron a Scott a añadir la melosa conclusión y la narración, misma que hubiera sonado más entusiasta en boca de Ron Swanson.

Las modificaciones solicitadas por el estudio fueron tan apresuradas que Scott no tuvo tiempo de filmar un final apropiado. Su solución terminó por brindar a Blade Runner un inesperado parentesco con The Shining, pues las imágenes insertadas al final venían, en realidad, de material no utilizado por Kubrick para su película, filmado en el Parque Nacional de los Glaciares, Montana.

Con este antecedente, ¿cómo se convirtió esta película en una de las grandes obras de la ciencia ficción? La historia resumida es que la copia de trabajo fue proyectada en los noventa como si fuera la versión de Scott. Su éxito instó al estudio a editar un verdadero corte del director en los noventa, y éste, con remasterización y algunas imágenes adicionales – como la famosa secuencia del unicornio –, fue la base para el “corte definitivo” (“The Final Cut”) en 2007. Ésta es la versión que Scott cita como la más cercana a su visión.

 

No más narraciones insulsas ni final feliz. Las escenas adicionales incluso cambiaron el sentido de la película, pues sugerían que el propio Deckard era también un replicante. Justo cuando el público comenzaba a preguntarse sobre la verdadera naturaleza del protagonista, éste entraba al elevador con Rachael y… corte a negros. Fin. ¿Lograron escapar de Los Ángeles y hacer una vida juntos? Era imposible saberlo (hasta que llegó Blade Runner 2049 en 2017, claro está).

Más allá de todas versiones que existen de la película, y cuál sea del agrado de cada quién, el caso de Blade Runner invita un par de preguntas: ¿existe en verdad un solo autor de una película? ¿Y quién es? Por al menos medio siglo, este rol ha sido atribuido al director, quien encamina la multidisciplinaria producción de un filme a la consolidación de su propia visión.

¿Pero es el reverenciado director el único responsable? Este filme, después de todo, está basado en una novela de Philip K. Dick, adaptada a un guión de Hampton Fancher – quien tenía una opinión diferente a la de Scott sobre la naturaleza de Deckard – , que a su vez fue modificado por David Peoples. El soliloquio final del replicante antagonista Roy Batty, uno de los más citados en la historia (y que lo establece como el personaje más humano en la cinta), fue improvisado por Rutger Hauer.

La ironía está en que, incluso si consideramos a Ridley Scott el autor de Blade Runner en cualquiera de sus cortes, quizá ni él mismo tenía clara su visión al principio, como sugiere el Blu-ray por los treinta años de la película. En éste se esconde el final eliminado, en el que Deckard y Rachael sí que van en camino por la carretera hacia el atardecer.

“¿Sabes qué pienso? Que hoy ha sido el mejor día de mi vida”, declara la replicante a Deckard, quien conduce el auto. “¿Sabes qué más pienso? Que tú y yo fuimos hechos el uno para el otro”.

 

“Hechos”. Como en “fabricados”. Quizá Deckard sí era un replicante desde el inicio. Pero no importa: el mensaje se hubiera perdido entre tanta sacarina.

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