‘Alien’: 40 años de subversión sexual en el espacio

Para cuando Alien de Ridley Scott llegó a las salas de cine en 1979, el público ya había experimentado el imposible espectáculo visual de Star Wars dos años atrás. George Lucas había volado las mentes colectivas con su icónica cinta, más cercana al territorio de la ópera espacial que de la ciencia ficción tradicional.

Sin embargo, las aventuras de Luke Skywalker y compañía dispararon la popularidad de la ciencia ficción en el cine, y 20th Century Fox quería su rebanada del pastel lo antes posible. Por azares de una tormenta perfecta, el estudio tenía en su posesión un guión escrito por Dan O’Bannon (y revisado por David Giler y Walter Hill) que podían usar. Impresionados por su filme debut, The Duellists, los ejecutivos trajeron a un tal Ridley Scott para dirigir.

Bastante puede decirse sobre lo que hizo Alien para el cine de horror. “La Texas Chain Saw Massacre de la ciencia ficción”, diría famosamente Scott. Aunque sin duda se inspiró en Star Wars y 2001: A Space Odyssey para su producción, la atmósfera de la película resultante fue en definitiva distinta, única en su momento. “En el espacio nadie puede oírte gritar”, leía la ahora icónica frase en los materiales promocionales. Los protagonistas estaban solos y vulnerables en la aterradora soledad del vacío.

Mucho de este terror debe atribuirse al alienígena antagonista. El “xenomorfo”, con su enorme, horrenda y fálica cabezota.

Hoy sería imposible filmar una película en la que el antagonista titular tiene un gran pene negro por cabeza. Benditos años setenta.

Claro, el diseño del personaje no es ni gratuito, ni la única instancia de insinuación sexual en Alien. Es perfectamente intencional, atribuible tanto al propio O’Bannon, como al artista gráfico suizo H.R. Giger. Sus contribuciones son determinantes para el subtexto sexual del filme.

Por su parte, en el documental de 2002 para televisión The Alien Saga, O’Bannon dejó más que claras sus intenciones con el guión. “Voy a atacar al público. Los voy a atacar sexualmente. Y no voy por las mujeres del público, sino por los hombres. Pondré toda imagen que pueda pensar para hacer que los hombres crucen las piernas”.

La participación de Giger en el proyecto no fue casual. Él y O’Bannon se conocieron en la fallida Dune de Alejandro Jodorowsky. Cuando el guionista descubrió su gusto en común con Scott por las obras Necronom de Giger, el xenomorfo fue concebido (al igual que los diseños de otros sets y criaturas).

 

Alien, por vía de su criatura antagónica, subvierte los roles sexuales a lo largo del filme. Quienes lo han visto conocen las fases de su evolución: comienza como un huevo, fundamentalmente femenino en su biología. De éste surge el “facehugger”, que somete a su presa por asfixia (nótense las piernas como dedos en su diseño) y la impregna con su cría. En esta segunda etapa, la criatura ha efectivamente cometido una violación, que concluye con un brutal y doloroso “parto”, la escena del “chestburster”. A través de todo, la víctima ha sido un hombre: Kane (John Hurt).

Lee más: Alien, de Ridley Scott: historia de una toma

Al nacer, el “chestburster” es completamente fálico en forma. Por otro lado, la víctima masculina ha asumido el rol del parto, biológicamente femenino. Cuando adulto, el xenomorfo retiene su apariencia fálica, en un cuerpo humanoide. Esta última etapa evolutiva tiene una característica predatoria con aspecto sexual: sus mandíbulas internas, que se extienden hacia el exterior de su cráneo como un falo dentro de otro.

El aspecto subversivo de Alien se lee no sólo en su criatura antagónica, sino en sus protagonistas. Durante mucha de su duración, la película nos hace creer que Dallas (Tom Skerritt) será el eventual sobreviviente y héroe. Ripley (Sigourney Weaver) apenas tiene tiempo en pantalla al inicio del largometraje. Es al final, cuando no queda nadie más, que ella se confirma como la verdadera protagonista. La conclusión del filme la ve triunfar contra la naturaleza de este terrible depredador de apariencia evidentemente sexualizada.

Más allá de su trama en sí, Alien ha merecido una lectura más profunda desde la sexualidad. Quizá es por esto que se mantiene como uno de los grandes clásicos a cuatro décadas de su estreno, y por lo que Ripley sigue siendo una de las heroínas más perdurables del cine.