‘Monarca’: entre tequilas y el drama de la élite mexicana

Monarca es la nueva apuesta mexicana entre el drama y el thriller de Netflix. Es producida por Salma Hayek y protagonizada por Irene Azuela, Osvaldo Benavides y Juan Manuel Bernal.

Episodios vistos: 1 (49 minutos)

Creador: Diego Gutiérrez

Actúan: Irene Azuela, Osvaldo Benavides, Juan Manuel Bernal

Estreno: 13 de septiembre en Netflix

★ ★ ★ ☆ ☆

Sinopsis: Los herederos de un imperio empresarial mexicano pelean por el control de la compañía, para regresarla al buen camino o sumirla más en los excesos y la corrupción.

 

Lo primero que vemos en Monarca es a Ana María (Irene Azuela) correr por un sendero dibujado por agaves de tequila, antes de desmoronarse en la terracería. En esta escena bellamente filmada a la luz del ocaso (fotografiada por Chuy Álvarez, de Después de Lucía), ella se nos revela cubierta de sangre y en shock. Salen a su encuentro Andrés (Osvaldo Benavides) y Joaquín (Juan Manuel Bernal). Entonces vemos al trío cargar un cadáver, cuya identidad no vemos entonces, a una bodega para ocultarlo bajo una sábana. “La verdad no sale de aquí”, demanda Joaquín.

Es una contundente secuencia inicial que pone sobre la mesa el eje rector de este drama mexicano con tintes de thriller: una familia en la que la verdad nunca es lo que parece. Poco más adelante en el piloto descubrimos que estos tres personajes son hermanos, hijos de Fausto Carranza (Luis Rábago), y herederos de su millonario Grupo Monarca. Éste, aprendemos luego, está sumido en malos manejos y corrupción; Fausto quiere que María regrese de Estados Unidos para hacerse cargo y corregir el rumbo de la compañía, mientras que Joaquín la ambiciona para sí.

La serie tiene por escenario los oscuros rincones de la élite económica mexicana: la clase privilegiada tendiente al despotismo, el spanglish y el tráfico de influencias. Sus preocupaciones van de padres que cancelan las tarjetas a los hijos como castigo, a regalos en forma de caballos de cientos de miles de dólares, o vidas enteras armadas como fachada para enmascarar la verdad en la vida privada.

Monarca, pues, dramatiza a una pequeñísima minoría de la población mexicana, esa que solemos ver en telenovelas o revistas de “sociales” (lo que sea que eso signifique), y con cuyos problemas suele ser difícil simpatizar. El guión, de Diego Gutiérrez, busca atender ese problema al poner temas familiares y sociales como núcleo del conflicto, como miembros de la familia que huyen al norte para alejarse de la corrupción e inseguridad, dejando atrás resentimientos y abandono.

Es en su manufactura donde la serie logra elevarse por encima de ese estatus telenovelero, pero por momentos cae en él gracias a cierto acartonamiento actoral (culpa, en parte, de algunos diálogos pobremente escritos). La constante excepción a esta regla es Azuela, espectacular en un personaje que pinta para ser el más interesante y oportuno, una mujer llamada a desafiar un corrupto mundo de poder dominado por hombres. Sin duda es el elemento de mayor promesa en el piloto, queda por ver si el guión le hace justicia en los episodios siguientes. 

Veredicto

El foco de Monarca en la élite mexicana y sus frivolidades podría brindar pocos motivos – más allá del morbo – para ver la serie, pero su intrigante trama, valores de producción y la actuación de Irene Azuela son argumentos sólidos para darle la oportunidad.

Por Lalo Ortega

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