Reseña ‘Las Tinieblas’: vela si extrañas un buen thriller mexicano














SINOPSIS

Ante el peligro de una densa y tóxica niebla y de la inminente presencia de una bestia, un hombre opta por encerrar a sus tres hijos en casa, una oscura y fría cabaña en medio del bosque. La rutina cambia el día en que el mayor desaparece, la más pequeña enferma y el de en medio empieza a investigar una oscura realidad.

Aquí hay títeres pero ninguno es Pinocho, aparece un lobo y un cazador pero no con Caperucita, se hace referencia a un niño desobediente y a su hermana pero no a una bruja comeniños. Las tinieblas tiene elementos para ser un cuento de hadas, pero en lugar de eso se convierte en un relato oscuro, intrigante y con reflexiones que te llevarás a casa.

El segundo largometraje de Daniel Castro Zimbrón es un thriller que transcurre en un escenario casi mágico. Entre pinos altísimos se establece una cabaña, y una densa y aparentemente tóxica niebla rodea el lugar. Son días postapocalípticos, de supervivencia, traiciones y hambre.

Así alcanzas a vislumbrar a la figura de la familia estelar: el Padre (Brontis Jodorowsky) y sus tres hijos, Marcos (Fernando Álvarez Rebeil), Argel (Aliocha Stonikoff) y Luciana (Camila Robertson Glennie), quienes están un tanto lejos de vivir felices y en armonía. Aunque han encontrado formas para entretenerse y divertirse, los descendientes pasan sus días con miedo y encerrados —literal— para mantenerse a salvo de los peligros de alrededor, según argumenta Padre. Hasta que un día desaparece Marcos y en en su lugar llega una crisis familiar que encabeza Argel.

Lo único que no es muy claro en este cuento, pero ese es el objetivo, es quién ocupa el rol del lobo feroz. Como hace algunos años lo hicieran Severin Fiala y Veronika Franz en su Goodnight Mommy, Castro Zimbrón se divierte moviendo y disolviendo las fases de su entidad malvada. A veces parece ser la niebla y la ruidosa bestia. Luego toca el turno del malencarado y alcohólico Padre con su carácter gruñón, su sobreprotección y sus oscuros secretos. Aunque después también sospecharás de unos peregrinos de acento extraño.

El director te hace creer en una u otra hipótesis, luego la refutas y vuelves a considerarla como opción en varios momentos de la película. Zimbrón, también guionista de la cinta, refuerza la tensión e intriga a partir de la ambientación y fotografía.

Son pocos los escenarios que verás en el filme —el bosque y el interior de la casa—, pero están tan bien aprovechados que aportan no sólo a la creación de una atmósfera lúgubre, además cuentan con detalles que funcionan como reflejo de la personalidad de cada uno de los personajes —como la colección de insectos— y en algunos casos hasta se da el lujo de crear metáforas con ellos —no pierdas detalle de las marionetas de madera—.

Un ligero cambio en el tono de la fotografía te ayudará a identificar los momentos oníricos que aumentarán tu confusión y te sumergirán por completo en los miedos y suposiciones de Argel. Esos instantes te harán sentir nuevamente en tu infancia y luego en tu adolescencia.

Es por eso que Las tinieblas puede entenderse como una alegoría al miedo de crecer y de los procesos que se atraviesan antes de llegar a la edad adulta. Desde la niñez con la inocencia y el incuestionable respeto a los padres, pasando por la rebeldía de la adolescencia, para terminar con una mentalidad madura y una mayor dimensión de los problemas.

El filme en su totalidad ha resultado en tal conexión con el espectador, que recabó algunos premios del público en festivales, como el de MoreliaNo esperes una vuelta de tuerca drástica, pero sí habrá muchos momentos que cambiarán tu percepción. También prepárate para un desenlace digno y conmovedor —sí, entre el horror y el thriller caben este tipo de finales

VEREDICTO

Vela si extrañabas un buen thriller mexicano. La historia te intrigará y la atmósfera que se construye alrededor de ella te va a atrapar. No es un cuento de hadas, pero te hará recordar tu infancia a partir de los miedos y la imaginación de esa edad, para llegar a los achaques de la edad.