Tolkien, la primera biopic sobre el autor de Lord Of The Rings

Tolkien trata de dar luz sobre un momento poco conocido de la vida del autor de The Lord Of The Rings.

 

Director: Dome Karukoski

Actrúan: Nicholas Hoult, Lily Collins, Patrick Gibson

Duración: 112 minutos

★ ★ ★ ☆ ☆

 

Sinopsis

A los 12 años, en 1904, John Tolkien y su hermano menor quedan huérfanos y crecen en Birmingham. Allí, John (Hoult) se enamora de Edith (Collins) y, como estudiante de primera clase, gana un lugar en Oxford. Sin embargo, es el horror de pelear en Somme lo que le dará forma al trabajo de su vida.

Ha vendido más de 250 millones de libros en más de 56 idiomas y es el genio de la franquicia de fantasía más amada del cine. Países desde Holanda hasta Canadá tienen calles nombradas en su honor. Así que es sorprendente que Tokien (pronunciado ‘Tolkiin’, como se nos repite varias veces), de Dome Karukoski, sea la primera biopic de J.R.R. Pero lo es. Y la película intenta desbancar la imagen popular del anticuado académico intenso al mostrarlo intercambiando ideas breves con C.S. Lewis. O bebiendo una cerveza en el pub Eagle And Child de Oxford.

Con la similarmente extensa película biográfica Tom Of Finland en su CV, el foco del director finlandés está principalmente en la edad temprana de Tolkien (Nicholas Hoult), desde su infancia con su hermano Hilary en un orfanato de Birmingham (Tolkien ahí es interpretado por Harry Gilby), hasta sus días estudiando en la universidad de Oxford —primero a los clásicos y después lengua inglesa bajo un entusiasta lingüista (Jacobi, excéntrico y paternal)—.

Dentro de esta narrativa se exploran tres temas que se interconectan. El primero es la amistad, cuando Tolkien forma lazos duraderos con sus compañeros a través de escenas bulliciosas que recuerdan la sed de arte y vida en Dead Poets Society.

El segundo es el amor, cuando el joven Tolkien se enamora de Edith (una encantadora Lily Collins), quien vive en la misma casa, y juntos tienen un romance que es puro e imperecedero.

Y el tercero es su trabajo creativo, con Tolkien evolucionando de académico a autor, una transición no siempre fácil. No es coincidencia que la película deje muy en claro que los dos primeros se integran perfectamente en su eventual enorme éxito, en el tercero.

Sin embargo, en este relato lineal hay escenas tremendas de las brutales experiencias de Tolkien en los campos de batalla de Somme durante la Primera Guerra Mundial.

Es aquí particularmente donde la película de Karukoski impresiona, con las implacables flamas transformándose en dragones y monstruos, y la muerte siempre presente. La tesis es que las experiencias de Tolkien como soldado lo llevaron directamente a The Lord Of The Rings, y hay que darle crédito al fotógrafo Lasse Frank Johannessen y al supervisor de efectos visuales Rupert Daavies de que estos momentos igualen el peligro de las obras épicas de Peter Jackson.

El crédito también es para Nicholas Hoult (lee aquí nuestra entrevista con él), quien maneja con destreza la transición del travieso de Oxford al primer amor y las pesadillas del campo de batalla. No es una interpretación grandiosa, sino una tranquila y segura que transmite miedo y desesperación con una mirada o postura.

Tristemente, la biografía se siente algo ordinaria, y aunque Hoult y Collins trabajan duro en la historia de amor, la flama nunca llega a encenderse, pareciendo silenciada y distante en comparación con la inmediatez de la guerra.

El último acto, con John y Edith casados y con una familia propia, muestra paralelismos a Rings apilándose rápidamente, y en realidad no hay necesidad de las repetidas referencias a “la hermandad” y cosas así. La exposición es torpe y pesada, cuando el toque de Karukoski había sido previamente seguro. Sin embargo, es una biopic bien actuada y disfrutable que echa luz a una figura que hasta ahora había estado más bien en la sombra.

Veredicto

Karukoski entrega una película entretenida, con buen gusto y ambición narrativa. Pero al final falla en su intento de salirse del marco de las biopics tradicionales.

Por Liz Beardsworth