‘A la deriva’: una pareja que no se puede mantener a flote

Estreno: Ya en cines

Director: Baltasar Kormákur

Elenco: Shailene Woodley, Sam Claflin

⭐⭐⭐

SINOPSIS:

Después de quedar atrapada por un huracán, la navegante Tami Oldham (Woodley) despierta y encuentra su yate destrozado, a su compañero herido y poca esperanza de ser rescatados. ¿Podrá ella llevarlos a casa?

Aunque pocas veces aparece en las listas de los grandes villanos del cine, el océano es un gran antagonista y algo a lo que Hollywood sigue regresando. Y no solo por las cosas en él (los tiburones, la barracuda, los sharktopuses). Más grande que un kaiju, más frío que un Terminator, no puedes negociar con él, razonar con él y cuando miras hacia el horizonte y no hay tierra a la vista, puede parecer como si nunca se detuviera. Nunca.

En años recientes Robert Redford ha creído que todo está perdido (All Is Lost), Ang Lee ha contado la vida de Pi (Life Of Pi), y Colin Firth se ha encontrado a merced del vasto océano (The Mercy). Y ahora es el turno de Shailene Woodley y Sam Claflin. Basada en la historia real de Tami Oldham (Woodley) y Richard Sharp (Claflin) quienes, en 1983, quedaron a merced del huracán Raymond cuando navegaban de Tahití a San Diego, abre con Tami caminando, después de la tormenta, en la cabina parcialmente inundada del yate. Escapando a cubierta descubre que está completamente sola, la embarcación está hecha pomada y ella está… a la deriva.

 

A partir de ese momento, cada buena noticia es equilibrada por una mala. La buena: descubre que Richard está vivo, agarrándose de su bote salvavidas que está de cabeza. La mala: su pierna y costillas están rotas. Y la más mala: están muy fuera de curso, fuera de las rutas de las embarcaciones y los aviones, y en un yate muy dañado.

En un movimiento estructural inteligente, la película cambia entre dos líneas de tiempo —el cortejo de la pareja hasta llegar a la tormenta, y sus intentos desesperados de llegar a tierra—. Estos momentos de romance y risas cuando se conocen y enamoran alivian lo desesperado de su eventual situación, y permite que cambios en el tiempo, a veces de una semana, sean menos discordantes. También nos permite construir dos grandes momentos: la tormenta y su destino final.

El problema ocurre debido a un guion que no logra involucrarte en su relación, y que por ello disminuye el impacto de sus problemas posteriores. Claflin es tan encantador como siempre, pero no le hacen favores cuando le dan diálogos como: “¿Es así como describirías una pintura de Monet? ¿Roja?… No, ese atardecer no es rojo. Ese atardecer tiene color de toronja entintada con betabel”. Quizá eso haya pasado por ligue en en los 80 entre la comunidad mundial de yates, pero aquí te hace preguntarte qué hace Tami con él.

A Woodley le va mejor porque de hecho le dan algo que hacer: entrega una interpretación impresionantemente física cuando Tami intenta que el yate funcione al menos al mínimo, mientras enfrenta lo que el clima y el océano le avientan encima. Claro, con el cine volviendo al mar tan seguido, hemos visto la mayoría de estos juicios antes: las cosas necesitan ser reparadas, los peces atrapados, otras tormentas deben ser sobrevividas. Hay una extraña sorpresa, pero nada que pueda rescatarla satisfactoriamente. El daño está hecho.

VEREDICTO:

Cargada con un guión que no logra que funcione el romance central y pocas ideas nuevas mientras están atrapados en el mar, hasta los mejores esfuerzos de su talentosa protagonista no puede mantener a esta pareja a flote.