‘Alien’, de Ridley Scott: Historia de una toma

Inevitablemente, eso le iba a pasar a John Hurt desde el principio. Como Kane, el oficial ejecutivo del Nostromo, víctima de violación, huésped de un alienígena y madre de una leyenda, fue su pecho el que estaba destinado a explotar en Alien, de Ridley Scott.

Por Ian Nathan.

Durante años, fue anécdota de cenas y la actuaba para darle más dramatismo: cómo lo llevaron a Shepperton al amanecer y le pusieron un torso falso, con el equipo técnico dándole cigarros y vino; a los dos encargados de los props les pone acentos cockney, les llama Ed y Alf (de hecho, eran los diseñadores de criaturas Roger Dicken y Nick Allder) y dice que los escuchaba tomar té con galletitas.

“¿Ya está saliendo, Alf?”, pregunta el Ed de Hurt.

“No, no, ¡échale galleta!”, responde el Alf de Hurt.

Era el efecto más práctico de todos los efectos, un títere empujado a través del pecho de Kane en medio de una cascada de sangre. No habría música, solo los gritos por reflejo del salpicado elenco.

Eso es lo que había detenido a los productores de Alien, Walter Hill y David Giler, de echar a una ‘bestia estelar’ a la basura. “Podría estar loco y el guión es terrible, pero hay una escena grandiosa”, conjeturó Hill. Ni el creador Dan O’Bannon ni el co-guionista Ron Shusett se ponen de acuerdo sobre a quién se le ocurrió. O’Bannon había sufrido problemas estomacales (¿se le ocurrió en el baño?). Shusett había estudiado a las avispas que ponen sus huevos dentro de anfitriones vivos.

Ridley Scott sabía que era la toma clave: “Si no nos hubiera salido bien, podríamos habernos olvidado de todo”. Su instrucción a Dicken fue que “debía verse rudo”. Hubo dos. Primero el títere que parecía dildo en un palo, girando hacia la audiencia en las entrañas de Kane. El segundo, azotando su cola prensil, fue impulsado a lo largo de la mesa por Dicken en un carrito.

El mito de que nadie del elenco de Alien sabía lo que les esperaba es sólo parcialmente cierto. Tenían que planear la dirección: “la criatura sale de Kane”, sea lo que eso signifique. El olor fue lo que les llegó: formaldehído mezclado con despojos frescos (intestinos de cordero, cerdo y res del mismo día) cociéndose bajo las luces. El equipo técnico usaba batas “como en un quirófano”, recuerda Sigourney Weaver (Ripley).

“Esos seis actores resultaron ser individuos muy sensibles, un tanto asqueados”, dice Scott. Actuar aterrorizado no sería suficiente para lo que él tenía en mente.

Pero no fue el mecanismo lo que los impresionó sino la severidad. Los chorros de jugo de frambuesa que fueron cargados en válvulas de aire desencadenando un infierno a la orden de Scott. Veronica Cartwright (Lambert) recibió un chorro directo en la boca —el rollo B la muestra tropezando hacia atrás obviamente perturbada—. “Ni siquiera me acordaba que estábamos haciendo una película”, dice Weaver. En cualquier dirección había repulsión visceral. El único que actuaba era Hurt, con sus dedos retorciéndose mientras Kane moría, después de completar su trabajo del día.

 

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