Claves para un maratón de cine de Dario Argento

Si has escuchado hablar de Dario Argento pero aún no has visto su cine, o si te consideras un experto, debes leer este texto.

Por Simon Crook

El maestro italiano Dario Argento con frecuencia es etiquetado como el Hitchcock del eurohorror, pero yo argumentaría que los efectos posteriores tienen más en común con el cine subliminal de David Lynch.

Sin duda, sus imágenes surreales destazan la lógica y se hunden en lo más profundo del subconsciente. Olvida los argumentos de estilo sobre sustancia. Él es el maestro ensoñado del horror.

Sólo hay un lugar donde empezar: una doble función de la especialidad de Argento, el giallo —historias de misterio ultraviolentas, como una Agatha Christie sadomasoquista—. The Bird with the Crystal Plumage, su debut de 1970, gira sobre un asesinato en una galería clínicamente blanca, y es un perfecto primer trabajo. Todas las firmas de Argento —guantes negros, punto de vista asesino, muertes flamboyantes, actuación de maniquí— están formadas por completo. La sangre es sorprendentemente modesta.

Deep Red (1975), por otro lado, es un Vesubio de cátsup. Mostrando muerte por collar, aparador y baño hirviente, es presumiblemente la giallo definitiva al mezclar una violencia hermosa con una pesadilla freudiana.

En Suspiria (1977) no hay ninguna trama. La chica entra a una escuela de ballet. La academia resulta ser el aquelarre de las brujas. El primer capítulo en su trilogía Three Mothers, Suspiria es tan sólo una situación en lugar de una historia. Sólo hay una manera de verla: A TODO VOLUMEN, que moleste a los vecinos.

Inferno (1980) es una transición fluida: un edificio de departamentos infestado de brujas en Nueva York y filmado con los mismos rojos y azules, es la gemela estilística de Suspiria, pero más una noche de insomnio que un sueño febril.

En el lado positivo, una secuencia bajo el agua en un salón de baile con un horrible cadáver que parece un tocino es la secuencia más aterradora del canon de Dario Argento.

La poco apreciada Phenomena (1985) es, por mucho, la más extraña de todas. Ubicada en “la Transilvania de Suiza”, la psíquica de Jennifer Connelly se aprovecha de sus habilidades para hablar con los insectos con el objetivo de cazar a un asesino serial. Con chimpancés empuñando navajas, gusanos telepáticos y enanos con dientes de daga, Phenomena malabarea tantas ideas que no sabe qué hacer con ellas.

Después de seis horas, creo que he mirado tantas muertes que comienzo a sentirme como un voyeurista asqueroso. Y todavía faltan un par de títulos.

Opera, de 1987: con agujas clavadas para que no pueda cerrar los ojos, Cristina Marsillach es forzada a observar a un asesino que hace de las suyas durante la producción sangrienta de Macbeth, de Verdi.

Mother of Tears, estrenada en 2007, cierra la trilogía con una cinta que arroja a la hija de Argento, Asia, a una Roma poseída por demonios. Cierto, no hay ni un momento aburrido, pero lo gráfico de lo sangriento (¡ahorcamientos intestinales! ¡Cabezas destrozadas! ¡Empalamientos!) marca la diferencia.

Cargada con fantasmales tipo Obi-Wans mudos y brujas adolescentes como Spice Girls satánicas, me siento como si hubiera consumido suficiente material de pesadillas para cada una de las noches de mi vida que tengo por delante.

Recuerda que Suspiria, del maestro Dario Argento, pronto tendrá un remake: