El León de Oro de ‘Joker’: lo que podría significar para el cine

La ola de hype por la película del Príncipe payaso del crimen se hizo todavía más grande este fin de semana. El León de Oro de Joker la coronó como la mejor película según el jurado del Festival de Cine de Venecia, lo que despertó conversaciones no sólo sobre lo inaudito del premio, sino sobre lo que podría augurar para la industria y el arte del cine en adelante.

https://www.instagram.com/p/B2HtF9CjMT-/

En buena parte, la conversación se ha enfocado en el hecho de que Joker es una película “de superhéroes” o, si somos más claros, una película inspirada en un personaje de cómics de superhéroes. Estos, evidentemente, han sido la gallina de los huevos de oro de Hollywood por las últimas dos décadas, para bien o mal e independientemente de su valor artístico. Nunca en su historia el Festival de Venecia – el festival de cine más longevo en existencia, y uno de los más prestigiosos – había otorgado su mayor galardón a una película de este tipo. Lo que más se le parece es The Shape of Water de Guillermo del Toro, la ganadora de hace dos años.

Los festivales de cine, dependiendo de su tamaño, longevidad, prestigio y otros factores, cumplen diferentes funciones dentro de la industria cinematográfica. Algunos, como el de Sundance o South by Southwest, históricamente han sido una plataforma para que los cineastas independientes hagan llegar sus trabajos al público, en muchos casos por única ocasión. Los festivales también son un punto de encuentro para agentes esenciales de la industria: compañías productoras y distribuidoras. Se convierten así, en una plataforma de negocios donde las películas pueden encontrar distribución internacional (pensemos en el Marché du film de Cannes). Si sumamos a la ecuación la derrama económica derivada del turismo en sus respectivas ciudades, los festivales de cine se convierten en eventos culturales esenciales por todo el mundo.

Dicho lo anterior, los festivales de cine son también, por naturaleza, políticos – una dimensión esencial y necesaria del arte mismo –. El cine como arte tampoco está exento de dicha dimensión política (lee más al respecto en este enlace), y los festivales – sobre todo los más grandes, como Venecia, Cannes y Berlín – han servido como una plataforma para ello.

Nada más este año, la Riviera francesa fue escenario de protestas en favor de la legalización del aborto en Argentina, mientras se presentaba el documental sobre el tema Que sea ley. Esta misma edición de Venecia levantó disputas sobre la separación de la obra de arte y el artista, mientras se presentaba la última película de Roman Polanski (convicto en Estados Unidos por violar a una menor) ante un jurado presidido por la cineasta argentina Lucrecia Martel. Incluso entre festivales, sus respectivas selecciones de competencia han servido como declaración de intenciones. Mientras el tradicionalismo francés impidió que Roma de Alfonso Cuarón compitiera por la Palma de Oro en Cannes (es una película de Netflix sin distribución en salas tradicionales), Venecia le otorgó su mayor galardón. En otras palabras: mientras un festival condena el modelo de negocio del video on demand, el otro lo valida y lo respalda.

Lo que nos lleva de vuelta al León de Oro de Joker.

 

Si te interesa el León de Oro de Joker, lee también: ¿Algún día el cine de superhéroes podrá ser arte?

La mera inclusión de la película de Todd Phillips en la selección oficial de Venecia fue motivo suficiente para que varios levantaran ceja. Es una crítica justa, considerada la calidad de muchos exponentes del cine de superhéroes. Lo cual no quiere decir que Joker no tuviera un gran valor estético en sí mismo, o que no pudiera ser una película política (pregúntenle a Wonder Woman o Captain Marvel).

Habrá que esperar a ver Joker para determinar sus méritos artísticos como película por sí sola. Sin embargo, también es cierto que una obra fílmica, como bien dicen, “no existe en el vacío”, y que el mayor premio de uno de los festivales de cine más prestigiosos del mundo es un “espaldarazo” con un peso considerable en la industria. Para los críticos de la decisión del jurado en Venecia, no se trata sobre el valor estético de Joker, sino de la clase de filme que es: una pieza dentro de una gran franquicia de un gran estudio hollywoodense, que busca legitimar sus productos hechos en serie como arte.

En su crítica para IndieWire, David Ehrlich lo pone de esta forma:

Joker es la película basada en cómics humana y dirigida a adultos que los críticos de Marvel han pedido (…), pero también es el peor escenario para el resto del mundo del cine, pues apunta hacia un futuro en el que los presos se han apoderado del manicomio, e incluso el más repulsivo de los estudios de personaje de mediano presupuesto puede ser un éxito masivo (y un contendiente al Oscar), siempre y cuando esté tangencialmente relacionado a alguna propiedad intelectual popular. La próxima Lost in Translation será sobre Black Widow y Howard Stark pasando un fin de semana en un hotel de Sokovia; la próxima Carol será un dolorosamente bello drama de época sobre una joven Valkyrie, quien se enamora de una mujer rubia que conoce en una tienda departamental asgardiana”.

El premio de Venecia a Joker viene en un contexto crítico para la industria, en el que sus actores de mayor peso castigan la originalidad y priorizan las franquicias construidas sobre secuelas, precuelas, reboots y spin-offs, para relegar todo o demás al olvido de un estreno limitado en salas o exclusivamente en streaming.

Hace apenas un mes, el presidente de The Walt Disney Company, Bob Iger, presentó el reporte de resultados de la compañía (a tan sólo un par de semanas de anunciar sus agresivos planes para apoderarse del mundo del streaming con Disney+). El mensaje fue claro: las películas suficientemente “buenas” (en el sentido de viabilidad comercial) podrán tener su estreno en salas. Cualquier otra cosa irá al catálogo de Disney+.

Lee más: El futuro del cine según Disney: sólo grandes películas irán a salas

Es un panorama del que Steven Spielberg y George Lucas (paradójicamente) advirtieron hace algunos años, dada la propia experiencia del primero para estrenar en cines Lincoln, una película que claramente no viene de una franquicia.

En un mercado en el que las grandes franquicias dominan la taquilla de manera indiscutible, y las plataformas de streaming buscan la mayor diversidad posible de producciones originales para diferenciar sus catálogos frente a la competencia, el León de Oro de Joker augura que el rumbo de la industria no cambiará pronto. Sin duda, Hollywood tomará la validación de uno de los grandes festivales de cine como una señal para encasillarse en más de lo mismo, pero al final, el poder lo tiene la taquilla. Si queremos ver más y mejor cine original, habrá que dedicarle más de nuestros centavos.