Esto no es el fin: ‘Terminator 2: Judgement Day’

La historia no siempre es como la cuentan. En Esto no es el fin le daremos lugar a los finales alternativos de tus películas favoritas. Comenzamos con Terminator 2 y el otro Juicio Final que casi llegó.

Por Jesús Chavarría

Estrenada en 1991, tras una serie de problemas legales con los grandes estudios, Terminator 2: Judgment Day no sólo representó uno de los momentos creativos más lúcidos dentro de la trayectoria del legendario y talentoso director canadiense James Cameron, sino un ejemplo de cómo reivindicar y refrescar la ciencia ficción más tradicional. Fue un momento en el que al también productor le interesaba contar historias poniendo los impresionantes alcances técnicos —aquí cortesía de Industrial Light and Magic y Stan Winston Studio— al servicio de las mismas, y no al revés, como sucedió con Avatar (2008).

Esto a través de una genial conjunción de elementos vinculados por completo a su contexto, manteniendo un discurso crítico y reflexivo dentro de una propuesta que no traiciona nunca su clara vocación de entretenimiento y espectáculo —no por nada se convirtió en la segunda película más taquillera de la historia hasta ese momento—. Asimismo logró un natural empoderamiento de su protagonista, gracias a una congruente evolución y lejos del afán comercial que hoy lo convierte todo en una tendencia. Por si fuera poco, de paso demostró que las segundas partes también podían ser buenas, en una época en que pensar lo contrario era una ley.

Sin embargo, esta historia que incluyó el adjudicarse cuatro premios Oscar y dar inicio a un popular universo fílmico, podría no haber sido tan afortunada, pues al igual que sucedió con su predecesora, The Terminator (1984), se manejó la posibilidad de que tuviera un final diferente.

En aquella ocasión los productores presionaban para que sobreviviera el personaje de Kyle Reese —un soldado protector proveniente del futuro encarnado por Michael Biehn—, eliminando la secuencia posterior con el último ataque del exterminador —papel que catapultó al buen Arnold Schwarzenegger— para dar un respiro conciliador al espectador vía una salida por demás convencional.

En el caso de la secuela, la idea implicaba encontrar a una muy mayor Sarah Connor —interpretada por la inolvidable y dedicada Linda Hamilton—, quien en el año 2029 seguiría haciendo grabaciones con su testimonio sobre los hechos previos a un futuro que nunca llegó a suceder. La veríamos sentada en una banca de aquel parque que antes se hacía cenizas en sus apocalípticas pesadillas debido a una explosión nuclear, observando jugar a su nieta y su hijo John. Como la fecha que se consideraba la del Juicio Final —29 de agosto de 1997— ya habría pasado, John se desempeñaría como senador y encabezaría la resistencia en otro campo de batalla, el de la política, cumpliendo así con su destino.

 

Si bien esta conclusión era elaborada e igualmente congruente, traicionaba el tono de fatalidad propio del concepto y le quitaba las profundas implicaciones que colocaron a la cinta por encima del promedio dentro del género. Curiosamente dicho final era la idea original del mismo Cameron. Es decir, en esta ocasión fueron las cabezas del estudio quienes acertaron al convencerle de dar marcha atrás, para elaborar la sugerente y agridulce conclusión que vimos en pantalla y que dejaba la posibilidad abierta para que la humanidad eligiera el camino.

Pero tampoco nos engañemos. Este recurso únicamente se aplicó con la intención de mantener viva la franquicia y poder seguir con el negocio, y no porque tuvieran un compromiso con la complejidad del resultado de la obra. Aunque lo importante es que lo hicieron, y todo pasó a formar parte de la serie de anécdotas y curiosidades que nutren la mitología fílmica generada alrededor de Terminator 2, entre las que se incluyen una buena cantidad de escenas eliminadas e ideas descartadas —como la de traer de regreso al ya mencionado Kyle Reese como un nuevo exterminador o llevar a Sarah a viajar en el tiempo—, que iban de lo desconcertante e ilógico a lo disparatado y absurdo. Éstas se pueden ver, al igual que el corte del director, como contenido extra en algunas ediciones para DVD y Blu-Ray.

Por supuesto, si el también responsable de Aliens (1986) y Titanic (1997)  se hubiera mantenido fiel a su idea, la saga prácticamente se hubiera cerrado y posiblemente nos hubiera ahorrado ese puñado de producciones que fracasaron al intentar darle una correcta continuidad. Hablamos de la desastrosa Terminator 3: Rise of the Machines (2003) —con todo y su exuberante exterminadora femenina que rayaba en él ridículo—, la medianamente interesante Terminator Salvation (2009), el forzado e innecesario reboot Terminator Genisys (2015) —que presenta la peor versión de John Connor—, sin mencionar las dos temporadas de la entretenida pero descafeinada serie de televisión de 2008, The Sarah Connor Chronicles.

Pero bueno, digamos que fue un pequeño costo con tal de que Terminator 2, a ritmo de «You Could Be Mine” de Guns’n’Roses, luciera un final digno, sin el cual seguramente no tendría el estatus de joya dentro de la ciencia ficción, y quizás ni siquiera estaríamos hablando de ella en estas páginas.

Ya veremos si con el inminente estreno de Terminator: Dark Fate, la secuela directa que marca el regreso del reparto original y que dirige Tim Miller, la franquicia encuentra una merecida redención. La oportunidad está ahí, y pues como dijera en uno de sus diálogos: «El futuro no está escrito. No hay destino sino el que hacemos por nosotros mismos”.

Si te gusta Terminator 2, lee también: Esto no es el fin: Blade Runner