La La Land














Tanto en la vida como en la pantalla grande, la alegría pura y sin adulterar es algo que no se encuentra tan fácil. Eso es lo que hace a la irresistible La La Land de Damien Chazelle una película aún más entrañable. Además de ser una mirada cercana a los musicales clásicos de MGM, es una carta de amor a todo el género, tan ligera en sus pies como Fred Astaire, tan grande en el corazón como Judy Garland. Así como Whiplash de Chazelle fue intensa, La La Land, especialmente la primera mitad, es libre y sin preocupaciones, impulsada por un puñado de canciones nuevas (pónganse de pie Justin Hurwitz, Benj Pasek y Justin Paul) y la trama se vuelve llevadera gracias a la química entre Gosling y Stone.

La película recibe mucho sabor de su retorcida herencia. Es una versión indie americana de una versión new wave francesa de un clásico del género americano: tiene parte de New York, New York, parte The Umbrellas Of Cherbourg, parte Singin’ In The Rain. Una mejora de mayor presupuesto al cortometraje musical de Chazelle Guy And Madeline On A Park Bench, la historia – aspirante a actriz Mia (Stone) conoce a pianista de jazz Seb (Gosling), todo es miel sobre hojuelas hasta que la oportunidad se interpone entre ellos – es la mismísima simplicidad, pero es avivada por trucos narrativos muy al estilo Pulp Fiction. La caprichosa genialidad de la película se presenta en la secuela inicial. En papel, la idea de que en un embotellamiento en la carretera de la nada unos tipos se pongan a cantar y bailar suena tan atractivo como una endodoncia sin anestesia, pero en este caso un solitario cantante va creciendo hasta estallar en el flash mob mas grande del mundo capturado perfectamente por la cámara de Chazelle. El cliché se convierte en un disturbio de color y euforia. Más tarde Chazelle abraza por completo la cursilería (Seb y Mia bailan entre las estrellas, en el Observatorio Griffith, y cantan bajo luces tenues en las calles) pero aún así todo el amor que le tiene la película a lo retro no se siente empolvado. Es al revés, el ingenio y puesta en escena de Chazelle hacen que lo vintage se sienta nuevo.

vía Cine UK

Gran parte de esta brillante y deslumbrante cualidad cae en los actores principales. Después de haber compartido escenas en Crazy Stupid Love y Gangster Squad, Gosling y Stone tienen a su favor una química de sobra. Seria fácil reducir a Mia como una tipa melosa, pero Stone pasa por muchos colores, de luminosa a emotiva a angustiada – la melancólica forma en que canta la balada «Audition (The Fools Who Dream)» seguramente será reciclada por La Voz México por años.

Si Stone es el corazón de la película, Gosling es el alma, atrapado entre el arte y el comercio, tan temperamental como se lo permite el género (tampoco le da miedo hacer el ridículo). No son los mejores bailarines del mundo pero se divierten tanto haciéndolo que no vas a tener más remedio que unirte a la diversión.

vía Cine UK

Puede llegar ser un poco lenta. Están tan envueltos en el drama indie de la relación entre Seb y Mia que casi se olvidan de que están haciendo un musical para el tercer acto. Sin embargo, esto no diminuye los poderosos encantos de esta película de amor hecha con amor. Es difícil imaginar otro film del 2017 que logre llegar a un nivel emocional más alto.