«Un gran drama no necesita disparos»: ‘Moonlight’














Es obvio que al director de Moonlight, Barry Jenkins, le importa muy poco el arma de Chéjov. En una película ambientada en Miami con dos personajes que son dealers y solo puede verse una pistola en dos ocasiones. El dramaturgo ruso Chekhov habría argumentado que estas pistolas desperdiciadas son entonces inútiles para la trama, pero viendo la segunda obra de Jenkins nada se siente innecesario. Esa es la belleza de Moonlight, no solo hace que todo se sienta profundamente relevante, si no también hermoso de alguna manera.

Esto es todo un logro, ya que cuenta con escenas de bullying en el patio de una escuela y el abuso psicológico a manos de una madre adicta al crack (Naomie Harris) y se centra en un personaje, Chiron, que se siente alienado por su sexualidad. Sin embargo, trabajando con el fotógrafo James Laxton, Jenkins le da a Moonlight una calidad visual que coincide con el título, impregnando cada escena con un brillo sobrenatural – ya sea en una clase de natación en el resplandeciente Oceano Atlántico o Chiron de adolescente aliviando el dolor de la golpiza metiendo la cabeza en un lavabo lleno de hielos. Jenkins se ha resistido admirablemente al estilo de documental falso que caracteriza muy seguido a las películas de temas callejeros y fuertes y en vez de eso sustituye los brillos por los colores saturados.  

Esto no lo vuelve un ejercicio de estilo sobre substancia. La atención de Jenkins está igualmente enfocada en sus personajes y en los actores que los interpretan. Hay similitudes con Boyhood de Richard Linklater en la forma en que Moonlight captura de manera astuta  el tortuoso y sinuoso viaje de niño a adulto, aunque Chiron se presenta de manera más tradicional que Mason de Linklater – retrata en tres capítulos separados su vida usando tres actores diferentes. Pero eso no lo hace menos impactante.
Si se pudiera compartir el Oscar a mejor actor, Alex Hibbert, Ashton Sanders y Trevante Rhodes estarían en primer lugar por su igualmente valiente y totalmente absorbente representación tres en uno de Chiron (basado en parte en el mismo Jenkins y parte en Tarell Alvin McCraney, quien escribió la obra In Moonlight Black Boys Look Blue, la cual sirvió de inspiración para el guión de Jenkins).

Hibbert es desgarrador como el pequeño retraído, abandonado a su propia suerte durante largas horas en las que su madre se ausentaba. Sanders exuda una explosiva incomodidad como un adolescente desgarbado y bulleado, atrapado en una encrucijada donde podría ser motivado por ira o por amor. Y Rhodes vende un encanto casual con una sensación de áspero desasosiego como el criminal de 26 años y dentadura de oro que regresa a la misma encrucijada de décadas atrás. Es muy raro ver a tres actores diferentes interpretando al mismo personaje de manera tan convincente y, de manera muy sabía, Jenkins les da casi el mismo tiempo en cámara para que el peso de Chiron se reparta parejamente.

Aunque la historia es llevada por un solo personaje, Jenkins lo envuelve en un elenco secundario impresionante. La estrella de House of Cards y Luke Cage, Mahershala Ali, domina el primer capítulo como Juan, un astuto dealer que se encariña con el joven Chiron quien, percatándose del vacío de figura paterna en la vida del niño, se jura protegerlo. Ali es un actor acostumbrado a encarnar a tipos rudos, pero aquí le toca mostrar  la clase de ternura que jamás esperarías ver en este “tipo” de actor. 

Mientras tanto, Naomie Harris destaca en el papel que se acerca más al cliché del ghetto: Paula, la madre de Chiron adicta al crack. De hecho, al principio se mostró renuente a aceptar el papel, disparando su alarma de “estereotipo negativo” y Jenkins la convenció explicando las raíces del personaje en su propio pasado y en el de McCraney. Por suerte para la película lo logró, porque aunque la forma en que Paula trata Chiron es aterradora, el amor que le tiene sigue siendo fuerte y se puede sentir el dolor de su lucha como madre soltera, aún cuando no existe ni una sola referencia sobre eso en el guión. Es una actuación ejemplar y el mejor y más rudo trabajo de Harris a la fecha—esto lo vuelve más impresionante tomando en cuenta que esto se logró durante su tiempo de descanso en el tour de prensa de Spectre.

Un gran drama no necesita del disparo de un arma. Puede llegar con la misma efectividad con un niño solitario bañándose con líquido de limpieza y agua calentada en la estufa, o compartiendo un toque a la orilla del mar, o escondido bajo las miradas fijas entre dos hombres sentados en la mesa de un café. El disparo de una pistola es demasiado fácil y Moonlight es todo menos fácil – pero en la manera más hermosa.