10 películas de terror mexicanas que tienes que ver

Diego Cohen es director, editor, productor, escritor, actor, camarógrafo y compositor; es además parte del colectivo El Sindicato del Terror y es socio fundador del Centro de Estudios Cinematográficos, y de “Grotesque”, empresa especializada en la producción y distribución de largometrajes estrictamente de género (Terror, Thriller, Sci-Fi, etcétera).

Como experto nos recomienda las 10 películas de terror mexicanas que no puedes perderte.

“Debo decir, a modo de presentación de esta lista, que fue motivada tomando en cuenta múltiples factores, que pueden ir más allá de la calidad de la obra misma, o su efectividad genérica, y tienen que ver también con virtudes como impacto, valor histórico, e influencia, tanto en un plano cinematográfico, como personal.”

 

Veneno para las Hadas (Carlos Enrique Taboada, 1984):

Todo a destacar; La perspectiva infantil, dirección de actores, trazo escénico, el lenguaje cinematográfico en función de una historia absolutamente perturbadora. El ritmo, el tono. La inteligente ambigüedad en la narrativa, en principio, la historia es presentada bajo un velo de inocencia, y, en un crescendo magistral, evoluciona delicadamente hacia una naturaleza totalmente sombría y aterradora.

Cronos (Guillermo del Toro, 1993):

 

Una película que alude al terror clásico, combinado con un realismo mágico inherentemente folclórico mexicano. La subyacente tristeza y fatalidad que se desprende de la relación entre los personajes complementa la identificación con los mismos, que son los que determinan esencialmente la motivación dramática de la historia, a la vez que refleja y fortalece el tema central de la obra, que finalmente gira en torno a la idea de la persistencia del amor, filial en este caso, aún ante las peores circunstancias.

 

Más Negro que la Noche (Carlos Enrique Taboada, 1975):

Mediante la creación de atmósferas siniestras, el silencio y la oscuridad, la película provoca una sensación de suspenso constante, y creciente a modo que la trama se desarrolla. La perspectiva femenina, imperante en la obra de Taboada, logra reflejar también una posible otredad que contrasta con la realidad social de la época.

 

Ahí va el Diablo (Adrián García Bogliano, 2012):

La idea central, el Diablo, o el mal en sí, como parte fundamental del individuo, con la posibilidad de ser expresado por cualquiera, es reflejada a través de la unión de dos temas que funcionan complementariamente, el paranormal, relativo a mitos y leyendas, y el social, a través la existencia de un secreto familiar, que a su vez alimenta el creciente suspenso. Una propuesta distinta al trabajo anterior de Bogliano, madura, cautelosa, que mezclando lo extraordinario y lo cotidiano mantiene la intriga hasta el final.

 

El Vampiro (Fernando Méndez, 1957):

Dos características realmente valiosas de esta obra son, por un lado, la adaptación a la realidad mexicana de los elementos alegóricos fundamentales del género, y subgénero de Vampiros; y por otro, la interpretación de un personaje que logró posicionarse como emblema del cine de terror mexicano.

Somos lo que hay (Jorge Michel Grau, 2010):

En primera instancia, el tema del canibalismo es lo que resulta atractivo; ser tratado a través de la perspectiva del núcleo familiar, con una fotografía que refleja la obscuridad de los personajes, y presentando como motivación central la causa de esa extrema desintegración social a partir de un núcleo familiar desvirtuado.

 

Km 31 (Rigoberto Castañeda, 2006):

La película que marca el inicio de lo que podría considerarse la «Nueva era» del cine de género en México. Siendo también la película de terror más exitosa de la historia del cine mexicano, marca de algún modo un cambio de época, evidenciando el gusto y la aceptación del público por la propuesta de cine de género nacional.

 

Santa Sangre (Alejandro Jodorowsky, 1989):

Plagada de metalenguaje, simbología, y la construcción de un imaginario a través de imágenes que aluden a un entendimiento primordial, convierte la historia de un asesino, dentro de su bizarra cosmovisión, en una obra de arte.

 

Atroz (Lex Ortega, 2015):

Más allá de su virtud como la película más violenta de la historia del cine mexicano, presenta una historia, desde la perspectiva de un complejo personaje que, a su vez, refleja el funcionamiento
de una sociedad que crea a sus propios monstruos.

 

Muñecos Infernales (Benito Alazraki, 1961):

A pesar del desafortunado envejecimiento, y la inevitable comedia involuntaria dados elementos que pueden ser considerados naturalmente ingenuos por el público adulto contemporáneo, esta película marcó de algún modo mi interés primordial por el género.