Entrevista FICM – ‘Sanctorum’, de Joshua Gil: que se acabe el mundo

Cuando nos encontramos con el director Joshua Gil, su segundo largometraje, Sanctorum, tiene poco más de un mes de haber cerrado la Semana de la Crítica en el Festival de Cine de Venecia. “Fue una experiencia increíble”, nos cuenta, “el poder presentar la película ante un público plural y muy exigente. Fue una sala de 800 personas completamente llena, y tuvimos la fortuna de conocer a mucha gente interesada en la película, recibir invitaciones a otros festivales. Fue muy catártico”.

El filme ha pasado también por los festivales de Tribeca y Toronto, antes de su parada en el 17º Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM), donde compite en la selección oficial de largometraje mexicano.

Es por ello que conversamos con Joshua Gil sobre la creación de este largometraje, desde el nacimiento de la idea hasta aspectos técnicos de la producción.

Cine: Escribes, diriges, produces, fotografías y editas esta película que es hablada un 95% en lengua mixe. ¿Supuso un reto la barrera del lenguaje?

Joshua Gil: Fíjate que decidir hacerla en mixe fue algo muy orgánico, porque cuando estaba yo explorando dónde filmarla, y que empecé a conocer a los personajes y los lugares, me di cuenta que su personalidad era distinta cuando hablábamos español que cuando ellos hablaban su idioma. Como que se transportaban en una atmósfera muy diferente, y guturalmente también da una sensación sonora muy interesante.

Así que conforme íbamos avanzando y les contaba mi idea, cobró mayor sentido filmar en su lengua natal. Tuve mucha suerte porque hice amistad casi inmediata con los personajes con quienes filmé, hubo mucha empatía y me brindaron su confianza. Así que tuve mucha libertad de decirles ‘necesito que me ayudes a decir esto como tú lo harías en tu idioma. Y otra cosa que me gustó es que ellos se concentraban más en sus acciones, porque para ellos ya era muy cotidiano hablar su idioma. Fue una barrera que se rompió muy rápido.

 

Hay en la película imágenes muy impactantes del cielo nocturno. ¿Dónde se filmaron y qué se requirió?

Narrativamente hablando, trato de acceder al universo en un sentido metafísico en el que hay dos planos, el superior y el inferior, pero que son unidos por los personajes. Para mí era muy importante sentir cómo nosotros somos parte de ello, no en el sentido de tomar una nave espacial y salir, sino que el universo está aquí abajo con nosotros.

En lo técnico, hicimos esas tomas en el desierto de Uyuni (Bolivia). Fuimos un equipo de tres personas e hicimos pruebas, pues es una combinación de técnicas entre time lapse y fotografía fija, más algo de estudio para conocer la posición de las estrellas. Tardamos unos tres días en hacerlas, y es algo que no se puede filmar en cualquier época del año, tiene que ser durante marzo o abril, para tener una capa de agua muy delgada y el cielo despejado. Entonces tienes esa sensación de que la cúpula celeste se ve arriba y abajo.

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‘Sanctorum’ (2019). Cortesía de Caoluma Films.

Los sonidos también juegan un papel primordial en Sanctorum. ¿Qué puedes contarnos sobre el diseño sonoro?

Tuvimos mucha suerte en ese sentido porque un gran amigo, Sergio Díaz (Roma), diseñador sonoro, aceptó trabajar conmigo de nuevo. Fue un año de trabajo creativo, diseñar los espacios sonoros, es decir la personalidad de la película. Decidimos ir por una mezcla de 7.1 canales porque aún no hay suficientes salas con Atmos, y la experiencia se iba a reducir así, más que amplificar.

El diseño sonoro como tal lo iniciamos prácticamente unos meses después de la edición, aunque no estábamos ni cerca del corte final. Ésta y el diseño sonoro fueron casi en paralelo, y se iban complementando.

 

Ya adentrándonos en cuestiones de guión, ¿de dónde viene la idea para esta película?

Nace de investigaciones reales sobre la criminalización del campo mexicano. Leí artículos que hablaban sobre una generación de niños que estaba siendo criada dentro de campos de siembra de heroína y marihuana, porque la mano de obra ya no estaba en la región, los hombres se habían ido con el narco o habían migrado. Así que quienes cultivan ahora, por necesidad, son niños y mujeres.

Esto obviamente habla de la situación del campo mexicano y de estos grupos vulnerables, que en su mayoría son de origen indígena. Esto me dio angustia, por lo poco sensibles que somos al dar por hecho que el campo mexicano está bien, cuando la realidad es la contraria. Estos niños y mujeres son perseguidos por el ejército mexicano e inculpados por el narcotráfico, cuando en realidad sólo son empleados por día por los grandes terratenientes. Si llegan los militares y los agarran, a ellos les da igual. Los dueños de esos campos ni siquiera están cerca de ahí. Es una realidad actual de nuestro país, y para mí era importante mostrarla. Si está sucediendo y no somos sensibles a ello, para mí es un signo de completo Apocalipsis.

 

¿Por ello te decantas por representarla desde una ficción metafísica y no desde el documental?

Sí, porque el documental lo que hace es ahondar en información que ya nos da el New York Times y otros medios. Donde creo que entra la labor del cine es en hacer híbridos que permitan mostrar ciertas opciones, por llamarles de algún modo. Una de las más viables, para mí, es decir “si el mundo no es justo ni es mejor para todos, mejor que no haya mundo para nadie”.

 

Hay violencia en la película, pero tomas una distancia poco acostumbrada en el cine que retrata al narcotráfico…

Me parece que el puro hecho de tocar el tema ya representaba un riesgo, de “ahí les va otra de narcos”, como si no hubiera más temas en el cine mexicano. Pero para mí era importante hablar de ello, porque desde el punto de vista que lo hago en Sanctorum me parece que no se había platicado. Necesariamente tenía que haber violencia porque en la realidad se vive de una forma brutal. Para mí se trataba de tomar una postura visual, plástica, que denote que la conocemos. Esto es, hasta qué punto podemos poner una sola pincelada, que el espectador puede completar el cuadro con todo lo que ya ha visto.

 

Los mitos cosmogónicos de los personajes juegan un rol importante también. ¿Qué tanto llegaste a investigar sobre eso?

El guión es resultado de varias experiencias que tuve de acercamientos a pueblos indígenas. Viví en uno hace muchos años, y me encanta conocer sus historias y misticismo. Así que de todo lo que conocí tomé lo que funcionaba para Sanctorum, y cuando estaba haciendo la exploración de dónde filmar me di cuenta de que en ese lugar había muchas similitudes a otros mitos.

Por ejemplo, la relación de los humanos con los animales, su transformación en animales y viceversa, o temas tan sencillos como que puedes hacer que llueva con un rito; están potenciados en Sanctorum. Sabemos que hay gente que reza para que llueva o que la tierra florezca. ¿Pero qué pasaría si alguien reza tanto que todo ese cielo se cae en lluvia? Es una reinterpretación sonora y visual de esos elementos místicos, con el poder del lenguaje, de la palabra como invocación.

 

Si el público pudiera llevarse una sola cosa de tu película, ¿qué te gustaría que fuera?

Eso, que si el mundo no es parejo ni justo, ¿para qué lo queremos? Mejor que no lo haya.

 

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