Flamencos en el pasillo: entrevista a Sebastián Hofmann (Tiempo compartido)

Cine charló con el director de Tiempo Compartido, Sebastián Hofmann, sobre las ideas que inspiraron la historia y el particular estilo visual de su nuevo largometraje.

Por Lalo Ortega

En un paraíso artificial, dos hombres buscan para sus familias la felicidad que creen perdida, pero acaban sumidos en un lento descenso hacia la locura. En resumidas cuentas, de eso va Tiempo Compartido, la inquietante segunda película de Sebastián Hofmann, protagonizada por Luis Gerardo Méndez, Cassandra Ciangherotti y Miguel Rodarte.

La ganadora del premio al Mejor Guión en el Festival de Sundance se distingue de las temáticas y estéticas usuales del cine mexicano reciente. “Creo que es una película que se diseñó para el formato grande”, nos cuenta el director sobre la experiencia de ver Tiempo Compartido en una pantalla de cine. “Son planos más abiertos, tiene un lenguaje más cinematográfico”.

Previo a una función especial en el Cine Tonalá, conversamos con Sebastián Hofmann sobre las ideas que inspiraron la historia y el particular estilo visual de su nuevo largometraje.

¿De dónde viene la idea para la historia de Tiempo Compartido?

Mi mamá vendió tiempos compartidos durante un año de mi infancia, y yo viví en un hotel en esa temporada. Me quedé con esta idea de que es un entorno absurdo y al mismo tiempo siniestro, específicamente hablando del mundo de las ventas porque vives por comisión, entonces tienes que hacer lo que sea con tal de vender. Creo que es una interesante analogía del consumismo, el tener que venderte algo que realmente no necesitas, con ese giro aspiracional: ser alguien mejor, tener una vacación mejor, con una familia mejor.

Esos eran los temas que me interesaba explorar, y me pareció que el mundo de los tiempos compartidos era una pendejada que necesitaba ser representada en el cine.

Has mencionado que existía un corte más gráfico y grotesco de la película. ¿A qué te referías?

En el rodaje me atreví a filmar ciertas imágenes, como de un turista que se está asoleando y se le achicharra la piel. O había una secuencia que no terminó en el corte final, que era como una coreografía de baile con Miguel Rodarte, y cortábamos a una toma subacuática de unas piernas peludas con una trusa, y de pronto empezaba a salir la nube amarilla (risas).

Lo hicimos con mangueras, era toda una maniobra filmar eso. Pero creo que es una película que polariza, y lo más complicado era encontrar un balance. Traté de ser mucho más respetuoso con el espectador, a diferencia de mi primera película (Halley), con la que no me puse ningún freno, es muy gráfica. Con Tiempo Compartido me pregunté qué tanto era un capricho mío por poner imágenes grotescas, y qué tanto aportaban a la historia y las temáticas sin perder el sentido.

Hay dos motivos visuales recurrentes: los colores en neón y los flamencos. ¿Por qué te decidiste por ellos?

El tema de los flamencos es una historia curiosa, pues no estaban en el guión. Fuimos al scouting en el Hotel Princess (en Acapulco) y ellos viven ahí, en la laguna artificial a un lado del bar, son como parte del mobiliario. Me acerqué al coguionista (Julio Chavezmontes) y me emocioné mucho, pues me parecía una muy bonita analogía de los dos personajes principales. Los flamencos vuelan kilómetros por el sur de México, el Caribe y Centroamérica para emigrar, pero a los del hotel les cortaron las alas, así que están atrapados en este paraíso artificial.

Fue por los flamencos que pedí a la vestuarista que la camisa del personaje de Miguel (Rodarte) fuera de ese tono de rosa, pues él es como otro pájaro más que está rondando por el hotel.

Respecto a los colores neón, me acerqué al cinematógrafo (Matías Penachino), y le dije que la película tenía que sentirse artificial, lo más lejana posible a la realidad. Queríamos esa textura como de catálogo de revista vacacional que te dan en el avión.

Los personajes están siempre en un ánimo inestable, como al borde de desquiciarse. ¿Cómo se prepararon los actores y cómo los dirigiste?

Fue un proceso muy enriquecedor para mí, pues nunca había trabajado con actores tan preparados, reconocidos y premiados. Hubo mucha comunicación antes de filmar hasta que todos entendíamos la película de la misma forma.

Cada uno es distinto, así que no fue igual el trabajo entre Miguel y yo, que con Luis Gerardo o con Cassandra. Ella hace mucho la tarea, es una actriz que viene de una escuela de teatro muy purista, es muy clavada, investiga y llega siempre con preguntas para desmenuzar a su personaje hasta encontrar la esencia.

Así que me acerqué con mucho respeto a ellos, y juntos nos empujamos para llegar al límite. Fue un trabajo de mucha confianza, sobre todo de ellos hacia mí por hacer una película así, con un director como yo que nunca había hecho algo de esta escala, y era más conocido por hacer cine bizarro para festivales.

En cuanto a escala, ¿qué crees que hace falta en el cine mexicano para que se hagan más películas así?

Esta película se ve más cara de lo que fue en realidad. Una parte del dinero salió de EFICINE, otra vino de un fondo importante de Europa por ser coproducción con Holanda, y el resto es capital privado.

Creo que hay películas que deben tener una cierta escala para que funcionen en un nivel de exhibición o manufactura, para poder competir con el monstruo del norte. Así que le daría más cancha a ciertas producciones para obtener más fondos de EFICINE, aunque tener coproducciones también ayuda mucho.

Tiempo Compartido está en cartelera desde el 31 de agosto de 2018.