Incels y armas de fuego: ¿por qué la controversia con ‘Joker’?

Como una de las películas más esperadas – y premiadas – en lo que va del año, Joker no ha estado libre de controversia. Ha habido discusiones triviales, como uno de sus actores afirmando que esta clase de películas son para niños. Pero también ha habido términos como incels e incitación a la violencia corriendo en la conversación.

Con el estreno a la vuelta de la esquina, la controversia alrededor del filme se ha exacerbado. Los motivos tienen que ver con la violencia por armas de fuego, cada vez más común en varias entidades de Estados Unidos. En 2012, James Holmes irrumpió en una sala de cine portando armadura y un rifle de asalto, y abrió fuego sobre los asistentes de una función de The Dark Knight Rises, en Aurora, Colorado. Hubo 12 víctimas mortales y 70 heridos (Holmes hoy sirve 12 cadenas perpetuas).

En una carta dirigida a Warner Bros. (vía The Hollywood Reporter), el estudio responsable por Joker, las familias de las víctimas expresaron su preocupación porque la película inspire más crímenes similares. “Mi preocupación es que una persona que esté allá afuera – y quién sabe si sea sólo una – que esté al borde de colapsar, que quiera convertirse en tirador, se sienta incitado por esta película. Y eso me aterra”, expresó la madre de una de las víctimas, Sandy Phillips.

El tiroteo “fue perpetrado por un individuo socialmente aislado que se sintió que la sociedad era “injusta con él”, y actuó”, lee la carta. “Como resultado, nos hemos comprometido con asegurarnos de que ninguna otra familia tenga que atravesar el absoluto infierno que hemos experimentado y el dolor con el que seguimos viviendo. Créannos, nunca desaparece”.

Como apuntó The Denver Post en su momento, no hubo evidencia policial de que Holmes se hubiera inspirado por el Joker en la trilogía de Christopher Nolan para cometer el crimen. Sin embargo, dada la función en la que sucedió, y que el tirador había teñido su cabello de rojo, varios medios retomaron rumores de que el villano había sido su inspiración. Típico sensacionalismo y tiranía del clic.

En días recientes, Warner Bros. ha respondido a la polémica. En un comunicado, el estudio manifestó:

“La violencia por armas de fuego en nuestra sociedad es una problemática crítica, y extendemos nuestras condolencias a todas las víctimas y familias impactadas por estas tragedias. Nuestra compañía tiene una larga historia de realizar donaciones a víctimas de violencia, incluidas las de Aurora, y en semanas recientes, nuestra compañía matriz se ha unido a otros líderes de negocios en un llamado a una legislación bipartidista para atacar esta epidemia. Al mismo tiempo, Warner Bros. cree que una de las funciones de las historias es propiciar conversaciones difíciles alrededor de temas complejos. Pero no nos equivoquemos: ni el personaje ficticio Joker, ni el filme, son una aprobación de violencia real de ningún tipo. No es la intención del filme, ni de los cineastas ni del estudio presentar a este personaje como un héroe”.

El director de Joker, Todd Phillips, la defendió en una entrevista para IGN. “La película hace declaraciones sobre la falta de amor, traumas infantiles, la falta de compasión en el mundo. Creo que la gente puede manejar ese mensaje”, expresó. 

“Para mí, el arte puede ser complicado y, casi siempre, el arte está destinado a serlo”, añadió. “Si quieres arte sin complicaciones, quizá quieras dedicarte a la caligrafía, pero el cine siempre será un arte complicado”.

 

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Joaquin Phoenix, protagonista del filme, planteó un argumento similar: “Creo que la mayoría de nosotros podemos decidir la diferencia entre el bien y el mal. Y quienes no, son capaces de interpretar lo que sea en la manera que quieran. La gente malinterpreta letras de canciones. Malinterpretan pasajes de libros. Creo que no es responsabilidad de un cineasta impartir moralidad al público, o la diferencia entre el bien y el mal. Para mí eso es obvio”.

El ejército de Estados Unidos emitió alertas (vía iO9) sobre posible violencia de incels en funciones de Joker, lo que sin duda sólo echó más leña al fuego.

Está claro que la problemática es más compleja, y que hay varios lados por dónde abordarla. Un buen punto para comenzar es con ese término que ha ido y venido en la conversación: los incels.

 

¿Qué son los incels?

El término puede rastrearse hasta la década de los 90, cuando tenía un significado inherentemente ligado al mundo de internet, pero mucho más inocente. Según Vox, éste era el nombre de una comunidad de apoyo en línea para quienes buscaban un sentido de comunidad que, por timidez o inseguridad, no podían encontrar en el mundo real. Se describían con una frase: “involuntary celibacy” (“celibato involuntario”), acuñada (irónicamente) por una mujer canadiense.

Sin embargo, como todo lo que es bueno y puro en internet, el término ha sido corrompido por gente con intenciones menos inocentes. Hoy ha sido adoptado por grupos de hombres solteros en internet que no buscan precisamente apoyo. Quienes actualmente se describen como incels promueven la violencia y la supremacía masculina. En 2018, Alek Minassian se dijo a sí mismo un incel en redes sociales, antes de arrollar deliberadamente con una camioneta a varios peatones. El ataque fue inspirado por Elliot Rodger, quien en 2014 asesinó a seis mujeres y varios hombres. A las primeras, por negarle tener sexo con él. A los segundos, por llevar mejores vidas que él. 

Estos ataques han sido aplaudidos por ciertos rincones oscuros de internet, donde se han propagado mensajes llamando a atacar a mujeres con ácidos o a realizar violaciones masivas.

Más que una comunidad en línea, como plantea The New Yorker, los incels se han convertido en una ideología política violenta alrededor de “la injusticia de que mujeres jóvenes y bellas se nieguen a tener sexo con ellos”. La misoginia manifestando su resentimiento, para ser más claros. Se trata de grupos que validan sus propias nociones: que la sociedad es injusta con ellos, por su ineptitud social y falta de atractivo físico.

Como plantea el mismo artículo, titulado La ira de los incels, estos grupos también se suscriben a la supremacía blanca, ideología fundamentalmente distinta, pero emparentada por un sentimiento de ira por exclusión en la sociedad.

 

¿Qué tiene que ver Joker con todo esto?

Es fácil establecer un nexo entre la violencia incel y Joker. El protagonista del filme, Arthur Fleck (Phoenix) es claramente un hombre solitario, socialmente inepto, varado en casa al cuidado de su madre, desprovisto de cualquier contacto sentimental o sexual de otra mujer. Incluso sin haberse estrenado la película, los avances plantean que la humillación en televisión por parte de su ídolo, el comediante Murray Franklin, es uno de los acontecimientos que detonan su descenso hacia el crimen. En otras palabras: nuestro protagonista encaja perfectamente en el perfil.

Está la legítima preocupación de que el filme – aún por estrenarse – pinte un retrato glorificado y romántico de un personaje que es, simple y llanamente, un criminal. Sin embargo, antes de afirmar tal cosa hay que hacer algo tan sencillo como obvio: ver la película.

Y antes de atribuir a la pantalla de cine la cualidad de incitarnos mágicamente a cometer crímenes, hay que comprender que los incels, la crisis de tiroteos en Estados Unidos y la violencia son consecuencia de problemáticas mucho más complejas. Asignar culpas – sobre todo de manera desinformada como en el caso de Aurora – a una película es desviar la atención al verdadero problema. No es casual que cada vez que hay un evento de estos, legisladores estadounidenses acusan a “los violentos videojuegos” como una influencia negativa en la juventud.

La realidad es otra: además de un muy laxo control en la compraventa de armas de fuego en el país del norte, suele haber factores que van desde las enfermedades mentales a traumas por abuso físico o psicológico entre quienes perpetran estas matanzas. El resentimiento y la misoginia son la cereza de un amargo pastel de la sociedad, problemáticas serias que deben abordarse por sí solas. Son demasiados los ingredientes para culpar a un producto audiovisual como el aliciente.

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Lo que nos lleva de vuelta a los argumentos de Phillips, Phoenix e incluso Warner: “la función de las historias es propiciar conversaciones difíciles alrededor de temas complejos”. Se trata de uno de los roles primordiales del arte, y del cine como arte. En lugar de acusar a una película de lavarnos el cerebro, ¿no deberíamos tomar los temas que nos propone y debatirlos? ¿De qué carece nuestra sociedad que hay individuos dispuestos a despojarse de cualquier moral y ceder ante el odio?

Críticos de publicaciones tales como Time o IndieWire – quienes ya vieron la película – han hablado explícitamente de los peligros de retratar a Arthur Fleck bajo una luz empática (una lectura que cada quien le dará al filme, o no, una vez que lo hayamos visto por nuestra cuenta). Es otra preocupación legítima por sí misma, ya que después de todo, ninguna obra de arte (o producto de la cultura pop, en su defecto) existe en el vacío: es un reflejo del mundo que le rodea.

Pero incluso en el peor escenario posible, en el que Joker en realidad sea una irresponsable apología de los incels, ¿de verdad subestimamos tanto nuestra propia capacidad de discernimiento? Quizá ayude recordar que éste es un payaso salido de un cómic donde un millonario corre en las azoteas vestido de murciélago por las noches. En un mundo que ha tenido a Taxi Driver por más de 40 años, sería bueno recordar que es bueno tener películas que nos incomoden. No para censurarlas, sino para reflexionar sobre ellas y sobre nosotros mismos. Con suerte, algo bueno saldrá de ello.