La bella y la bestia













“Live-actionificar” no es una palabra. Pero es muy posible que lo sea pronto, tomando en cuenta el paso frenético con el que Disney está transformando sus clásicos animados en películas con personas reales. El Libro de la Selva, Dumbo, El Rey León…es solo cuestión de tiempo para que tengamos a un Hércules de carne y hueso. Las más recientes adapataciones han recaudado una considerable cantidad de dinero. Aún así, aquellos encargados en rehacer La bella y la bestia seguro tuvieron un presentimiento – parecido, digamos, al de alguien que se acerca a un castillo lleno de vajillas.

Muchos han intentado adaptar este clásico cuento de hadas de 1740 en el que Disney basa su película, desde La niñera y Presidente con Fran Drescher, hasta la versión francesa con Léa Seydoux y Vincent Cassel. Eso, añadiéndo la inmensa presión que aportan los fans de este clásico animado, de haber salido mal, Disneylandia habría sido arrasada por una muchedumbre con picos y antorchas. Por suerte, este no fue el caso. Bajo el liderazgo de Bill Candon, quien ya tiene experiencia manejando a fanáticos enardecidos después de hacer dos películas de Crepúsculo, este film salió muy bien logrado. 

Por otro lado Bill Candon, siguiendo los planos puestos por su predecesor, acierta en todas las notas, agregándole unas nuevas de su propia cosecha. Tiene algunas fallas, pero es más probable que salgas de la sala de cine con una sonrisa y una canción pegada.

La historia se mantiene sólida: esencialmente camina de las manos (bueno, una mano y una pata) en donde dos lectores se enamoran. Ayudados por una variedad de artículos domésticos con conciencia, todo se mantiene entre esos dos personajes, pero Candon supo escoger bien a sus actores.

Dan Stevens aparece ahora en forma humana en un prólogo nuevo, donde el vanidoso príncipe aparece todo emperifollado, con maquillaje tipo David Bowie, rodeado de admiradoras, antes de que aparezca una hechicera que lo maldice con lo que francamente es un castigo desproporcionado. De ahí en adelante es modalidad bestia, con una voz gruesa y cuernos gigantes, lo que lo hace ver como el hermano más cool y mejor vestido del fauno en el El Laberinto del Fauno. La tecnología usada para llenar de pelo a Stevens varía en calidad, pero eso no le quita la fuerte actuación que maneja. Por más que ruge su alma torturada, él sigue presente.

Por el lado de la Bella, Watson encanta a la audiencia desde el número inicial, en el cual la heroína tolera a una aldea entera de idiotas que cantan lo que debería ser un monólogo interno. Watson se enfrenta una escena difícil, seguida de otra – canciones a todo pulmón, peleas con muebles parlantes, intercambios emocionales con una bola de pelo gruñona – pero encuentra la combinación perfecta de inocencia y valor. Además, no suena como Fran Drescher, lo que es una ventaja monumental.

vía Cine UK

El reto era ganarle a la versión animada de 1991. Y aunque no siempre lo logra – la canción de la taberna con el bully megalómano Gastón, Luke Evans (en esta versión, un poco más cómodo con el homicidio) y su secuaz LeFou (Josh Gad, interpretando el personaje como un Hobbit menos agraciado y robándose un poco la película) no le llega a la marca de la versión animada. Pero lo logra donde cuenta: en el baile principal y en la cena. Aquí, Bella es agasajada con vajillas danzantes, servilletas serviciales y un candelabro con la voz de Ewan McGregor. Coreografiado audazmente todo se siente como un viaje de ácido en la cocina. Es el mejor momento de la película.

La cinta tiene problemas dándole rostros a objetos inanimados y más aún logrando hacerlos atractivos a la vista; al igual que con Baloo en el Libro de la Selva, la antropomorfización foto realista no va de la mano de lo adorable. En este caso una taza de té guiñando el ojo es particularmente perturbadora. Pero las voces son divertidas, sin olvidar a Sir Ian McKellen como Cogsworth, un reloj de cuerda que dice cosas como “todo funciona como reloj suizo”.

Con unos arreglos a la trama y un puñado de nuevas canciones— es 45 minutos más larga que su predecesora, pero la victoria está en que el tiempo extra pasa volando—, este es un musical desvergonzado de corazón y alegre que tiene energía de sobra. Definitivamente un film nada bestial.