Las niñas bien, la eterna lucha de clases mexicana

En Las niñas bien, la directora deja al lado el humor negro del texto original para adentrarse en una crítica social más dura

 

Directora: Alejandra Márquez Abella

Actúan: Ilse Salas, Cassandra Ciangherotti, Paulina Gaitán, Johanna Murillo

Duración: 93 minutos

★ ★ ★ ★ ☆

 

Sinopsis

Bolsas Chanel, fiestas, mansiones, clubes deportivos, shopping en Europa… Es la década de los 80, y Sofía (Salas) es una joven de la clase alta mexicana que vive en una burbuja social. Cuando estalla la crisis económica del 82, ella debe enfrentarse a una realidad que nunca quiso ni imaginó conocer.

https://youtu.be/Zxz-idKlcRA

 

Desde hace un año, las productoras mexicanas han tenido el interés de adaptar novelas del libro a la pantalla, suceso que no ocurría tan seguido desde hace varias décadas —esto se hacía recurrentemente en la Época del Cine de Oro de México—. A estas reinterpretaciones pertenece Las niñas bien, la novela de humor negro en la que Guadalupe Loaeza criticaba a la élite del país, y que fue increíblemente recibida en el 87 por ser tan cercana a la realidad. Décadas después de su lanzamiento, los temas que se retratan en el libro siguen vigentes, y es por eso que halla su espacio en la actualidad.

Después de sorprendernos con su ópera prima, Semana Santa (2015), Alejandra Márquez Arbella regresa al cine con Las niñas bien. En su nuevo título, la directora deja al lado el humor negro del texto original para adentrarse en una crítica social más dura y directa, donde los protagonistas luchan por conservar sus privilegios sin importar lo que tengan que aparentar o hacer para conseguirlo; mientras juzgan a quienes con su trabajo logran destacar en su círculo social sin haber nacido en él.

Además del tono, de esta producción se aplaude la fotografía de Dariela Ludlow, que resulta bastante específica en lo que quiere mostrar. Por un lado están los planos abiertos para mostrar la opulencia de los personajes. Lo mismo ocurre con los planos a detalle de los vestidos, maniquíes y los rostros de las protagonistas, especialmente el de Ilse Salas, quien con sus expresiones faciales logra transmitirnos la desesperación de su personaje, Sofía. La actriz no sólo proyecta el temor de estar perdiendo todo lo que ha tenido siempre, también muestra el dolor de verse desamparada ante las deudas y una inminente realidad de sus amistades, quienes le dan la espalda y critican cuando más las necesita.

Algo sobresaliente, además de las soberbias actuaciones, es el diseño de producción y arte de Sebastian Álvarez-Icaza y Claudio Ramírez Castelli. La decoración, muebles y lugares en donde esta historia se lleva acabo es minuciosa y detallista. El vestuario, por parte de Annai Ramos, retrata a la perfección la moda ochentera que utilizaban las mujeres con poder socioeconómico alto y que generalmente era ropa que compraban en sus viajes a París —o en el Palacio de Hierro, si estaban en su peor momento, como es el caso de Sofía—.

Con todo esto, y un poquito más, el filme se convierte en un retrato crítico directo —no cómico, no con ligereza— de una parte de nuestra sociedad que vive con el miedo de perder respeto y estatus social que presumen, de pasar el día con lo que sobrevive cada mexicano promedio, y hasta de convivir con sus connacionales. Pero Las niñas bien también logra trascender porque, en este momento de la industria cinematográfica, es importante encontrar la tan conocida “female gaze” en nuestro cine.

Veredicto

Es indispensable verla por su calidad pero sobre todo por el momento en el que vivimos, para analizar cómo es que después de tantos años de esta publicación siguen vigentes los puntos que critica la novela. Tiene escenas que seguro se recordarán por mucho tiempo, como aquella que involucra al presidente que decidió defender “como perro” a nuestra moneda nacional.

Por Andrea Rendón

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