Luis Miguel, la serie: entre la realidad y la ficción

Redacción: Miguel Ángel Lapuente.

Colaboración: Gerardo Villarreal, Alma Leticia García y Alejandro Valentín Mata

En México existe una tendencia por la conspiración. Me enteré de la eventual transmisión de una serie sobre la vida de Luis Miguel porque escuché a una persona asegurar que su fecha de estreno estaba planeada para evitar que la mayor cantidad de gente viera el primer debate presidencial. 

Este tipo de teorías tiene una influencia real sobre el pensamiento de mucha gente; sin embargo, hay otras personas que no les prestan mucha atención. Con la perspectiva que suele otorgar el tiempo, hoy creo que era una mejor idea ver el primer capítulo de la serie que ser testigo de lo que  se convertiría en una propuesta de un candidato presidencial: “ Vamos a mocharle la mano a los corruptos”. Literal.

Cuando pienso sobre qué escribir en este segundo párrafo, se me viene una frase a la cabeza: Luis Miguel nunca ha sido santo de mi devoción. Pero la verdad es que no le hace justicia, si tomamos en cuenta que siempre me ha caído mal y detesto lo que yo creo que representa, el Mirreynato, un tema que ha analizado Ricardo Raphael y que es mucho más complejo que cualquier analogía que yo trate de hacer. Esta animadversión argumentó durante un tiempo mi negativa para ver la serie, y cuando digo un tiempo quiero decir dos semanas.

Esos días uno de mis hermanos visitó la ciudad para ver a su novia. Una de las actividades que siempre conlleva su visita es ver la televisión, algún partido, película o una serie. Nos sugirió a mí, a mi novia y a dos amigos, ver el primer capítulo de la serie de Luis Miguel, el cual ya había visto y le había parecido interesante. En un principio – ustedes ya saben por qué – me opuse, pero poco pude hacer para evitar que lo viéramos. Mi casa es históricamente un desmadre, pero siempre ha sido democrática. La mayoría decidió, lo vimos. ¿Y qué les puedo decir, amigos? Caí.

 

¿MANIFIESTO CONTRA LA INTELECTUALIDAD?

La transmisión de la serie se convirtió en un fenómeno mediático reflejado en diferentes plataformas sociales. A un mes del estreno, Spotify reportó que las reproducciones de las canciones del cantante aumentaron un 64 por ciento diario. Durante y después de cada capítulo logró posicionarse como trending topic en Twitter, con una cantidad inmensa de memes que recolectaban los medios de comunicación para presentarlos como noticia, al igual que los hechos relatados en la serie, los cuales eran sometidos a un trabajo de verificación con el fin de dar a conocer qué había sido real y qué ficción.

Imagino que las personas que trabajaron en su realización le auguraban éxito a la serie, pero me queda la duda: ¿alguna vez se imaginaron que tendría este impacto? Daniel Krauze, uno de los guionistas, me confiesa que desde el inicio del proyecto vislumbró que la serie iba a tener mucho éxito, pero las dimensiones que ha cobrado eran imposible de imaginar.

“Yo me puedo colgar la medallita de haber presentido que iba a tener mucho éxito desde el principio. Tengo hasta los correos electrónicos para probarlo. Recuerdo haberle escrito a Carla González (la productora) para decirle que estaba muy seguro que tenían algo muy especial entre manos. Pero ese éxito que pensé que tendría la serie no es el éxito que tiene ahorita, es algo abrumador, increíble”.

Julio Patán es un escritor y periodista que sabe algo de televisión y cultura, y me explica que la popularidad de la serie se debe al conjunto de elementos de la serie estadounidense y la telenovela mexicana, lo cual se podría definir como una mejora de las producciones tradicionales, y al sentido crítico que tiene sobre la cultura pop.

En redes sociales encontré con un texto de Guillermo Núñez Jauregui, escritor y ensayista, en el que critica la poca intriga que genera el relato. Cuando hablo con él me dice que la gente ve la serie porque les recuerda a otro México. “¿Existe una especie de añoranza por otro tiempo?”, le pregunto.

“La nostalgia que ha provocado no se debe a que aquellos tiempos eran mejores, sino que lograron capitalizar un momento de la cultura popular más inocente, como se ha llegado a presentar en series estadounidenses; sin embargo, esa inocencia no termina de representar la década de los 80 porque fue una época en donde el liberalismo y neoliberalismo mostraron otros aspectos negativos”.

Por otro lado, lo popular suele generar recelo y existen personas que creen tener una superioridad moral por no sucumbir ante los gustos mundanos que otorga la cultura pop, pero el éxito que ha tenido la serie podría considerarse como un manifiesto en contra de la condescendencia por parte de la intelectualidad.

“En los sectores intelectuales históricamente se han manifestado en contra de la televisión como también la han hecho con el fútbol, es decir, con una crítica lapidaria que en el fondo esconde un placer culposo. Esta serie terminará imponiéndose sobre nuestra ‘mamonería’”, agrega el autor de México bizarro.

 

LA NOSTALGIA Y LOS MILLENNIALS

Mi madre no tiene cuenta de Netflix. No tiene una serie favorita y no concibe lo que ahora denominan como el Binge Watching, ese gusto o necesidad de aventarse un maratón de capítulos sin descanso. Ella vino de visita durante los días que nos enterábamos – los que por nuestra edad no sabíamos – que el “Negro” Durazo apoyó la carrera de Luis Miguel y no podíamos creer que a cambio, Luisito Rey le ofreció a Marcela, la razón de nuestra angustia.

Un día salí a trabajar, le expliqué cómo entrar a Netflix para poner la serie y me despedí asegurándole: “Te va a gustar, jefa”. Cuando regresé me sorprendió que había visto todos los capítulos – ya les dije que mi madre no pasa muchas horas frente a la televisión – y me contó todo lo que recordaba sobre Luis Miguel con ese tono que tiene, como si siempre estuviera relatando un cuento, y un poco de nostalgia.

La serie contiene varios componentes melancólicos, pero el principal es el mismo Luis Miguel, un personaje que transmite soledad y tristeza, lo cual puede ser atractivo. Patán me explica que la nostalgia no es instantánea: la añoranza de los 60 se presentó 20 años después y lo que vemos ahora es la nostalgia por los 80 y 90.

Amigos me contaron que veían la serie cada domingo con su familia y habían mantenido pláticas con sus abuelas sobre el tema. Sin duda, uno de los efectos que tuvo la serie fue ese encuentro entre distintas generaciones. Una historia que evoca al pasado causó la recuperación del viejo hábito de sentarse en familia frente a la televisión.

“Me di cuenta que había vuelto esta costumbre cuando escuchaba a la gente quejarse por una escena sexual porque la estaban viendo en familia, esto me recordó a los tiempos en los que me juntaba con mi hermano y mi mamá a ver Cuna de lobos. Regresó a México ese ritual televisivo”, asegura Krauze.

Es paradójico que surja este efecto mientras atestiguamos cambios representativos en las industrias culturales, como la televisión, la cual pasó de tener un modelo de flujo a uno bajo demanda, en el que se puede consumir el contenido deseado en el horario más conveniente.

Antonio Calderón, profesor asociado del Departamento de Ciencias de la información de la Universidad de Monterrey, indica que distribuir el contenido a través de Telemundo en Estados Unidos y Netflix para México y otros países fue una estrategia que tuvo consecuencias positivas.

“En este sentido la serie sienta un precedente para seguir explorando estrategias de distribución que redefinan los modelos de negocios que se tienen en la industria audiovisual”, añadió el también director de Radio UDEM.

 

EL ORIGEN DEL MISTERIO

 

Javier León Herrera es un periodista español que trabajaba en México y Miami para un medio español; en 1995 de visita en Madrid por las vacaciones de fin de año se enteró por algunos colegas sobre unas quejas hacia Luis Miguel por parte de la familia de su padre. Le dijeron que si le interesaba la nota tenía que ir a Galicia y hablar con su tío, Mario Gallego, mejor conocido como «Tito». Al llegar el ambiente le pareció extraño. Habló con él, y después de un rato, con unas copas de más, Tito le dijo a Bocajarro: “Ya sé que has venido a matarme. Hazlo en cuanto antes”. Se sorprendió tanto que decidió investigar más.

Al mismo tiempo, Juan Manuel Navarro, ex reportero del periódico El Norte, quiso localizar a Marcela Basteri para entrevistarla. Cuando logró comunicarse con su familia en Italia se enteró que llevaba 10 años desaparecida y le pidieron que le avisara a Luis Miguel porque su abuelo Sergio estaba muy enfermo y no se quería morir sin saber nada de su hija.

Al ver el trabajo que estaba haciendo Juan Manuel, Javier lo contactó, le explicó que él había encontrado datos interesantes en España y le sugirió que se juntaran para trabajar en una investigación, la cual se convirtió en un libro titulado: Luis Mi Rey. Y 20 años después les compraron los derechos para hacer la serie.

 

Cuando Daniel Krauze se enteró sobre la realización de la serie le manifestó a Carla González su interés por participar. La productora había leído su trabajo literario y lo invitó a que formara parte del equipo de escritores, el cual se redujo con el tiempo. Vía telefónica le pregunto a Krauze qué fue lo más complicado en la realización del guión.

“Fue un reto monumental tener que condensar una vida así de dramática en trece capítulos sin recurrir demasiado a la ficción, respetando la vida del personaje. Sabíamos que se iba a transmitir semana a semana y cada capítulo tenía que ser un gancho que atrapar a al espectador. A esto súmale los límites de tiempo y los nervios por saber si a la gente la iba a gustar”.

Navarro me expresa que está contento con el trabajo de la producción y considera que no pudo haber mejor staff para la realización de “una serie que llegó para romper paradigmas”.

Por otro lado, Herrera me confiesa que desde el aspecto profesional, es muy emocionante ver la información que manejó durante tanto tiempo reflejada en la pantalla chica, y que le causó mucho orgullo que el propio Luis Miguel escogiera su libro como base para la historia.

UN PERSONAJE EXTRA: EL MEME

El escritor Carlos Velázquez dice que “memear a veces suele ser humano” y que “los verdaderos genios de este siglo no se dedican a las finanzas, ni a la medicina, ni a la robótica, ni al software. Manufacturan memes”

Si algo garantizaba cada capítulo era una producción masiva de memes en torno a los hechos que se relataban cada domingo. Este fenómeno se podría definir como una continuación alternativa, en la cual los espectadores pasaban a burlarse de algunos personajes y relacionarlos con otras realidades.

Herrera afirma que este fenómeno es uno de los mejores termómetros para medir el éxito y me revela que ha guardado varios memes por su ingenio. Incluso aprovecha la oportunidad para felicitar a los autores.

Krauze no piensa diferente y me confiesa que ver las reacciones del público en las redes sociales será lo que más va a extrañar. “No hay palabras para decirte qué tan divertido fue. Me la paso lanzando adjetivos, pero no hay otra manera de describirlo”.

Vivimos en la era de los memes, sí, pero también en tiempos donde cada vez es más difícil distinguir la realidad y la ficción al estar expuestos a una excesiva cantidad de Fake News. Los medios se han visto obligados a repensarse; durante las campañas electorales atestiguamos el surgimiento de Verificado, una plataforma que desmentía información falsa viralizada en redes sociales.

Esta tendencia de verificación se añadió a la serie, ya que cada semana los medios de comunicación investigaban qué había sido real en la serie y qué no.

Al final de todos los capítulos se especifica que la serie está basada en testimonios, entrevistas y en una biografía, pero se clasifica como una obra de ficción. A Guillermo Núñez le llama la atención y afirma que esto causa un afán revisionista en los espectadores, quienes se han convertido en cazadores de datos.

“La serie de Luis Miguel tiene esta virtud en las redes sociales y juega con los medios de comunicación. Esto es un fenómeno cultural, no entenderlo como tal nos impide hacer un análisis profundo sobre el tema”, asevera Patán.

Después del último capítulo la gente citó una canción de Luis Miguel para describir su sentir: “No, no me puedes dejar así”, decían. ¿Sentí lo mismo? Sí, me sorprendí desilusionado por no saber qué pasó con Marcela. Fui un espectador más que veía la serie para distraerse de sus actividades cotidianas y como muchos otros llegué a pensar que nos revelarían un misterio que las autoridades nunca pudieron resolver. En el país donde la mayor parte de los feminicidios quedan impunes, la ficción brinda esperanza.