‘Mad Max’: 40 años de caos y decadencia

Mucho tiempo antes de que Tom Hardy y Charlize Theron derrocaran al tirano de una sociedad post-apocalíptica en Fury Road, Mad Max iba de un mundo pre-apocalíptico. Pero “pre” apenas por un poco. La sociedad estaba al borde del colapso, con las reservas de gasolina en sus límites, y la amenaza del colapso económico y social en el horizonte. El rostro de Max Rockatansky entonces era el de un tal Mel Gibson, un desconocido hasta ese momento.

Hoy, Mad Max de 1979 se considera un clásico de culto que, contra toda probabilidad, dio inicio a una franquicia cinematográfica. En su tiempo, sostuvo el récord Guinness para la película más rentable jamás hecha. Su presupuesto de $350 mil dólares australianos (según el propio Miller) son cacahuates comparados con su recaudación mundial de $100 millones de dólares (estadounidenses).

Fue filmada estilo guerrilla. Miller y el productor Byron Kennedy no podían obtener permisos para cerrar vialidades y filmar secuencias de acción. Más que nada porque no había el marco legal para ello: su natal Australia no hacía producciones de este nivel. La visión original para la historia era en un futuro lejano y devastado, más parecido a lo que vimos en Fury Road, pero dado el limitado presupuesto, tuvieron que limitar sus expectativas a una época más cercana. “En un futuro no muy distante no habrá civilización”.

Finalmente, Miller concibió la película como “cine puro”, una historia expresada casi predominantemente con imágenes.

“Básicamente quería hacer una película muda, pero con sonido. La clase de película que Hitchcock diría ‘no hacía falta que leyeran los subtítulos en Japón’ (…). Una vez que me interesé en el cine como imágenes en movimiento, miré a la era silente. Y me impresionaron particularmente los filmes de Buster Keaton y Harold Lloyd, y esos montajes de acción muy cinéticos que hacían. Creo que eran los verdaderos maestros de esa época”.

Y pensar que George Miller no era un cineasta, sino un médico.

 

Mad Max fue inspirada, en parte, por las experiencias de Miller en la sala de urgencias y sus vivencias de la infancia en la región rural de Queensland. “Carreteras planas. Terrenos arcillosos. Bruma calorífica. Tierra quemada. Y una intensa cultura automotriz”, ha descrito el director.

“La avenida principal de la ciudad los sábados por la noche, estaba repleta de chicos con sus autos. Para cuando salimos de la adolescencia, muchos de nuestros conocidos habían muerto o quedado heridos en accidentes automovilísticos. Había largas carreteras planas sin límite de velocidad, y la gente se dejaba ir. Obviamente eso me dejó impresionado”.

La gota que derramó el vaso, para Miller, fue ver la carnicería de estos accidentes en la sala de urgencias. Esa fue parte de la inspiración para el mundo apocalíptico de Max.

Sin embargo, como buena película de ciencia ficción, Mad Max también tuvo algo que decir sobre su propia época. Esto se atribuye al hombre que coescribió el guión junto a Miller, James McCausland, a la sombra de la crisis petrolera de 1973. En protesta al apoyo de Estados Unidos a Israel en la guerra contra Egipto y Siria, la Organización de Países Árabes Exportadores de Petróleo embargó sus exportaciones al país norteamericano. Esto sacudió su economía y desafió su posición como potencia mundial.

“George y yo escribimos el guión de Mad Max sobre la tesis de que la gente haría lo que sea para mantener sus vehículos en movimiento, y la suposición de que las naciones no tomarían en cuenta los enormes costos de proveer infraestructura para energías alternativas, hasta que fuera demasiado tarde”, escribió McCausland para The Courier Mail de Australia.

La ópera prima de George Miller no sólo desató una icónica franquicia (su secuela, Fury Road, se considera de las mejores películas de acción en la historia). Al definir cómo luce el futuro de nuestra sociedad en el cine (de paso inspirando incontables referencias e imitaciones), Mad Max retrata nuestro propio fin, impulsado por nuestra propia dependencia a la gasolina. A cuatro décadas de distancia, es un relato de ciencia ficción que, a pesar de sus autos anticuados, se ha vuelto atemporal.

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