Obra maestra Cine: ‘Inglourious Basterds’

Hace una década, Quentin Tarantino reescribió la historia mundial en Inglourious Basterds a punta de salvajadas y con un nuevo héroe: el cine.

Por Lalo Ortega

Las películas de Tarantino tienen tal popularidad que, sin quererlo, ya son una especie de broma: junto con Amélie, es común verlas en los memes que se burlan de quienes presumen un gusto cinematográfico “refinado” (lo que sea que eso signifique). Y es comprensible: son accesibles por su factor coolness, y apasionantes por el virtuosismo de su también guionista para escribir secuencias de tensión tan palpable como la sangre en la pantalla.

Pero de igual forma, para el cinéfilo iniciado, la filmografía del director nacido en Tennessee es como una infinita madriguera de conejo, repleta de las referencias más clavadas al cine y a la cultura pop, mismas que el cineasta seguramente descubrió durante sus días como trabajador del videoclub Video Archives de Los Ángeles.

En más de un modo, Tarantino es el arquetipo del cinéfilo posmoderno, con un bagaje cinematográfico inmenso del que, como director, toma prestado todo lo que puede, lo pone en una licuadora y de todas formas obtiene algo que no sólo se siente único, sino que desprende un evidente amor por el cine. Una pasión desbordada al grado de endiosarlo, que es justo lo que hace con Inglourious Basterds (Bastardos sin gloria). En la visión tarantinesca del mundo, el cine ha salvado al mundo… con una buena dosis de brutalidad de por medio.

Es curioso que se le considere como filme bélico cuando, de hecho, casi no se libra ninguna batalla en sus dos horas y media de duración. Nation’s Pride, el filme propagandístico en el que Fredrick Zoller (Daniel Brühl) se interpreta a sí mismo, es una de las pocas excepciones y ni siquiera es un combate como tal, sino la recreación de uno. Películas dentro de la película: las guerras en Inglourious Basterds se pelean por medio del celuloide.

Al menos así lo es con los personajes europeos de la película, como Bridget von Hammersmarck (Diane Kruger), la actriz alemana que trabaja como doble agente para los Aliados. El teniente Archie Hicox (Michael Fassbender), el crítico de cine británico que, por sus conocimientos cinematográficos, es puesto a cargo de la Operación “Kino” (cine, en alemán). Incluso el renegado sargento teutón, Hugo Stiglitz (Til Schweiger) debe su nombre a un actor mexicano.

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‘Inglourious Basterds’ (2009). Cortesía de Universal Pictures.

El momento culminante es, claro, la venganza de Shosanna Dreyfuss (Mélanie Laurent), quien opera un cine en la capital francesa durante la ocupación. Luego de que Zoller propone el lugar para el estreno de su película, Shosanna pone en marcha su plan: atrapa a los nazis en el cine (el lugar), les prende fuego con el cine (el celuloide) mientras los atormenta con el cine (la imagen de sí misma en la pantalla, que regresa de la muerte a condenarlos). Con la élite nazi aniquilada, la Segunda Guerra Mundial ha concluido… en un cine.

Si bien sus películas siempre han estado (y estarán) repletas de referencias cinematográficas, es muy revelador que, desde Inglourious Basterds, Tarantino no haya vuelto a retratar al cine con tal omnipotencia (al menos que su próxima Once Upon a Time in Hollywood tenga algo que decir al respecto). El cineasta le declara su amor al  séptimo arte al reescribir la historia con películas, la hiperbolización casi absurda de sus bondades culturales.

Por ello llama la atención lo que, como película, Basterds tiene que decir de sus villanos y de sus otros héroes, los soldados estadounidenses apodados “bastardos”, liderados por Aldo “el apache” Raine (Brad Pitt). Por un lado, los nazis son retratados con un extremo nivel de sofisticación: en la taberna, el comandante Dieter Hellstrom (August Diehl) demuestra un agudo intelecto en el juego de trivia, y para el final de la cinta hemos visto al coronel Hans Landa (Christoph Waltz a tope de carisma) hablar en perfectos alemán, inglés, francés e italiano.

Los bastardos, en cambio, salen de cuevas para reventar los cráneos de sus enemigos a batazos, le arrancan las cabelleras a sus víctimas, y apenas pueden pronunciar correctamente su nativo inglés. Sin honor ni compasión, están dispuestos al más brutal de los “males necesarios” para acabar con “los malos”.

“¿Sabes algo, Utivich? Creo que ésta podrá ser mi obra maestra”. El apache enuncia esta última línea mirando a la cámara, como guiño de la complicidad de Tarantino con el espectador: ésta es también la pieza cumbre del otrora realizador. Y si algo la mantiene vigente 10 años después, es que nos pinta un mundo de cabeza. Los “buenos” son unos salvajes, no es difícil simpatizar con los “malos”, y la verdad histórica es lo último que importa.

https://www.youtube.com/watch?v=QGVAuQ2FkkU



Inglourious Basterds está disponible en DVD, Blu-Ray, descarga digital y streaming.

 

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