¿Qué hace a un clásico del terror?

Puedes ver una buena cintas de horror o un clásico del terror, por eso nuestro colaborador disecciona uno de estos filmes indispensables para tratar de descubrir:

¿Qué hace a un clásico del terror?

Por Luis De León

El cine de terror es claramente uno de los géneros cinematográficos de mayor popularidad, teniendo una fiel comunidad de seguidores alrededor del mundo e innumerables festivales de cine dedicados exclusivamente a honrar el género, así mismo existe una numerosa cantidad de espectadores casuales que sin etiquetarse “fanáticos” están dispuestos a pagar una entrada con la esperanza de ser asustados.

Pero a pesar de su popularidad no falta el debate en torno a su calidad, durante un periodo muy largo de tiempo se ha visto una tendencia de hacer películas de terror con un mayor énfasis en la cantidad de sangre o violencia, utilizando hasta el cansancio el recurso de “jump-scares” y la evidente necesidad de aprovechar el factor “franquicia” para hacer un mayor número de secuelas de menor calidad.

Sin embargo, todo lo anterior no quiere decir que el género se encuentre en declive, siempre existirá espacio para la innovación. Aun cuando parezca irregular. La mejor forma de responder a la pregunta “¿que hace a un clásico del terror?” es quizás enumerando algunos elementos de películas que gozan de dicho estatus, un caso especial seria El bebé de Rosemary.

Nota: El texto no pretende glorificar o en enaltecer las acciones del director Roman Polanski en su vida privada, es un simple análisis de una de sus películas más relevantes.

1 – Sutileza y énfasis en lo cotidiano

Para ser una película de terror con presencia de elementos sobrenaturales, estos son presentados de una manera muy sutil a lo largo de la trama. La película se enfoca en hacer un mayor énfasis en la cotidianidad, dosificándola con elementos de extrañeza y una serie de mórbidas coincidencias.

La película comienza con una joven pareja, Rosemary y Guy (interpretados por Mía Farrow y John Cassavetes) mudándose a un nuevo apartamento en Manhattan. Se nos establece que tienen planes de formar una familia, pero estos parecen ser dejados de lado hasta que la carrera actoral del marido despegue, lo cual siempre parece ser pronto y a la vez nunca.

Al principio no hay indicios de nada fantástico o fuera de lo común, salvo una melodía de cuna en las tomas iniciales con una cierta tonalidad inquietante. La primera desgracia comienza con la muerte de una residente del edificio, encontrada muerta en la acera de la calle en lo que presuntamente parece un intento de suicidio.

Rosemary conoció y habló con la joven pocos días antes de su muerte, esta le explicó que vivía con una pareja de ancianos con los que no tenía ninguna relación sanguínea, pero fue acogida por ellos tras pasar por una situación de calle y drogadicción. Esta tragedia abre un canal de comunicación entre Rosemary y dichos vecinos, los Castevets.

Estos personajes son presentados como personas chismosas, extravagantes y de raras costumbres, pero fuera de eso parecen ser hospitalarios y con buenas intenciones. El verdadero horror que se nos presenta no es de origen sobrenatural, sino de la incomodidad que surge tras la invasión de la privacidad a medida que las visitas de estos vecinos se van haciendo cada vez más regulares y sus consejos se van imponiendo en decisiones que deberían ser de consentimiento para la joven pareja.

2 – La Carga psicológica

La única prueba de que hay algo más allá de lo cotidiano se presenta en un sueño con una evidente connotación sexual junto a imágenes rápidas que dan a entender la existencia de una entidad demoniaca, pero al ser parte de un sueño pasa a segundo plano y el resto de acontecimientos se van desarrollando con completa normalidad.

Cuando Rosemary finalmente queda embarazada, poco a poco vemos indicios de que algo va mal, la protagonista entra en un creciente estado de palidez y debilidad. Notamos como la presencia de los vecinos se hace todavía más invasiva al ser ellos quienes asumen parte de los cuidados de la embarazada, trayéndole raros brebajes que encima son incentivados por consejos del doctor encargado de deliberar el parto (recomendado también por los mismos Castevets).

Existen ciertos comentarios que dan pie a teorizar la existencia de una conspiración entre los ancianos vecinos y el resto de amistades que le acompañan, sin embargo, lo más doloroso es ver cómo la protagonista es despojada de tomar decisiones propias; es alejada de amistades previas a su mudanza y es desincentivada de hacer cosas normales como leer libros que le ayuden a entender mejor su embarazo. Por esto, el filme es considerado una metáfora de la liberación femenina.

Poco a poco, la paranoia se cierne sobre la protagonista pero sus gestos de independencia y desapego son vistos para el resto de personas como las actitudes de una mujer neurótica que necesita de cuidado. Los intentos por escapar se vuelven inútiles, cuando logra pedir algún tipo de ayuda externa es llevada de vuelta a las garras de sus captores.

El efecto de horror recae en la imposibilidad de ser escuchado y la imposibilidad de reaccionar contra aquellos que coartan las libertades. Es una pesadilla desde el ámbito más humano y personal posible.

3 – Nada está puesto al azar

Quizás algo que hace aun más valiosa esta película es que tras una segunda visualización se vuelve mucho más enriquecedora. Detalles pequeños, comentarios casuales y conexiones que no fueron del todo explicitas al principio, son mucho más evidentes una vez que se conoce cuál es el giro final en la historia.

Se nos hace aun más evidente como todo estuvo planificado desde un principio. Había una razón de ser para todo, dejando muy poco a la casualidad y algo tan simple como un comentario sobre la carencia de cuadros en la pared, una prenda de ropa perdida o una simple habitación vacía, reaparecen de forma intencional tras largas horas de haber sido mencionados y que creíamos habernos olvidado por completo de aquellos detalles.

Aunque pueda ser algo muy subjetivo el clasificar una película como “clásico en su género” (en este caso un clásico del terror), no parece ser una coincidencia que estos elementos también son compartidos por muchas otras películas igual de memorables, tales como El Resplandor, El exorcista e incluso casos recientes como El legado del diablo.

No son aterradoras por tratar con fantasmas, demonios o posesiones demoniacas sino porque saben apelar a terrores más profundos vinculados a nuestra psique, cosas que nos parecen tan cercanas y realistas como una familia disfuncional o la propia inestabilidad mental. Se trata de casos donde se enfatiza y se promueve más el crear atmósferas que los propios sustos.

Si buscar ver un clásico del terror, aquí algunas recomendaciones: