¿Algún día el cine de superhéroes podrá ser arte?

Primo cercano de las películas de clase B, el cine de superhéroes ha buscado ganar reconocimiento al mejorar sus valores de producción, pero, ¿podrá alcanzar la categoría de «arte»?

Por Luis Jurado

En enero de este año, al presentarse la lista de nominados al Óscar a mejor película, sorprendió que estuviera contemplada Black Panther (2018, Ryan Coogler). El anuncio rápidamente encendió las redes sociales, ya que tanto sus productores y protagonistas así como el público asiduo a las películas de Marvel Studios, estaban que no cabían de gusto y orgullo. Por fin un trabajo sobre superhéroes estaba contemplado en la categoría más importante.

La nominación abrió el debate sobre si es posible que el cine de superhéroes algún día sea considerado arte. Mientras gran parte de la crítica y el público son optimistas, otros dudan que llegue a pasar, principalmente porque este tipo de filmes son un gran negocio, con las concesiones que eso conlleva. A continuación tratamos de analizar si en algún momento esto será posible.

I.- La paradoja de Spielberg

Steven Spielberg ha sido uno de los principales enemigos del cine de superhéroes. Hace unos meses declaró que a estas producciones les llegaría su final porque son una moda pasajera, que ocurriría lo mismo que con el Western, uno de los géneros cinematográficos más arraigado en la cultura popular norteamericana, el cual fue muy popular y después su producción descendió hasta el grado que hoy casi no se recurre a este.

El comentario del director se dio porque, de alguna manera, los dos géneros mencionados están emparentados. En ambos, el protagonista es un individuo que por diversas razones debe salvar a personas en peligro, hacer cumplir la justicia o ejecutar una venganza. Muchas veces lo que lo lleva a cumplir este destino es que ha experimentado algún tipo de pérdida personal.

Uno de los personajes más famosos de este tipo de productos es El llanero solitario (The Lone Ranger), creado por Fran Striker y que aparecería por primera vez en un programa de radio en 1933.

El personaje es un ranger de Texas cuya unidad fue acribillada en una emboscada, siendo él el único sobreviviente de la masacre. Al ser encontrado malherido por un noble piel roja, llamado Tonto (en español se traduciría como Toro, por obvias razones), decide ponerse un antifaz para buscar a sus atacantes y lograr justicia o venganza, lo primero que se pueda. Mientras esto pasa, comienza a ayudar a quien se cruce en su camino.

El éxito del héroe fue tal, que poco tiempo después fue llevado a las tiras cómicas, al cine y al cómic. Obviamente, se puede considerar un antecedente de los superhéroes.

Fotografía: Grosby Group

II.- Superhéroes con espuelas

Aunque el cine de vaqueros comenzó prácticamente con el inicio del cinematógrafo, su auge se dio desde 1940 hasta 1960, año en que este tipo de producciones empiezan su declive. Entre otras cosas, su caída la motivaron las temáticas que empezaron a ser superadas y se consideraron un tanto naif para la época.

El género western decayó en la década en la que aparece el despertar social más intenso de la historia a nivel mundial. Comienza a hablarse de feminismo, racismo, derechos humanos, entre otras cosas.

En esos agitados días, empieza a descender la producción de películas de vaqueros. Pero irónicamente, es cuando se realizan los productos más interesantes del género.

Si bien hay grandes películas en su época dorada, como las dirigidas por John Ford, considerado el maestro del western y que logró grandes títulos como La diligencia (Stagecoach, 1939), Fuerte apache (Fort Apache, 1949) y Río Grande (1950), hay que reconocer que trabajos como los hechos en Italia (spaghetti western) y los elaborados por directores norteamericanos más independientes (western crepuscular), son los primeros en ser considerados obras maestras.

Ejemplos hay muchos: El juez de la horca (The Life and Times of Judge Roy Bean, 1972, John Huston), La pandilla salvaje (The Wild Bunch, 1962, Sam Peckinpah), Los imperdonables (Unforgiven, 1992, Clint Eastwood), Érase una vez en el oeste (C’era una volta il west, 1968, Sergio Leone), El bueno, el malo y el feo (Il buono, il brutto, il cattivo, 1966, Sergio Leone) y muchísimas más.

Para finales de los años 60, el género western ya era considerado cine culto y hoy en día, directores con gran trayectoria lo han integrado a su filmografía de forma más que interesante, ya que se han logrado obras tan maduras y personales que conquistan al público y a la crítica por igual.

Alejandro Jodorowsky es quizá el primero en llevar directamente al nivel de arte al cine de “caballitos”, como le decían despóticamente en México. Es con El topo (1970) que realiza su primera obra reconocida a nivel internacional, aplaudida en festivales y que se vuelve un éxito de taquilla inconcebible. Es un filme de culto que aún hoy en día se sigue exhibiendo en los circuitos cinefílicos. Otro latinoamericano que llevaría a este grado al western es Alejandro González Iñárritu. El renacido (The Revenant, 2016) deconstruye el género y lo fusiona con las obras herméticas y personales, cargadas de poesía y metáforas visuales, de ese genio que fue Andréi Tarkovski.

¿Algún día el cine de superhéroes podrá ser arte?
Fotografía: Grosby Group

III.- ¿Qué */@%$ es el arte?

Aunque muchos odiaron las palabras de Spielberg –que dicho sea de paso, últimamente se ha vuelto bastante retrógrada–, quizá no todo pinta tan mal para los superhéroes. Si su destino es el que pronostica el director, entonces no todo está perdido.

Ahora bien, aunque la idea de que el cine de superhéroes algún día sea considerado arte suena bastante atractiva, a diferencia del western, la tiene un poco más difícil. Empezando por el hecho de que en sí es muy complejo definir lo que es el arte.

De una forma un tanto esquemática y cuadrada, trataré de hacer entender qué diablos es esto que tanto rompe la cabeza de todos.

Lo primero que hay que hacer es olvidarse de las tonterías de Yoko Ono, que declaró alguna vez que es lo que uno quiera. En realidad no es tan sencillo como eso porque entonces los memes de gatitos se venderían en subastas millonarias y se exhibirían en los grandes museos.

No. El arte es aquello por medio de lo cual el ser humano busca expresar sus sentimientos y su punto de vista sobre la realidad en la que existe, anteponiendo esto a la posibilidad de generar una ganancia económica y cumpliendo ciertas reglas o técnicas, mismas que puede romper para generar unas nuevas.

En este sentido, una pintura o una fotografía, por el hecho de verse bonita, no es arte. Alcanza el estatus porque con ella un artista está exponiendo sus emociones sobre algo.

Aunque al creador le gustaría poder sobrevivir y obtener una ganancia de su trabajo, sabe que lo más importante es la obra realizada por sí misma y lo que representa para él, a diferencia de un artesano, que utiliza el mismo modo de expresión que el artista pero lo hace para obtener una ganancia económica. No es lo mismo, por lo tanto, una obra de arte que una artesanía.

IV.- El cómic, los superhéroes y el arte

El cine de superhéroes está basado principalmente en creaciones para cómics que no fueron generadas para expresar el punto de vista de un autor sobre el mundo sino para funcionar como válvulas de escape.

Pensemos en la llegada de Superman, considerado el primer superhéroe de la historia. Fue creado por ‎Jerry Siegel y Joe Shuster para poder lidiar, uno, con la pérdida de su madre y el otro, con el bullying que sufrió cuando pequeño. El éxito del personaje se debió, entre otras cosas, a que significaba el mayor anhelo de los niños y adolescentes que lo leían: El ser superior a todos y ayudar a los indefensos.

La mayoría de estos personajes tienen fines similares. No fue sino hasta la llegada de Will Eisner que, con la creación de The Spirit, se comenzarían a tomar en serio.

En 1986, el escritor inglés Allan Moore, acompañado por el dibujante Dave Gibbons, crearán la serie limitada Watchmen, considerada la obra maestra de la novela gráfica. Su aparición sería una verdadera revelación y haría que incluso personas que consideraban al medio inmaduro y juvenil, voltearan a verlo como algo a tomar en cuenta.

En el año 2005, Watchmen entró a la lista de la revista Time de las 100 novelas imprescindibles de la historia, poniéndose al tú por tú con El gran Gatsby de F. Scott Fitzgerald, Matar a un ruiseñor de Harper Lee, El guardián entre el centeno de J. D. Salinger o Las viñas de la ira de John Steinbeck.

Tras la obra de Moore y Gibbons llegarían otras como Batman: The Dark Knight Returns de Frank Miller y The Sandman de Neil Gaiman, que usan una narrativa madura y conceptual, más cercana la historieta europea que a la americana.

Marvel, por ejemplo, ha creado novelas gráficas y series bastante atractivas pero hasta el momento no existe alguna que sea considerada una obra de arte, quizá lo más cercano sean Old Man Logan de Mark Millar y Steve McNiven, Daredevil Born Again de Frank Miller y David Mazzucchelli o Hawkeye de Matt Fraction y David Aja, entre otras grandes aportaciones que a pesar de ser magníficas, no llegan al nivel de perfección de las antes mencionadas.

¿Algún día el cine de superhéroes podrá ser arte?
Fotografía: Grosby Group

V.- Cómo el cine se considera arte

Otra cosa a reflexionar antes de determinar si se puede tener una película de súper poderosos alguna vez en la Colección Criterion, es el entender que existen algunas categorías que es importante conocer.

La primera es el cine comercial de calidad, en el cual el cineasta usa sus conocimientos técnicos para narrar una historia, muchas veces escrita por alguien más y que busca capturar al público y la crítica por igual.

Aquí caben cintas como El cartero (Il Postino, 1994, Massimo Troisi y Michael Radford), Casablanca (1942, Michael Curtiz) o Lo que el viento se llevó (Gone with the Wind, 1939, Victor Fleming).

Esta modalidad es la más buscada porque permiten tener una ganancia económica y a su vez, poder ganar premios y prestigio. Puede ser realzado por los grandes estudios con presupuestos muy altos o por pequeños productores independientes.

Otro más es el cine de culto, que son películas que se han ganado el fanatismo de los espectadores por lo raras, atrevidas o irreverentes que llegan a ser. Trabajos como Cielo líquido (Liquid Sky, 1982, Slava Tsukerman), El show de terror de Roky (The Rocky Horror Picture Show, 1975, Richard O’Brien) o Donnie Darko (2001, Richard Kelly), entran en esta categoría.

La tercera es el cine de autor, que es llamado así cuando el director es el responsable de casi todos los aspectos de la obra con el objetivo de representar en ella su mundo personal, sus obsesiones.

Es algo difícil de definir, porque muchos creen que Tim Burton o Robert Rodríguez son autores por el hecho de que repiten su personal estilo visual, tonal y narrativo en sus trabajos, pero no es así, de otro modo, también Michael Bay lo sería.

El autor no busca complacer a un estudio o al espectador, sino que quiere mostrar su forma de ver el mundo. Gente como Quentin Tarantino, Pedro Almodóvar, Woody Allen, Nicolas Winding Refn, Arturo Ripstein, etcétera, se han encargado de mostrar un mundo personal en sus trabajos.

Ahora bien, el llamado cine de arte engloba lo mejor de estos tres tipos de filmes. Lo que lo vuelve arte es el hecho de que cumple con dos máximas que debe tener una obra para serlo: ser innovadora e irrepetible.

El mejor ejemplo de esto es Blade Runner (1982, Ridley Scott). Está clasificada como una de las mejores cintas de la historia, así como la mejor de ciencia ficción, aunque su realización fue hecha por un estudio grande, con un par de guionistas de cine comercial, actores famosos, un presupuesto elevado y un director que se ha dedicado hasta el día de hoy, a realizar filmes comerciales.

Sin embargo, el resultado final fue sorprendente, una unión de oficios poco común y sobre todo, un impactante momento de inspiración de parte de su realizador y su equipo.

Es como un reloj en el que cada engrane permite que se dé la hora de forma precisa. Cada elemento es memorable por sí solo, pero juntos logran la perfección.

Tristemente, aunque Scott después de esta ha realizado obras descomunales, ninguna ha llegado a ese nivel de perfección.

No dejes de leer: Cine de arte: ¿qué es y por qué lo llamamos así?

Fotografía: Grosby Group

VI.- El panorama actual

El cine de superhéroes, por desgracia, todavía no ha podido llegar a esto. Es un cine que por lo general aspira únicamente a la recuperación y la ganancia económica, principalmente el realizado por Marvel.

Existen, trabajos que salen de la norma, pero son escasos, casi se pueden contar con los dedos: The Dark Knight (2008) y The Dark Knight Rises (2012), ambas de Christopher Nolan, Batman (1989) y Batman Returns (1992, Tim Burton), Watchmen (2009, Zack Snyder), Captain America: The Winter Soldier (2014, Joe y Anthony Russo), Spider-Man: Into the Spider-Verse (2018, Peter Ramsey, Robert Persichetti Jr. y Rodney Rothman), Deadpool (2016, Tim Miller), Deadpool 2 (2018, David Leitch), la trilogía de Spider-Man de Sam Raimi, The Mask (1994, Chuck Russell) y Thor: Ragnarok (2017, Taika Waititi).

El grueso de la producción, sin embargo, son trabajos menores, divertidos en el mejor de los casos y que funcionan como parte de una narrativa mayor, similar a los capítulos de una serie de TV.

Hay algunos filmes independientes muy interesantes –Lo chiamavano Jeeg Robot (2015, Gabriele Mainetti), Super (2010, James Gunn), Chronicle (2012, Josh Trank), entre otras– pero por desgracia, o no llegan a las salas o no duran mucho.

Hace poco se entrenó Brightburn (2018, David Yarovesky), una excelente reelaboración del mito de Superman que pasó por las salas sin pena ni gloria. Este tipo de películas son las que más pronto podrían dar una sorpresa, ya que son muy cercanas al cine de autor y de culto pero tristemente, el público en general no parece muy interesado porque no están basados en ninguno de los personajes más populares.

VII.- Los superhéroes intentando ser cine de arte

El problema más difícil de sortear viene de la mano en lo mismo que le dio su popularidad.

Los superhéroes son seres que nacen a raíz de la necesidad de la gente de tener esperanza. Se dedican a salvar a los inocentes, a defender la justicia y en algunos casos, al universo y la vida misma. Representan lo mejor del ser humano, lo más noble, lo que a todos nos gustaría ser. Por eso son héroes.

Y lo más importante, los más famosos son propiedad de grandes estudios que seguramente harán todo lo posible por poder seguir explotándolos y no fácilmente van a permitir que Emir Kusturica haga una versión de Los 4 fantásticos, con la libertad característica del realizador.

El éxito de western crepuscular y el spaguetti western fue que los protagonistas intentan mantenerse impolutos a pesar de haber hecho cosas que no los enorgullecen, no son dechados de virtud como lo era el vaquero antes de la aparición de estas variantes.

Algunos trabajos, de alguna manera, han intentado usar al superhéroe como un antihéroe (la antítesis del heroísmo) o en su defecto, como símbolo de los deseos más oscuros del hombre. Tres obras en particular, son las que pueden tener la clave de si algún día habrá un filme de estos en la Muestra Internacional de Cine de la Cineteca:

Birdman or (The Unexpected Virtue of Ignorance) (2014, Alejandro González Iñarritu)

 

En ella, el superhéroe representa el ego de un actor que alguna vez lo interpretó en la década de los noventa, y que quiere ser reconocido como artista y no como “el que actúa de Birdman”.

El histrión es interpretado por Michael Keaton, quien representó a Batman en los trabajos de Burton. Iñárritu logra un filme maravilloso, complejo, y que representa el único de arte que ha usado un “metahumano”. Sin embargo, puede ser sustituido por cualquier otro arquetipo como un vaquero o un detective.

El héroe es usado como pretexto para poder reconocer en Keaton per se, al intérprete que difícilmente puede deshacerse del personaje que alguna vez encarnó, como pasará seguramente con Robert Downey Jr. y su Iron-Man.

Hulk (2003, Ang Lee)

 

Lee es un autor total. Es un maestro para jugar con los géneros fílmicos y demostrar sus tesis autorales, que son la necesidad del ser humano de encontrar el amor, de tener una familia y principalmente, de lo injustos que son los prejuicios morales.

Esto es el leitmotif de obras como Brokeback Mountain (2005), Life of Pi (2013) y Lust, Caution (2008). Al haber llevado otro género de culto al terreno del cine de autor, el wuxia o películas de artes marciales, en Crouching Tiger, Hidden Dragon (2000), se esperaba demasiado de su versión del gigante esmeralda de Marvel.

En él utiliza a Hulk como representación del lado oscuro del ser humano, que al ser liberado, destruye todo a su paso, pero que le permite ser libre. El progenitor del héroe es el antagonista, el responsable que su hijo sea un monstruo. El padre como responsable de lo que son los hijos, como metáfora del mal que puede provocar la falta de amor. Emplea, visualmente, referencias a las viñetas del cómic y actuaciones subidas de tono (no sobreactuadas).

Tenía todo para ser la opus magnum del género, pero muchas cosas se interpusieron al experimento de Lee, entre ellas, las imposiciones del estudio (los cameos de Stan Lee y Lou Ferrigno), el que el público al que estaba destinada –niños y ñoños– no la comprendieron y los amantes del café en la Cineteca, consideraron que era un tema poco serio.

Quizá lo más grave de todo, fue que su director no entendía tampoco lo que estaba filmando.

Mr. Freedom (1968, William Klein)

 

William Klein es un fotógrafo y cineasta independiente que se autoexilió desde los años 60 en Paris porque se cansó del sistema político norteamericano, mismo que se ha encargado de criticar en su obra.

Artista de izquierda, para Klein el superhéroe representa el peor de los valores americanos, un ser empleado para demostrar la superioridad de los gringos.

Mr. Freedom es un “héroe” al servicio de una agencia secreta, que se encarga de aniquilar a cualquier costa a los “enemigos de la libertad”, en plena guerra fría. Es enviado a Paris a detener a toda costa un complot para instaurar ahí un gobierno socialista. En el camino mata una familia de afroamericanos, a una mujer rusa, cientos inocentes que se manifiestan contra el sistema, etcétera.

Es una cinta surrealista, emparentada a las obsesiones visuales de Francisco Arrabal y Alejandro Jodorowsky, que tiene aires de Alfred Jarry y su Ubú Rey.

Incluso, el personaje de Mr. Freedom, se puede considerar la principal influencia para The Comedian, la más polémica creación de Allan Moore, el cual es parecido incluso hasta en el traje.

El filme es interesante, tiene buenos momentos, pero por desgracia, no termina de cuajar. Se impone una producción paupérrima, un actor desangelado y limitado, que termina siendo muy desagradable.

Sin embargo, a pesar de ser un filme muy fallido, no deja de ser interesante y existe cierto culto hacia él, principalmente, por lo vanguardista de su temática, muy similar a Watchmen, The Boys, Batman: The Dark Knight Returns y otros cómics.

VIII.- El futuro incierto para el cine de superhéroes

La lección que dejan estas tres cintas es, principalmente, la imposibilidad que hay en un futuro cercano de ver un trabajo sobre súper seres siendo alabado por las revistas más serias de cine, premiada en un festival europeo o simplemente, encabezando alguna muestra del séptimo arte.

Para que se pueda dar una condición como esta, deberá, para empezar, dejar de ser un género popular, lo cual significaría que en Disney por fin se rindieron de tratar de llevar a la pantalla las obras completas de Stan Lee, y quizá hasta vendieron Marvel Studios.

Otra condición será el que ya apareció una nueva generación de cineastas, formados principalmente con estas producciones, como ocurrió con los directores que crecieron viendo películas de vaqueros y cuando tuvieron la oportunidad de filmar, trataron de homenajear esos trabajos que tanto les gustaron, como los hermanos Coen (No Country for Old Men, 2007; True Grit, 2010; The Ballad of Buster Scruggs, 2018), Quentin Tarantino (Django Unchained, 2012; The Hateful Eight, 2015), Andrew Dominik (The Assassination of Jesse James by the Coward Robert Ford, 2007) y otros más.

Finalmente, la pérdida de su popularidad significaría que se volvió un culto más que una moda, que al grueso del público no le interesa mucho que digamos el ver la siguiente de The Avengers.

Esto es quizá lo menos probable que pase. A diferencia del western, del cine bélico, del de artes marciales o de la comedia musical, la industria de los superhéroes abarca mucho más ámbitos que la cinematografía.

En torno a ellos se hacen camisetas, juguetes, figuras de colección, cómics en edición especial con portadas variantes, videojuegos, series, y un largo etcétera.

Para muchos en la audiencia, ver Aquaman o Wonder Woman en la gran pantalla significa el rencontrarse con un viejo amigo y compañero de juegos y fantasías infantiles.

A la industria eso es lo que más le interesa porque significa que los espectadores están dispuestos a pagar hasta $3,000.00 pesos por ir al pre estreno nocturno de Avengers: Endgame (2019, Russo Brothers) o ir a los multiplex a verla 120 veces para despedir a Tony Stark y eso puede traducirse en enormes ganancias económicas.

Fotografía: Grosby Group

IX.- Conclusiones

Si en algún momento se puede llegar al opus magnum será seguramente con un superhéroe especial para el producto, de una editorial pequeña o un personaje menor de una de las grandes editoriales.

Quizá la película más cercana al grado de trabajo de autor, el escalón más cercano del arte, es Logan (2017, James Mangold). Se dice que Mangold y el actor Hugh Jackman presionaron al estudio para que les permitiera realizar una despedida digna para Wolverine, al que el intérprete llevaba más de 10 años representando.

En esta, a pesar de que la misión del héroe no presentaba ninguna variedad, la novedad era su tratamiento, más cercano al western crepuscular que a ningún otro filme de mutantes, con un personaje que llega al sacrificio con tal de culminar su cruzada.

Es una cinta de estudio, es cierto, que resultó un éxito de taquilla, pero que permitió a sus autores tener el control casi absoluto.

Quizá estamos frente a la semilla de lo que depara el futuro o tal vez ante el signo de que la profecía de Spielberg está a punto de cumplirse, recordemos el fracaso de Justice League (2017, Zack Snyder), la mediana respuesta hacia Captain Marvel (2019, Anna Boden y Ryan Fleck) y Ant-Man and the Wasp (2018, Peyton Reed), a casi de 20 años del estreno de X-Men, de Bryan Singer, la película que se dice, marca el inicio de la fiebre por los encapotados.

Sin embargo, sea lo que sea, si estamos ante el crepúsculo (de los héroes), recordemos que es el momento en que comienza el amanecer.

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