‘Café’: una historia familiar e íntima que te dejará un buen sabor de boca














SINOPSIS

Una familia de la Sierra Norte de Puebla vive en duelo tras la pérdida del padre. A la par, cada uno de los integrantes afrontan sus propios conflictos y preocupaciones. 

¿Cuántas veces has visto una película con subtítulos? Esta vez también deberás poner atención en la parte inferior de la pantalla, pues Café, el más reciente largometraje de Hatuey Viveros, está hablado en náhuatl en su 90%. ¿La razón? El joven cineasta te traslada a San Miguel Tzinacapan, en la Sierra Norte de Puebla, para presentarte a una familia y su proceso de duelo tras el fallecimiento de Antonio, el padre. 

Si bien la cámara te acerca a la intimidad del dolor de Tere, la madre, y de los dos hijos, Jorge y Rosario, y a la forma tan particular con la que cada uno intenta recobrar su ritmo de vida, el relato funciona para hacer un retrato de las familias rurales de nuestro país y una especie de homenaje a las tradiciones que cada región resguarda. 

Café es, igualmente, como tomarse un shot de expreso que te hará despertar o abrir más los ojos ante las problemáticas que afrontan las comunidades indígenas de México, como la falta de oportunidades que genera la extrema pobreza que ahí se anida: empleos mal pagados —Tere vende, por ejemplo, sus artesanías en 15 pesos—, los abusos que los analfabetas sufren, las complicaciones con las que se accede a la educación y las condiciones de vida de una madre soltera, entre otras dolencias que te sacudirán más que una explosión de una película de ciencia ficción. 

El primer documental de Viveros —su ópera prima fue la ficción Mi universo en minúsculas— también tiene la capacidad de emocionarte e inspirarte, como los logros profesionales de Jorge; al mismo tiempo, los momentos tan cotidianos que capta el realizador tienen espacio para un humor sencillo y espontáneo que seguro cobrarán efecto en ti.

Tampoco le reprocharás al filme sus cuestiones técnicas. Aunque algunas escenas transcurren lentamente, la película te atrapará tanto por su selección de encuadres e iluminación de cada toma, como por sus sonidos: el ruido de las campanas y las palmas de las manos golpeando entre sí para tortear la masa, cobran tal relevancia y ritmo que, de momentos, parecen la banda sonora de la cinta. 

Este armado de imágenes, diálogos y sonidos ya se proyectó con éxito en el MoMA de Nueva York —donde se presentó como parte de Docs for Night— y en el Nyon Visions du Réel International Film Festival, donde ganó el Gran Prix a Mejor película documental. 

VEREDICTO

Vale la inversión de 80 minutos. Es una historia familiar e íntima que te dejará un buen sabor de boca.