‘Cold War’: de ausencia, identidad y música

Nominada a tres premios Oscar y ganadora del premio al mejor director en el Festival de Cannes, Cold War es la más reciente película de Pawel Pawlikowski, director de Ida.

Estreno en México: 14 de febrero

Director: Pawel Pawlikowski

Actúan: Joanna Kulig, Tomasz Kot, Borys Szyc

Duración: 89 minutos

★ ★ ★ ★ ★

Sinopsis

Durante los años cincuenta de la Guerra Fría, un músico y una cantante se enamoran. Él intenta convencerla de abandonar la Polonia comunista y huir juntos a Francia.

 

Hablar de “películas de amor” suele remitirnos a esas historias (más bien bobas) en las que los protagonistas, contra viento y marea, suelen terminar juntos. El “felices para siempre” está al final de la ecuación, antes de que aparezcan los créditos.

Es común escuchar o leer que Cold War es una película de amor, pero describirla así es demasiado fácil, un reduccionismo de lo más superficial. La más reciente película de Pawel Pawlikowski no es tal cosa. O, a la inversa, otra obviedad: sí es una película de amor, pero en su forma más cruda y real, ajena al simplismo soso y azucarado.

De hecho, su sabor agridulce se hace presente desde los primeros minutos, cuando un grupo de músicos, entre ellos Wiktor (Tomasz Kot), recorren la Polonia rural en busca de canciones populares para sus arreglos. El tema del que se enamoran, y que se queda con nosotros por el resto del filme (“Dwa serduzska”), ya habla sobre “dos corazones y cuatro ojos” destinados a estar lejos.

Es evidente que la cosa va de amor, pero Cold War profundiza en éste hasta sus fundamentos y contradicciones. Cuando Zula (la impresionante Joanna Kulig) audiciona y logra unirse al conjunto Mazurek de música tradicional que dirige Wiktor, la atracción es inmediata. Su relación es tan intensa como grandes sus diferencias: la juventud y pasado campesino de ella contrastan con la edad y experiencia urbana que él carga. Con este trasfondo interpretan la iteración más bella posible (para ellos) de “Dwa serduzska”: a coro y con orquesta polaca.

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‘Cold War’ (2018). Cortesía de Cine CANÍBAL.

Cuando la cortina de hierro divide al mundo en oriente comunista y occidente capitalista, y el conjunto Mazurek se vuelve una pieza de la máquina propagandística, Wiktor y Zula conspiran para cruzar al otro lado y huir a París.

Si algo queda claro con su historia a partir de entonces, es que nada es tan sencillo. El amor de ambos es el pretexto de Cold War para retratar las maneras en que las circunstancias que nos rodean – y están fuera de nuestro control – nos transforman, unen y dividen. Dos enamorados separados, a merced de una división política arbitraria e imaginaria.

Ésta es, entonces, una historia de amor en la que éste es inevitablemente moldeado por la política, la cultura y la Historia (con mayúscula). El tiempo, la distancia, las experiencias y la ausencia transforman las identidades de los personajes de maneras cada vez más pronunciadas, expresadas con tal maestría por ambos actores que invitan a preguntarnos por qué Joanna Kulig no está nominada a todos los premios posibles.

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‘Cold War’ (2018). Cortesía de Cine CANÍBAL.

El toque maestro es el rol que juega la música – el tema principal, sobre todo – como reflejo de sus cambiantes identidades, como un tercer compañero en su viaje de quince años. De una canción popular a una orquesta polaca, “Dwa serduzska” pasa a convertirse en un tema de jazz y luego a una versión de éste mal traducida al francés. La belleza de todas sus iteraciones es innegable, pero cada una está cargada de diferentes significados según los momentos de la trama en que aparecen. Expresan, tanto como los poderosos contrastes de su fotografía, las contradicciones, choques y creciente desarraigo de sus protagonistas.

A pesar de su contexto temporal y geográfico tan específico, la de Wiktor y Zula – nombrados como los padres del director, de quienes obtuvo inspiración – es una historia en la que podemos reconocernos sin importar nuestra época o idioma. No es “de amor” en su sentido de idealismo simplista: retrata el sufrimiento que coexiste con su belleza.

 

Veredicto

La fotografía y actuaciones de Cold War son sublimes, pero en este poema de Pawel Pawlikowski a sus padres y a la añoranza de los desplazados, la música refleja el viaje emocional de la historia.

Por Lalo Ortega

 

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