El legado de ‘Batman’ de Tim Burton, a 30 años de su estreno

En pleno 2019, sería inaudito pensar en un año sin al menos cinco películas de superhéroes en cartelera. Y no sólo por el mero hecho de estrenarse, sino porque por sí solas, las películas basadas en los justicieros en mallitas son máquinas de imprimir billetes verdes, a un grado tal que suelen mantener la taquilla hollywoodense a flote. Pero si viajamos unos treinta años hacia el pasado, antes de Batman de Tim Burton, el panorama era muy distinto.

De entrada, porque la noción de un “cine de superhéroes” hubiera parecido pachequez. No podía hablarse de un interés en los cómics por parte de la industria cinematográfica: la última gran película basada en uno había sido Superman, una década atrás. Marvel Comics había fracasado miserablemente en su intento de bancarse de su popular franquicia de X-Men en la gran pantalla.

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Los cómics eran considerados “cosa de niños”. Mientras tanto, durante los setenta y ochenta, las carteleras se habían poblado de filmes como Taxi Driver, Apocalypse Now, Alien y Terminator. En cuestiones más aptas para toda la familia, Star Wars, Back to the Future e Indiana Jones eran la norma: guiones que, ante todo, eran originales, respaldados por novedosos efectos especiales al servicio de sus historias.

No ayudaba que la última vez que habíamos visto a Batman en pantalla, chica o grande, había sido encarnado por Adam West. Para bien o mal, la famosa serie de televisión sesentera (y la película basada en ella) había dejado una huella indeleble en el Caballero de la noche, más conocido por el público de entonces por bailar el “Batusi” y surfear con el Joker.

 

En 1939, Bob Kane y Bill Finger habían pintado al Hombre murciélago más como la figura oscura y atormentada que conocemos hoy, nada que ver con la encarnación de West. Batman de Tim Burton puso al personaje de vuelta en esa senda, pero ese no fue el único legado que dejó la aclamada película de 1989.

 

Batman (Re)Inicia

Mientras el público general recordaba más a Batman por Adam West, los ávidos lectores de cómics en los ochenta seguían sus brutales aventuras en The Dark Knight Returns y Batman: Year One, de Frank Miller; y The Killing Joke, de Alan Moore.

Esa era la visión que Michael E. Uslan, entonces novato escritor de cómics y rey de los fans de Batman, quería ver plasmada en el cine. Uslan se había colado en la industria del cómic por la puerta trasera, al proponer un curso experimental sobre superhéroes para la Universidad de Indiana. Pretendía hacer lo mismo con Hollywood.

“Un día, mirando por la ventana de mi departamento en Bloomington, decidí que quería ir a Hollywood y producir una película oscura y seria de Batman”, recuenta Uslan. “Tal como fue creado en 1939, como una criatura de la noche que acecha a los criminales desde las sombras”.

“Cuando el presidente de DC Comics escuchó mi meta, intentó darme consejos paternales”, recuerda. “Me dijo ‘Michael, desde que el show de TV de Batman salió del aire, nadie se ha interesado en él para películas. Está más muerto que el dodo. Ve y hazte de un nombre en el negocio del cine, y luego hablamos”.

Así se concibió Batman de Tim Burton. Y si bien suele otorgarse el crédito a él (y eventualmente, a Christopher Nolan) por devolver el enfoque oscuro al personaje, la idea en realidad vino de un nerd de los cómics con un sueño. Uslan había comprado los derechos fílmicos del personaje en 1979. Pero el siguiente acierto para consolidar esa visión, contratar al mismo Burton, sucedería casi una década después.

 

El Batman “burtonesco”

En los ochenta, Tim Burton no era más que un animador tratando de abrirse campo como cineasta. Cuando conoció a Uslan, no tenía a su nombre más que una película llamada Pee-wee’s Big Adventure, de 1985.

 

Fue su trabajo en dicho filme, con muy bajo presupuesto, que impresionó a Uslan, quien lo considera el factor definitivo para que los estudios dieran luz verde a la película. “Recuerdo que nos proyectaron un corte preliminar de Pee-wee’s Big Adventure. Salí y dije ‘por Dios, nunca he visto tal unión de diseño de arte y dirección. Este tipo es increíble’”, recordó Uslan en una entrevista de 2012 por The Dark Knight Rises. A lo largo de diversos encuentros, el productor “adoctrinó” a Burton sobre todo lo necesario sobre Batman para trasladar su visión seria a la pantalla. Convencidos de su talento, el estudio apostó con él.

La decisión no fue tan aplaudida, al menos de inicio. Con sólo las comedias Pee-wee y Beetlejuice a crédito de Tim Burton, los fans temieron que su Batman fuera a resultar en otra excéntrica comedia, más cercana a la versión de Adam West. Warner Bros. tampoco se hizo ningún favor al enlistar a Michael Keaton, entonces un comediante conocido por Mr. Mom, como Bruce Wayne. Es bien conocida la anécdota del estudio invadido por cartas de fans enojados, que criticaban a Keaton por su falta de barbilla.

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Muchos estarán de acuerdo en que Batman de Tim Burton destaca, precisamente, por ser el Batman de Tim Burton. Aunque para entonces sólo sumó Beetlejuice a su filmografía, en retrospectiva podemos decir que tanto el Caballero de la noche como su archienemigo, el Joker, son personajes que encajan perfecto en la idiosincrasia burtoniana. Un par de inadaptados, como varios otros protagonistas del cineasta, que florecen en cuanto dejan salir al monstruo, sólo que deben enfrentarse el uno al otro. El enfoque del director, de hecho, no fue tanto en Batman, sino en Bruce Wayne, tanto como en la transformación de Jack Napier (Jack Nicholson) en el temible Joker.

En colaboración con el diseñador de producción Anton Furst, Burton dota a Batman de una ambientación única, entre el steampunk y el expresionismo de Metropolis: Gotham, una ciudad fantástica e improbable, es un personaje en sí mismo. Los riesgos artísticos corridos con la cinta, igualados por muy pocas películas de superhéroes, le valieron a Batman de Tim Burton su único Premio de la Academia, por mejor diseño de producción.

El reconocible estilo del director constituye el valor artístico de Batman como filme. Sin embargo, su impacto como fenómeno cultural, para bien o mal, trasciende la marca de Burton.

 

El héroe que Hollywood merece, pero no el que necesita

En su estreno, Batman de Tim Burton rompió el récord de recaudación en taquilla durante el primer fin de semana (Ghostbusters II lo había roto apenas una semana antes). Se convirtió en la película más taquillera de su año, un fenómeno cultural que, primero, demostró que los superhéroes podían tomarse en serio.

Joel Schumacher y compañía echarían a perder la franquicia en menos de una década, pero fue gracias a Batman que Blade, X-Men, Spider-Man y la propia Batman Begins se asomaron en el horizonte en los quince años siguientes.

Pero, además, Batman generó millones en ropa, muñequitos, y toda la mercancía que hoy, típicamente, se asocia a los estrenos de su tipo. Cambió la forma de hacer marketing para los grandes blockbusters de verano. Vamos, que hasta cambió la forma en la que se hacen los blockbusters.

No es que no hubieran existido esta clase de filmes antes. En la década previa, Jaws (1975) de Spielberg marcó el origen de las grandes “películas-evento” de verano. Dos años más tarde, Star Wars hizo el concepto todavía más grande, con la mercancía accesoria. Sin embargo, ambas tienen algo en común que las separa de Batman: ambas son historias originales, concebidas desde cero para el cine. Batman, en cambio, era una franquicia preexistente que había rendido jugosos frutos monetarios. Hollywood no tardó en tomar nota.

En otras palabras, 1989 fue el año en que los grandes estudios se percataron de que el próximo gran fenómeno no tenía que estar en algo nuevo, sino en la enorme variedad de franquicias en el catálogo de la cultura pop. Batman es el inicio del boom del cine de superhéroes, porque los superhéroes pertenecen a esa vasta bóveda que incluye también literatura, teatro, videojuegos, televisión, y el cine mismo. No por nada existen tantos remakes, reboots y secuelas, eternos retornos a lo mismo, desde Star Wars a Jurassic Park y hasta las Spice Girls.

Con esto, Batman de Tim Burton marcó el ascenso de la franquicia por encima del guión, de la idea sobre el star power. Y sí, Jack Nicholson ya tenía estatus de leyenda cuando se puso el maquillaje del Joker. Sin embargo, quién interpretaba al personaje era una preocupación secundaria: lo importante era que Batman y Joker por fin llegarían a la pantalla grande.

Muy al estilo de James Bond, la figura de estos personajes ya es más grande que cualquier actor que llegue a interpretarlos. Y sí, siempre habrá quién se enoje porque el tipo de 10 Things I Hate About You fue el Joker, o porque el vampiro brillante de Twilight será el nuevo Bruce Wayne. Ellos son sólo pequeños engranes temporales en una enorme maquinaria, diseñada para fabricar en serie una entrega de la franquicia tras otra. Con suerte, alguna tendrá el mismo corazón que el director de Beetlejuice le imprimió a la suya.

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