‘El tercer asesinato’: la obra más compleja de Hirokazu Koreeda

Estreno: 1 de junio

Directora: Hirokazu Koreeda

Elenco: Masaharu Fukuyama, Kôji Yakusho y Shinnosuke Mitsushima

⭐⭐⭐⭐

Sinopsis:

Shigemori (Fukuyama) es un exitoso abogado que sigue el caso de un exconvicto que, después de 30 años, confiesa un nuevo crimen. Durante su investigación, el hombre encuentra pistas que le hacen dudar de la culpabilidad de su cliente.  

En medio de la oscuridad, un hombre camina por un espacio amplio y solitario. De pronto, otro sujeto le pega en la cabeza y vemos a la distancia cómo lo masacra a golpes. Después, el asesino baña el cadáver con gasolina y le arroja un cerillo encendido. Las llamas iluminan el rostro del criminal en el que es imposible distinguir emoción alguna, tal vez sólo expresa cierto malestar por el inconveniente de tener que limpiar su ensangrentada mejilla izquierda.

Con este poderoso conflicto dramático abre el nuevo filme del maestro japonés Hirokazu Kore-eda, El tercer asesinato (Sando-me no satsujin), y si lo describimos detalladamente es para intentar explicar la complejidad temática y formal de esta cinta: durante el planteamiento de la historia, nadie —ni siquiera el espectador mismo— puede dudar de la culpabilidad del asesino, llamado Misumi (Kôji Yakusho); sin embargo, al final del relato, y después de una larga investigación, tampoco nadie podrá determinar con certeza qué pena es “justa” para este hombre desasosegantemente impasible.

Estamos ante un filme en el que la verdad objetiva se desquebraja y en su lugar se instaura una verdad subjetiva que el espectador debe construir para sí mismo, pues hasta en la puesta en escena el propio director invalida las impactantes imágenes del inicio: ¿Misumi actúo sólo? ¿En verdad es un despiadado criminal? ¿Se está sacrificando por alguien más?

 Seguramente, estas son sólo algunas de las preguntas que otro personaje, el abogado Shigemori (Masaharu Fukuyama), se hace cuando decide aceptar el caso y defiende a Misumi para que no reciba la pena de muerte solicitada por la fiscalía, pues el hombre, además, es un exconvicto que 30 años atrás cometió un doble crimen.

Con pujanza, quizá también con cierta ambición, el abogado inicia una kafkiana investigación en la que descubre sórdidos secretos del hombre asesinado (abusos, sobre todo) y traza una estrategia para defender a su cliente. Es a partir de estos dos elementos que Kore-eda plantea una profunda reflexión sobre las contradicciones del sistema de impartición de justicia y sus oscuros recovecos, los cuales recuerdan a las más amargas reflexionas del llamado último Freud: ¿por qué uno debe de respetar la vida del prójimo cuando este no duda en hacer daño a los demás?

Otro pensador, Montesquieu, decía que una buena acción es aquella que en sí tiene bondad y que exige fuerza para realizarla. No es una presunción traer a colación a estos teóricos: es un hecho que el filme de Kore-eda exige al espectador construir su verdad sobre un hecho.  

Kore-eda cambia de registro y se aleja de sus exitosos dramas familiares de sus más recientes obras; sin embargo, es posible distinguir muchas de sus obsesiones temáticas en este filme. También se puede apreciar un muy definido estilo visual caracterizado, principalmente, por un tempo pausado y una sobria puesta en escena. Todo esto nos habla de que el director japonés, al igual que los grandes cineastas de antaño, ha realizado una carrera muy congruente y, por ello, de poco importa el cambio de género.

Veredicto:

El realizador no decepcionará a sus seguidores, pero tal vez no gane nuevos adeptos. Quizá sea su obra más compleja; el filme exige, y mucho.

Por: Noé Sotelo.