En el aniversario 75 de la novela repasamos la última película de ‘El Principito’

Por: Alf Noriega

El Principito, por excelencia, cuento maravilloso para todos aquellos que fueron niños más de una vez, es una historia de fantasía sobre un aviador caído que se encuentra con un joven rubio curioso, que dice ser el único habitante de un asteroide lejano (#B-612), y que juntos viven la narración de grandes y bellos cuentos de los viajes interplanetarios que finalmente lo llevaron a la tierra.

Estas aventuras consisten principalmente en adultos engreídos y déspotas de gran importancia, pero que son sólo seres minúsculos en órbita con el universo en sus propias rocas vacías y deshabitadas. También hay toques de melancolía y romance, como un príncipe y una rosa; y un final oscuro pero poético que se puede interpretar ya sea como una salvación o un terrible final. Esto es El Principito, y más de setenta años después, la influencia del libro se puede ver en todo fenómeno cinematográfico.

Para la más reciente adaptación al cine de este cuento, el director Mark Osborne (Kung Fu Panda) y los guionistas Irena Brignull (The Boxtrolls) y Bob Persichetti han tomado el rumbo más eficaz para contar la historia de Saint-Exupery a través de los ojos del espectador, que se vuelve uno con el protagónico de la película, cuando vemos por primera vez a la niña que vive con su madre, preparándose ambas de tiempo completo para su entrada a una escuela de alto rendimiento, donde los estudiantes son despojados de los vestigios de la infancia y moldeados, en serio, como adultos pequeños, para lograr la pérdida de la infancia. Afortunadamente para la niña, su nuevo vecino resulta ser un antiguo aviador excéntrico que entra en su vida en forma de hélice errante de sus años de piloto. El anciano le cuenta su extraña historia del desierto.

Mientras todo esto sucede, El Principito da un salto estilístico notable a la pantalla con refinados efectos de animación CGI y la riqueza de la animación stop-motion: ojos grandes, la gran cabeza rubia y seres preciosistas. Los humanos, como zombis errantes, se retratan con la tristeza natural del cuento, acierto central y contrastante en la historia. Con todo esto, el mundo de la historia original de Saint-Exupery cobra vida en bellas imágenes artesanales basadas en las propias acuarelas elegantes y sutiles del propio autor (acuarelas que pueden ser vistas en la primera impresión del libro y algunas otras ediciones). El filme es la felicidad salida del papel, animada con colores brillantes y arcilla moldeada a mano que puede estar hombro con hombro con la textura impresionante y vibrante de las obra stop-motion de Wes Anderson, Fantastic MrFox y Coraline, de Henry Selick.

En lugar de números musicales tradicionales, los compositores Hans Zimmer y Richard Harvey proporcionan una banda sonora nostálgica adecuadamente tenue, entrelazada con algunas baladas originales realizadas por la cantante francesa Camille y varias piezas musicales clásicas del inmortal Charles Trenet. Una banda sonora que debe ir a la par con el idioma original de la producción de la película: inglés o francés. Corromper una película de animación semejante con el doblaje de El Loco Valdéz dentro de la historia, despedazando lo que sus demás compañeros de doblaje realizaron, sería como perder una estrella en el vasto cielo iluminado para el espectador.

El Principito en su más reciente adaptación cinematográfica ofrece argumentos relativamente sencillos y seguros a partir de la esencia del cuento original, con el clímax y narrativa de gran energía común en casi todos los éxitos de taquilla del mercado de masas actual, se trate de una película animada o de acción real.

Aún así, la película sigue siendo una delicia visual consistente que hace eco del tema central de Saint-Exupery: la importancia de mirar el mundo a través de los ojos de la esperanza, no corrupto; desde los ojos de un niño, donde a veces lo que pasaría como un sombrero, de hecho, puede ser una serpiente con un elefante adentro.