Obra maestra Cine presenta: ‘Jurassic Park’
Steven Spielberg tal vez no sería el cineasta que es hoy sin una pequeña ayuda de sus guionistas en Jurassic Park.
¿Qué hace que Steven Spielberg sea un director extraordinario? Algunos dirán que es su capacidad para deslumbrar, deslizándose de una escena a otra sin tropiezos, con un dinamismo que reúne un manejo de cámaras económico pero elegante, una edición siempre fluida y un reparto en el que rarísima vez hay un actor que desentone. Estos elementos, aunados a su habilidad para narrar en distintas claves, tonos y géneros, sin duda comprueban su oficio. Ignoro cuál sea su proceso de preproducción, pero añadiría que sus filmes tienden a ser estupendos porque sabe elegir el guion y el guionista adecuado para cada proyecto.
Pocos ejemplos más claros de esto que Jurassic Park, quizá la mejor cinta de acción de los años 90. En una encuesta realizada hace poco, donde la revista New York entrevistó a 40 guionistas para elegir a sus 100 mejores colegas vivos o muertos, una omisión saltó a la vista: no estaba David Koepp, el escritor detrás de Spider-Man, Mission: Impossible, War of the Worlds y las primeras dos entregas de Jurassic Park. La primera es una auténtica cátedra de guionismo. Basta repasarla para ver cómo Koepp hace uso de todo tipo de recursos para delinear a los personajes, establecer el conflicto, plantear un objetivo y, por último, detonar el caos que se apodera de la isla cuando los dinosaurios escapan.
Lo primero que debemos aprenderle a Koepp es su manejo de la transición enganchada, cuyo uso concatena un momento con otro a través de una imagen, un sonido o un diálogo y permite que la película avance sin parecer episódica. Vamos al principio, cuando el abogado Donald Gennaro (Martin Ferrero) llega a una mina de ámbar en República Dominicana, donde conoce a Juanito (Miguel Sandoval), un arqueólogo. La conversación nos presenta el plan de John Hammond (Richard Attenborough), el director de Jurassic Park: llevar paleontólogos y científicos a su parque de diversiones para que lo aprueben y así conseguir el visto bueno de sus inversionistas. Al final de la escena, Gennaro le dice a Juanito que la meta es llevar a Alan Grant (Sam Neill). La respuesta del arqueólogo: “Nunca sacarás a Grant de Montana; él es como yo: un excavador” nos lleva directo a… una excavación, en Montana, donde Grant y Ellie Sattler (Laura Dern) acaban de descubrir el esqueleto de un velociraptor.
Koepp probablemente intuía que el prólogo, previo al recorrido por el parque, era largo. Sabía, me imagino, que debía imprimirle cierta velocidad a lo que nos va presentando, y su herramienta para lograrlo es, de nuevo, la transición enganchada. Después del primer encuentro con los brontosaurios, un anonadado Grant le pregunta a Hammond cómo logró clonarlos. El diálogo de Grant —“Te lo mostraré”— engarza esa secuencia con la siguiente, donde Hammond le muestra al paleontólogo (y al espectador) cómo clonó a los animales extintos. Esta larga secuencia, retacada de información, culmina con el nacimiento de un dinosaurio. Un alarmado Grant pregunta qué especie tiene entre manos y el doctor Henry Wu (BD Wong) le contesta: “Es un velociraptor”. Corte a: la jaula de los velociraptors, donde los invitados observan asqueados cómo se alimentan dichos carnívoros. Aquí, Koepp vuelve a utilizar una transición enganchada (¡una más!). “¿Quién tiene hambre?”, les pregunta Hammond a sus invitados, quienes apenas pueden contener la náusea. Corte a: todos se reúnen para comer un pescado que, tras lo que vieron, no se les antoja en absoluto. Esta secuencia también brinda sólo información, así que Koepp nos vuelve a impulsar hacia afuera con el mismo recurso para presentarnos a los nietos de Hammond (Ariana Richards y Joseph Mazzello) e iniciar el recorrido.
Seis secuencias que, por estar enganchadas, se van como agua.
Los nietos de Hammond forman parte esencial del crecimiento de Grant como personaje. En la excavación en Montana vimos cómo el paleontólogo no dudó en espantar, con crueldad, a un niño que osó burlarse de la apariencia del velociraptor. Sabemos, pues, que los niños no le gustan; mientras que a Ellie, su pareja en potencia, sí le agradan. Jurassic Park traza la transformación de Grant de científico frío a hombre de familia. A diferencia de sus imitadores (Trevorrow, Abrams, et al.), Spielberg sabe que una trama de acción sin un personaje que madura o cambia puede resultar plana. Si no me creen, observen su cine de acción y vean cómo las peripecias siempre están acompañadas de un crecimiento por parte del protagonista o una búsqueda atada a algo vital: Indiana Jones debe aprender a valorar más a Marion o a su padre que a los objetos que busca; el jefe Brody sale a matar un tiburón para defender a su familia; Tom Cruise, en War of the Worlds, quiere salvar a sus hijos. Koepp entiende el peso de las motivaciones y eso también lo hace un escritor excepcional.
Además de recurrir a objetivos internos y transiciones enganchadas y esbozar a sus personajes con eficacia, Koepp siembra información que luego cobra mucha relevancia. Una secuencia afuera del perímetro del dilofosaurio parece innecesaria. Los visitantes van en el coche, esperando a que salga el animal, mientras obtienen información pregrabada sobre las características de la criatura en cuestión, pero cuando Dennis Nedry (Wayne Knight), extraviado en el parque, se enfrenta a un dinosaurio desconocido, nosotros ya estamos un paso adelante de él: sabemos que un dilofosaurio venenoso está por atacarlo y eso genera una carga de tensión en el espectador. Esta siembra de datos se encuentra por todos lados —la velocidad a la que puede correr un T-Rex, la forma en que los velociraptors cazan…—, no sólo dándole sofisticación al entramado de la historia, sino poniéndonos en la incómoda posición de saber o presentir más de lo que los personajes saben o presienten ante su inevitable futuro.
A menudo se habla de los prodigios visuales de Jurassic Park, pero no se habla lo bastante de la efectividad de su guion. Para entender el genio de Steven Spielberg hay que observar más allá de las imágenes.
Sus películas muchas veces no tienen paralelo porque los guiones de los que parten son, en sí mismos, extraordinarios.