Ranking: las películas de Quentin Tarantino, de la peor a la mejor
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Hay quienes las odian por su violencia hiperestilizada y su modo tan directo para homenajear (o robar, dirán algunos). Otros las aman por un identificable estilo que exuda coolness a punta de referencias a la cultura pop. Cual sea el caso, las películas de Quentin Tarantino son a menudo citadas entre las favoritas de muchos cinéfilos, y él mismo es uno de los autores cinematográficos más reconocibles por el gran público (“tarantinesco”, ya suele decirse con intenciones tanto halagadoras como peyorativas).
Desde su irrupción en la industria cinematográfica en 1992, Tarantino ha pasado por el cine de explotación, el western, el bélico y de artes marciales en su filmografía, con variado éxito. Incluso si su filmografía ha sido generalmente aclamada por el público y la crítica, también es cierto que ha tenido sus altibajos.
Por ello, aquí ordenamos todas las películas de Quentin Tarantino (hasta ahora) como director, de la peor a la mejor. No tomaremos en cuenta sus incursiones como actor o guionista, como es el caso de From Dusk Till Dawn o True Romance.
Nota del editor: actualizamos el ranking con Once Upon a Time in Hollywood el 26 de agosto de 2019.
9. Death Proof (2007)
La contribución de Tarantino al double feature de Grindhouse (la otra mitad es Planet Terror, de Robert Rodriguez) es en definitiva su filme más irregular.
Grindhouse es un homenaje a las películas serie B de explotación de los setenta, y como fan de éstas y su tendencia a la violencia brutal, Tarantino en verdad se deja ir con ella. La premisa de Death Proof es simple: un doble de riesgo (Kurt Russell) emplea su auto de acrobacias “a prueba de muerte” como arma para asesinar mujeres en formas tan espectaculares como grotescas.
Todo lo que sucede se siente como un pretexto para la carnicería. Y sí, sería fácil perdonar las fallas de guión porque, a fin de cuentas, es una película de explotación, cuyo encanto está en la violencia gratuita. Pero Tarantino desarrolla su trama a fuego tan lento, y con tan poco interés por ver a su “primera ronda” de protagonistas femeninas como algo más que carne de cañón, que sin duda resulta una película problemática a ojos frescos.
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8. The Hateful Eight (2015)
Colocar a la octava cinta de Quentin Tarantino tan abajo en el ranking puede ser decepcionante para algunos. The Hateful Eight es la demostración de un cineasta que ha perfeccionado su estilo, pero los méritos del filme traen también sus defectos.
Originalmente concebida como una novela, la película se desarrolla casi en su totalidad dentro de un mismo espacio: el Refugio de Minnie, donde coinciden un mercenario (Russell de nuevo), su prisionera (Jennifer Jason Leigh), y un abanico de personajes que podrían o no querer liberarla, influenciados por alianzas secretas y los prejuicios del racismo posterior a la Guerra Civil.
Con The Hateful Eight, Tarantino muestra su maestría para mantener una tensión palpable y hasta diríamos que adictiva, con diálogos genialmente escritos, bien ejecutados por un reparto de primerísimo nivel, junto con un sólido trabajo de cámara y montaje. Al menos así se mantiene durante la primera mitad.
Sin embargo, incluso esa maestría es superada por las dos horas y 45 minutos de duración de ésta, que aspira a ser la más seria y teatral de las películas de Quentin Tarantino. Para el momento de la gran revelación y el sangriento final, no podemos decir que nos importe qué le sucede a quién. La preferencia del cineasta por los filmes de larga duración le juega en contra en esta ocasión.
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7. Django Unchained (2013)
Hay algo sencillamente glorioso de Django Unchained: ver a los racistas recibir la sangrienta y brutal penitencia que les corresponde. Tarantino toma todas las convenciones del western y, a partir de uno de los aspectos más horrendos de la historia estadounidense, propone una fantasía revisionista, catártica e hiperviolenta con la dosis justa de romance. Después de todo, es la historia de un esclavo liberado (Jamie Foxx) capaz de ir al fin del mundo para liberar a su esposa, Broomhilda (Kerry Washington).
El problema con Django, como con Hateful, es que Tarantino cae en la autocomplacencia. Al tope de sus capacidades para la violencia estilizada, prefiere abrazar ésta incluso en detrimento del guión, que se extiende más allá de lo necesario para una brutal y – hay que decirlo – espectacular venganza.
6. Jackie Brown (1997)
El filme más subestimado en la filmografía de Tarantino es, también, su menos violento. En buena parte es también una historia de amor, lo que la convierte en toda una anomalía entre sus congéneres (hasta que llegó Django Unchained).
Extrañamente, podría definirse a Jackie Brown como “la menos Tarantino” de sus películas, lo que quizá es el motivo por el cuál es la más desconocida, pero también una demostración de su capacidad como cineasta. Es la única con un guión que no es original suyo, sino una adaptación de la novela Rum Punch (cuyo autor, Elmore Leonard, es citado por Tarantino como una de sus influencias principales como guionista, así que el origen del guión tampoco supone tanta diferencia).
El resultado es un thriller criminal con menos de los adornos estéticos y estructurales acostumbrados por el director, como la narrativa no lineal y los flashbacks. Por lo mismo, es mucho más contundente como una historia de múltiples giros y traiciones, sobre una mujer (Pam Grier) tratando de sobrevivir a una situación imposible con el mayor beneficio posible. Para los familiarizados con el cine blaxploitation de los setenta, claro que gana puntos extra.
5. Kill Bill (2003-2004)
Sí, lo sabemos, la película se estrenó en dos partes. Y Kill Bill: Volume 1 es tan distinta de Volume 2 que sí, técnicamente deberían considerarse como obra separadas. Pero dejemos de lado que Tarantino la considera como una sola película: si nos atenemos a su afirmación de que su filmografía constará de sólo 10 entregas, entonces sí, Kill Bill tiene que ser un solo filme.
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Kill Bill se inserta en un punto clave en las películas de Quentin Tarantino. Alcanzado el reconocimiento de sus tres primeras películas, el cineasta logró un considerable aumento en el presupuesto para su siguiente producción, y se nota.
Más allá de su entretenida estructura con saltos en el tiempo, Kill Bill como un todo es una espectacular carta de amor a las numerosas influencias fílmicas de Tarantino. Si se le toma como un gran ejercicio estilístico en “dos actos”, el primero se desenvuelve como película de samuráis y artes marciales, mientras el segundo se parece más a un western. Y claro, tener a Uma Thurman en el papel de su carrera también ayuda.
4. Once Upon a Time in Hollywood (2019)
Tarantino ha descrito su novena película como su equivalente de Roma. Este símil con la película de Cuarón no sólo tiene sentido, sino que habla volúmenes sobre cómo leer Once Upon a Time in Hollywood.
Como antesala a su décima y supuestamente última cinta, ésta una obra maestra que revisa la historia del Hollywood que Tarantino conoció y amó como niño, que cambió para siempre precisamente a finales de los años sesenta con la llegada del Nuevo Hollywood y el asesinato de Sharon Tate.
Ambos acontecimientos marcaron el final de una «edad de la inocencia» en el cine hollywoodense, y al ofrecer una secuencia de acontecimientos alternativos, Tarantino escribe una carta de amor a la época con Once Upon a Time in Hollywood. Es una película más cargada de una nostalgia y ternura frontales que de violencia, una clara anomalía en la filmografía de su director (lee nuestra reseña aquí). Por ello podría resulta más bien impenetrable para los no iniciados en el cine de Tarantino, pero establece una complicidad única con los fans que conocen su amor por la cultura pop de la época.
3. Reservoir Dogs (1992)
Pocos debuts hay tan contundentes en la historia del cine como el de Quentin Tarantino con su ópera prima. Reservoir Dogs pisó fuerte en el Festival de Sundance para anunciar a un cinéfilo convertido en cineasta de considerables facultades. El motivo por el que no está más arriba en el ranking es, sencillamente, porque Tarantino se superaría a sí mismo (y no mucho después).
Dogs es tan sencilla en su argumento, que esconde la maestría en otros aspectos de su manufactura, misma que contiene el ADN de su filmografía posterior. La premisa: un grupo de ladrones planea un robo que sale terriblemente mal. Huyen para atrincherarse en una bodega y, como buen whodunit, deben averiguar quién es el infiltrado que los traicionó.
La historia ha sido contada muchas veces antes, pero la ejecución es lo que cuenta. Estructura con flashbacks, fluido trabajo de cámara, cautivador ritmo y, sobre todo, el talento de Tarantino como guionista para hacer que los diálogos más mundanos se sientan interesantes, hicieron de Dogs una temprana obra maestra.
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2. Pulp Fiction (1994)
Si Dogs anunció la llegada de Tarantino, su segundo largometraje, Pulp Fiction, lo consolidó como uno de los grandes directores de su generación. Y de nuevo, lo hizo con una historia (o una colección de ellas, más o menos conectadas) relativamente simple, elevada por su presentación de segmentos inconexos que culminan en la más gloriosa violencia, y cargados de referencias clavadas a la cultura pop.
Pulp no sólo marcó a toda una generación, también es la condensación de la posmodernidad cinematográfica: la inter y metatextualidad indiscriminadas como recursos de la trama. Tarantino roba de todos lados, mezcla en la licuadora, y obtiene algo que se siente indiscutiblemente suyo. Abrió la puerta a la experimentación al desplazar por completo la estructura de tres actos y hacer un chiste de la violencia más asquerosa.
A la fecha, de entre todas las películas de Quentin Tarantino, es la que más asociamos a él (nada que ver con el hecho de que obtuvo la Palma de Oro por ella). Muchos afirmarían con seguridad que debe ocupar el primer puesto de la lista.
1. Inglourious Basterds (2009)
Si Dogs y Pulp consolidaron a Tarantino como cineasta, Inglourious Basterds es la obra que lo convirtió en maestro. Ésta condensa sus dotes estéticas y marcas autorales al servicio de una contundente sátira bélica revisionista que resulta gloriosa de principio a fin. No hay mejor demostración de su maestría para la tensión y el diálogo que los minutos iniciales del filme: el debut del coronel Hans Landa (el magistral Christoph Waltz, ganador del Oscar por este rol).
También en ésta, una carta de amor al cine todavía más grande que Kill Bill, Tarantino le brinda al séptimo arte la facultad de terminar guerras y cambiar la historia. Así, resulta interesante lo que tiene que decir sobre los sofisticados «villanos» y los brutales «héroes».
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“¿Sabes algo, Utivich?”, dice el teniente Aldo Raine (Brad Pitt), antes de enunciar las palabras finales de la película. “Creo que ésta podrá ser mi obra maestra”. Quizá el máximo guiño autoconciente en toda la filmografía tarantinesca.
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