‘Tempestad’: Después de la tormenta llega el documental













Con el paso de los años, el cine documental se ha consolidado en nuestro país y es en la actualidad género por excelencia: no sólo ha mantenido vivo el cine mexicano –incluso en sus peores momentos–, si no que, más allá de su impacto en la taquilla, ha entregado obras de innegables valores fílmicos. Tal es el caso de Tempestad, producción aclamada en cuanto evento fílmico ha hecho acto de presencia –como Documenta Madrid, donde recibió la Mención Especial del Jurado– y que es perpetrada gracias a la dirección de Tatiana Huezo.

La cineasta, además de cumplir –y con creces– con su labor de observador y transmisor del testimonio, se permite darle una consistencia mayor de la acostumbrada a su interpretación con la finalidad de ofrecer secuencias que a veces recurren a la metáfora; las imágenes no son resulta sólo de la captura y exposición, sino que revelan, construyen y sugieren. 

Huezo desgrana con sutileza el relato y detecta los puntos claves para ir entrelazando las historias de dos mujeres víctimas de la impunidad y la violencia –una encarcelada injustamente, la otra refugiada en un circo en eterna búsqueda de su hija desaparecida–, y no le tiembla la mano al momento de mostrar la crudeza y la orfandad ante el sistema jurídico.

Ambas decisiones le sirven para evitar la trampa del alarmismo y encontrar una inesperada belleza y melancolía, que sorprende al espectador y no le permite resquicios de evasión ante la tragedia. Si ya con su multigalardonada ‘El Lugar más Pequeño’, la directora mexico-salvadoreña se mostraba hábil y precisa, aquí su quehacer raya en el virtuosismo.

Veredicto

Estamos ante una propuesta de gran sensibilidad y manufactura impecable, que utiliza los códigos básicos del documental, para replantear los alcances del mismo y hacer de los sentimientos la mejor forma de contar una historia.