Top 5 Cine de comida: banquetes, almuerzos y bocadillos

La comida es algo que nutre, fascina, seduce, enamora, enferma, desencanta y que te engorda, pero que, además, es necesario para vivir. Por la manera en el que el cine retrata la obsesión por la comida podrás darte una idea de lo enfermito que estás, o del hambre que tienes.

Por César Hernández

The Cook, The Thief, His Wife & Her Lover

Peter Greenaway, 1989

A Greenaway siempre le ha gustado que veamos sus películas con un retortijón. Esta vez no es diferente, ¿por qué se encuentra esta cinta hasta arriba de nuestro ranking? Independientemente de las referencias dantescas y tatcherianas, la película muestra un restaurante que es el universo en el que la cocina es el purgatorio; el estacionamiento, la Tierra; el baño de mujeres, el cielo, y el salón, el infierno, y quien manda ahí es el diablo, un ladrón desgraciado e infeliz que descubre que su mujer tiene un amante (que siendo clavado, según yo, vendría siendo Dante), lo aniquila sin piedad.

Ella, con ayuda del cocinero, que se supone es Dios, elabora una venganza terrible: le entrega el cadáver de su amante y le pide que lo cocine para dárselo a comer al maldito. “Prueba el pene, Albert. Es una delicia y tú sabes dónde ha estado”.

The Gold Rush

Charles Chaplin, 1925

En el tercer largometraje de Chaplin, éste muestra a Charlot como un buscador de oro solitario que pasa las de Caín, el cual trata de convertirse en un minero consagrado. En su vía crucis, el pequeño vagabundo padece el peor de los fríos y la más hiriente de las hambres, la cual es tal que lo obliga a cocinar uno de sus zapatos y compartirlo con su compañero de cabaña.

La manera en la que Charlot come el zapato es extraordinaria y de lo mejor de la película. El personaje imagina también un banquete e improvisa un baile con panes y un par de tenedores; ésa es la mejor escena del filme y la que la trajo hasta acá.

The Meaning Of Life

Terry Jones, Terry Gilliam, 1983

Ésta es una de las fabulosas películas que llevó a cabo el ensamble de comedia más perfecto de la historia. Esta peli está compuesta por viñetas en las que se explora el sentido de la vida, desde cómo los católicos cuidan y celebran cada esperma teniendo hijos a lo loco, que luego tienen que andar regalando; una crítica a la vida corporativa, una clase de sexo y la fabulosa canción de la galaxia.

Además de lo anterior, uno de los sketches, en el que se refiere a los excesos burgueses, un sujeto impresionantemente obeso llega a un restaurante donde se retaca de comida, misma que vomita escandalosamente para seguir comiendo. Llena y llena cubetas de vómito para al final explotar. Buena para verse con un chamorro al horno enfrente.

Ratatouille

Brad Bird, Jan Pinkava, 2007

Independientemente de la cantidad de roedores que se pasean por las cocinas de París, la historia y su ejecución son fascinantes. No es difícil imaginar todo lo que tiene que pasar una pobre rata que quiere cocinar para los humanos, cuando nosotros lo último que queremos cerca de nuestras viandas es un pulguiento y asqueroso roedor. Aparte de la historia en la que Remy, la rata, le salva el pellejo y la carrera a un joven chef, está la del villano, el interesante e implacable Anton Ego, quien no es que sea un villano con maldad en su corazón, sino que es uno como lo sería un árbitro de futbol.

La profesión de Anton Ego es la de crítico culinario con un paladar demasiado exigente. La trama es evidente, cuando hay que convencer a Ego de que el restaurante del humano vale la pena, la rata toma el control y, en un arranque de ingenio y creatividad máxima, cocina un Ratatouille con el que provoca la escena que trajo esta animación de Disney a este ranking de rechupete: en cuanto el platillo estimula las papilas gustativas del malvado Anton, quien encuentra un portal dimensional que lo lleva a su niñez, al plato que lo marcó de pequeño y cuyo sabor había perdido en la amargura de su oficio. Por esa escena vale la pena ver a una rata en la cocina, y, aunque ya no se ve al Señor Ego contraer gastroenteritis, es delicioso cómo el sabor es un recuerdo también y puede ser maravilloso.

9 1/2 Weeks

Adrian Lyne, 1986

Muchos podrían decir que esta producción no tiene desperdicio, un drama psicoerótico, con una Kim Basinger perfecta y con Mickey Rourke antes del terrible accidente, o lo que le haya pasado en la jeta. La trama nos presenta algo que, aunque no parezca, pasa demasiado en Michoacán: una chica se enamora de un apuesto y misterioso hombre que la seduce con maestría, pero que se encuentra emocionalmente ausente.

Ella, Elizabeth, contempla la posibilidad de una relación con el extraño hombre, pero él no le permite acceso a su vida, no revela nada de su pasado y parece solamente existir para los inflamantes encuentros sexuales, que lo dejan a uno con hambre y deseo.

A pesar de lo anterior, la cinta sí tiene bastante desperdicio, en un egoísta derroche, muy ochentas, de energía eléctrica y de comida en buen estado; los amantes tienen una sesión de “adivina a qué sabe”, frente al refrigerador abierto, magnífico recurso atmosférico del director, que delimita las siluetas de Rourke y Basinger mientras se baten, literal, probando alimentos y sensualmente echándoselos encima sin escatimar en crema batida, juguito de naranja y hasta claras de huevo.

No hay abuelita que pueda resistir esa escena de desperdicio imperialista, pero tampoco no existe nieto que no se autoerotice con la escena que, sin duda alguna, dejó una enorme mancha de catsup en nuestros corazones.