El cuento de las comadrejas, una carta de amor al cine

Juan José Campanella, director de El secreto de sus ojos (2009), regresa a las salas de cine mexicanas con El cuento de las comadrejas.

 

Director: Juan José Campanella

Actúan: Graciela Borges, Óscar Martínez, Luis Brandoni, Marcos Mundstock

Duración: 120 minutos

★ ★ ★ ☆ ☆

 

Sinopsis

Una casa de campo es el hogar de retiro para una actriz de cine, un director, un guionista y un extra enamorado. Los constantes conflictos internos abren la puerta para que un par de desconocidos entren a desmoronarlo todo.

Desde sus primeros minutos, El cuento de las comadrejas se ve y escucha como una película de espíritu clásico: afiches de cintas de antaño, pietaje que presume orgulloso su aspecto granulado, muebles vintage y premios que atestiguamos mientras suena “I’m Sorry” de Brenda Lee. Entonces nos damos cuenta de que habrá pocos rastros de Metegol en la nueva cinta de Juan José Campanella. Y mucho más de sus otros trabajos.

Aunque el meollo de esta ficción se instala en una provincia argentina, no tardamos más de dos escenas en considerar a sus protagonistas como figuras próximas a nuestro contexto.

En todos lados hay divas del cine (aquí se llama Mara y cobra vida por Graciela Borges), directores de cásicos (Norberto, interpretado por Oscar Martínez), guionistas que idean diálogos inolvidables (Martín, encarnado por Marcos Mundstock) y extras de buen corazón (Pedro, quien luce como Luis Brandoni). Y también en cualquier parte del mundo hay resentimientos, egos inflados y amistades que sobreviven al tiempo.

Pareciera que por la condición de retiro de los protagonistas no habría un lugar en una película para su historia, pero las cosas cambian drásticamente cuando Norberto reflexiona que “en el cine no existe una vida como la nuestra, sin problemas”. Y curiosamente, aparece una pareja joven (Carla Lago y Nicolás Francella) que no hará más que complicarle la existencia a los longevos amigos.

A partir de estos elementos y de la cinta Los muchachos de antes no usaban arsénico, Campanella empieza a jugar con nuestras conjeturas. ¿Quiénes son ellos? ¿Qué hacen todos los amigos en esa mansión? ¿Quién es el más confiable? Y nos conduce hacia una cacería llena de suspenso, pero también de risas y de constantes giros de tuerca, aunque algunos de ellos no resultan del todo.

Es evidente que en esta carta de amor al cine. Y después de esperar 27 años para concretarla, el realizador argentino se permita divertirse con cada elemento cinematográfico, como los angulosos y constantes movimientos de cámara, y la ágil edición que le facilita alimentar nuestra intriga. Y pese a que cae en algunas convenciones, sabe muy bien cómo darles la vuelta.

El elenco también está a la altura para ayudarle a Campanella a escribir esta dedicatoria. Desde la añoranza que Graciela imprime en cada gesto de Mara, incluso en sus aires más soberbios, hasta la entonación perfecta que Mundstock da a cada línea —no podíamos esperar menos de un miembro de Les Luthiers—, convirtiéndolas en algo poderoso e inolvidable. Claro, sin por estas menciones diluir el trabajo de Martínez y Brandoni.

Y si dejamos aparte a la española Clara Lago es porque, pese a tener menos experiencia que el resto, sabe cómo estar a la altura de sus compañeros. No lo demuestra sólo por su apropiación del acento porteño, sino por la forma en que domina cada matiz de su Bárbara.

Campanella no sólo consigue hacer su anhelado homenaje al cine. Con El cuento de las comadrejas demuestra que cuando de remakes se trata, él sabe desempolvarlos y manejarlos con tal maestría como para ahorrarse un “I’m Sorry”.

Veredicto

De esas películas que desatan tu carcajada cada cierto tiempo, y que te dará gusto revisitar.

Por Anaid Ramírez

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