‘Los años azules’: la vida entre recuerdos mundanos

Los años azules es la ópera prima de Sofía Gómez Córdova, nominada al Premio Ariel y galardonada en el Festival de Guadalajara, entre otros.

Estreno: 18 de enero
Directora: Sofía Gómez Córdova
Actúan: Paloma Domínguez, Luis Velázquez, Juan Carlos Huguenin, Ilse Orozco, Natalia Gómez
Duración: 100 minutos

★ ★ ★ ★ ☆

Sinopsis

Cinco jóvenes y un gato huraño comparten sus vidas en una vieja casa de Guadalajara. Entre sueños y frustraciones, forman una inesperada y disfuncional familia.

 

Bien dicen que “los amigos son la familia que se elige”, y es cierto, en su mayor parte. Llegamos al mundo y nuestra familia biológica y primaria ya está determinada, casi escrita en piedra. No así la secundaria, aunque ésta tampoco es siempre elegida a conciencia. Podemos descubrirla en donde menos esperamos, o puede llegar a nosotros en cualquier momento. Alrededor de esta idea se construye el muy personal guión de la directora Sofía Gómez Córdova (coescrito con Luis Briones) para Los años azules.

La ópera prima de Gómez Córdova podría dar la impresión de que, en realidad, no transcurre mucho en pantalla. Los personajes, que comparten la casa derruida, discuten sobre reparar un foco, o el boiler. Una nueva inquilina, Diana (Paloma Domínguez) llega a sus vidas. Se toman unas cervezas, hay fiestas, algunos se enamoran entre ellos. Los visitan sus padres, persiguen al gato de la casa, Schrödinger.

En esta naturaleza mundana, el tiempo en Los años azules pareciera detenerse, o al revés, extenderse sin quedar claro hasta cuándo. En la rutina, los días se parecen entre sí, al grado de que la única referencia del tiempo transcurrido, es que el foco de la cocina lleva meses descompuesto. Esta falta de rumbo sólo es rota por las anécdotas, conversaciones casuales bien llevadas, en las que los actores revelan un poco más de sus personajes y de lo que éstos sienten el uno por el otro. Unos se aman, otros se odian. Y no pasa nada.

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‘Los años azules’. Cortesía de Alfhaville Cinema.

Es en este sentido que Gómez Córdova logra acercar la estructura de su película a la de nuestra memoria. Viñetas breves del pasado, inconexas, terrenales, impregnadas con los remanentes de nuestras aspiraciones y fracasos.

Así pues, hay una inevitable aura melancólica en Los años azules, reforzada por su apartado visual. La fotografía naturalista de Ernesto Trujillo, más que adecuada para su historia terrenal, tiende a los azules, el color de la nostalgia por excelencia. Éste también predomina en la locación y los vestuarios, por la mayor parte, con variaciones en la escala cromática hacia el tenue lila. Éste es, pues, más un retrato de la añoranza.

También, incluso si no era la intención de la directora, podrían encontrarse otras lecturas sobre la generación representada en la película (las edades de los inquilinos van de los 20 a los 30 años). Es de llamar la atención la inamovible apatía de varios de los personajes hacia sus propios sueños, ya ni se diga de su entorno inmediato que se cae a pedazos. Sin embargo, ante la laxa narrativa del guión, no queda claro si este retrato generacional también estaba entre sus objetivos.

La ambigüedad de Los años azules es, sin duda el mayor riesgo que corre la película. Para algunos, ésta podría no resultar demasiado emocionante, pero no hay duda de que hay belleza en los momentos mundanos, y esta cinta sabe rescatarlos.

Veredicto

Una película  que encuentra lo bello de los momentos cotidianos que más nos marcan. Su ritmo y falta de rumbo podría repeler a quienes busquen una historia más tradicional.

Por Lalo Ortega.

 

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