‘Ghost In The Shell’: Un film futurista que se siente anticuado












En un futuro ciberpunk , La Major (Scarlett Johansson) es un nuevo tipo de agente antiterrorista: un cerebro humano dentro de un chasis completamente cibernético. Pero mientras persigue al sombrío villano Kuze (Michael Carmen Pitt), ella empieza a sufrir fallas conceptuales en su sistema y a cuestionarse la naturaleza de su identidad.

En 1995 el director japonés Mamoru Oshii lanzó una adaptación del manga que hacia preguntas sobre qué nos hace humanos mientras nos mostraba escenas de increíble acción de alta tecnología. ‘Ghost In The Shell’ fue un merecido fenómeno de crossover que se ganó las comparaciones con películas como ‘Blade Runner’ y le abrió el camino a ‘The Matrix’ («Queremos hacer eso pero con personas», fue el pitch de los Wachowskis).

No es sorpresa que le haya tomado más de 20 años a Hollywood reimaginar la película en versión de vida real. Después de todo, ¿no habían ya demasiadas películas de ciencia ficción que compartían su alma de luz de neón? Puede ser que haya pasado el tiempo suficiente para que la audiencia pueda planear sobre los rascacielos plagados de anuncios y publicidad de la versión de 2017 de ‘Ghost In The Shell’ sin sentir que era una copia de ‘Blade Runner’ o que los conflictos psicológicos de Major al tratar de descubrir quién es ella antes de volverse un arma viviente que se dedica a combatir el crimen, no son otra versión más de ‘RoboCop’. Pero si ya llevas muchos años siendo fan de este género, entonces la profunda y duradera influencia sobre Hollywood (más allá de ‘Matrix’ están ‘A.I.: Artificial Intelligence’, ‘Minority Report’, ‘Avatar’. Carajo, hasta ‘Westworld’ de HBO) hace que el remake se sienta derivado de tantas películas menos del original.

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Definitivamente hay algo raro en la Major de Johansson; una desconexión entre su forma física y su verdadero yo. Ya ha estado ahí cómo actriz. Hay comparaciones estrechas con su interpretación en Under The Skin, donde sale cómo un alienígena depredador en forma humana con funcionalidad limitada, también tiene tintes de la supermujer Lucy, sin mencionar a Black Widow de las películas de Marvel (aunque ahí era otro tipo de maquina asesina programada). Pero aquí adopta otra forma física: encorvada y de pasos pesados, cómo si todos sus movimientos le costaran trabajo. Hay un sutil indicio del monstruo de Frankenstein en su tosca manera de andar.

A menudo la familiaridad puede fomentar la nostalgia, y eso no afecta el hecho de ‘Ghost In The Shell’ del 2017 es entretenimiento convincentemente construido. El director Rupert Sanders es un muy capaz (re)constructor de mundos y visuales, ya lo probó con su debut ‘Snow White & The Huntsman’, que por lo menos se veía bien. Su reconstrucción de las partes claves, incluyendo la laguna urbana y los trancazos con la Major invisible y el culminante enfrentamiento con el «tanque araña» (piensen en una cruza entre ED-209 y el bicho tanque de Starship Troopers) es impresionante.

También escogió el cast bastante bien; con todo y las acusaciones de «whitewashing» hay bastante diversidad aquí, hay un danés (Pilou Asbaek) cómo Batou el de los ojos de lente, de Singapur (Chin Han) cómo el policía de mullet Han, y la leyenda cinematográfica Takeshi Kitano cómo el astuto jefe Aramaki. En cuanto a Johansson en el papel principal, el concepto de la película (actual y original) es que su cuerpo es un producto creado artificialmente; habría sido un adelanto progresivo muy bien revivido si hubieran escogido a una actriz asiática, pero Johansson es una buena elección en el sentido de que el «cascarón» (su cuerpo) está concebido en el guión cómo algo que no se siente natural para el personaje, o más bien para su «fantasma» (su alma).

Dicho eso, también hay un vacío que la versión original de la Major no tenía. En la cinta de Oshii ella se sentía a gusto en su cascarón, era voluntaria en lugar de un conejillo de indias sin opciones. Ella lo hizo por amor a su trabajo. Por otro lado, el guión de esta adaptación (por Jamie Moss, William Wheeler y Ehren Kruger) requiere que Johansson haga poco más que fruncir el ceño y hacer poco más que estar acostada en una mesa de laboratorio o partir culos. Hay una frustrante ausencia de personalidad que quiere decir que, con todo y su presencia física, la Major no es muy interesante. Es más problema de la película que de Johansson. Un caso, si gustas, de estar más preocupado con el cascarón que con el fantasma.

Veredicto

La película está tan fuertemente derivada que no se siente nada nueva y hay poca profundidad debajo de esa superficie fina. Pero es firme y atractiva por lo menos con un acercamiento a los estilos ciberpunk.