¿Para qué coleccionar películas si hay video on demand?

En pleno auge del video on demand, una colección de películas en Blu-ray o DVD parece una torpeza y una necedad. En dichas presentaciones, una película tiene un costo más elevado que su contraparte digital. Y ni hablar del almacenamiento: cien filmes en una computadora o disco duro ocupan mucho menos espacio que quince o veinte de ellas en formato físico. Los catálogos de plataformas como Netflix y Prime Video son tan extensos, que tomaría décadas verlos de principio a fin.

Aun así, hay instancias en las que una buena colección de películas en una repisa, supera a todas esas ventajas. Y no, no tiene nada que ver con la nostalgia de pasearse por el Blockbuster, elegir qué ver, y volver a casa a preparar palomitas para la función (aunque para muchos sí podría ser factor).

Un amigo suele escribirme por Whatsapp para pedirme recomendaciones de qué ver en Netflix los fines de semana. Acostumbro señalarle lo menos obvio, las joyas sepultadas bajo la marea de “Netflix Originals”.

“¿Has visto The Thing?”, le respondí, en referencia a la versión de 1982 dirigida por John Carpenter. “Es un clásico de terror”. Me texteó de vuelta un par de minutos después.

“No está”.

Yo estaba seguro de que sí, pues la película había estado en mi watchlist por meses. Me había propuesto verla de nuevo tras descubrirla por accidente en el catálogo. Netflix debió haberla retirado pocos días antes.

 

Acabé por recomendarle la coreana Train to Busan, y procedí a buscar The Thing en tiendas en línea. En Blu-ray, no estaba por menos de $200 pesos mexicanos, muy por encima de la cuota mensual de Netflix. Pero pagar el precio significaría que podré verla cuando se me antoje, sin estar a merced de las grandes plataformas de video on demand.

Este mercado se pondrá muy competido en los próximos meses, con ambas Disney y Apple en preparativos para competir con Netflix y Amazon Prime Video. El “contenido original” dictará las reglas del juego, en un afán de cada plataforma de ofrecer un gancho único para la audiencia. Y no olvidemos que con propiedades como Marvel Entertainment, Pixar y Star Wars, Disney monopoliza buena parte del atractivo.

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¿Qué pasará con todo lo demás, como los clásicos? ¿Por qué deberían importarnos en primer lugar? Más allá de la disponibilidad, hay otros motivos para hacerse de una colección de películas (o series), por pequeña que sea, con los DVDs o Blu-rays de tu agrado.

 

El cine y la memoria

“El cine debería ser un medio como otro cualquiera, quizá más valioso que otros, de escribir la historia”.

– Roberto Rossellini

El famoso cineasta italiano escribía lo anterior a propósito de su filme de 1945 Roma, città aperta, una de las obras maestras del neorrealismo italiano. El teórico del cine Siegfried Kracauer expuso ideas similares: “La vida cotidiana en todas sus dimensiones, con sus infinitos movimientos y su multitud de acciones transitorias, no podría mostrarse más que en la pantalla… el cine ilumina el reino de la bagatela, de las cosas pequeñas”.

Nuestro querido séptimo arte, en mayor o menor medida según el caso, es un testimonio de acontecimientos pasados. Nos sirve para conocerlos y reflexionar sobre ellos, construirnos una identidad y valores (memoria colectiva, le llaman). Claro que todo el arte y la cultura se distinguen por ello, pero el cine tiene particular poder para ello. Su alcance puede masificarse, y además puede venir de todos lados, ser una ventana para conocer otras vidas y sitios del mundo. “Archivo de la memoria”, le llama Abel Cervantes:

“El espectador nutre su imaginario de imágenes en movimiento que provienen de diversas fuentes. Aunque su calidad es importante lo es más la manera en que dialogan con otras huellas mentales. Si una película se proyecta en una televisión pequeña, en una tableta o en una computadora (…), ¿importa? La memoria corrige sus defectos y las transmite dentro de la cosmovisión del espectador con una disposición excepcional.”

En otras palabras, una colección de películas toma un sentido de preservación. En la era del streaming, la priorización de oferta y demanda del “contenido original” amenaza con sepultar en el olvido pilares de la cultura cinematográfica. Claro, los alcances de una sola copia de una película en DVD o Blu-ray son muy limitados. Pero peor es nada.

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‘Youth in Revolt’ (2009). Dimension Films.

Y como mínimo, repetimos, está la posibilidad de que si quitan tu película favorita de tu plataforma de confianza, podrás verla siempre que tengas tu disco y un reproductor. Y de paso, con contenido adicional.

 

El mito del algoritmo

Pero espera, ¿no se supone que algunas plataformas on demand tienen un algoritmo que recomienda películas según las preferencias del usuario? Sí, se supone. En teoría, según lo que veas, las recomendaciones serán más afines a tus gustos. Si eres fan de los shows de comedia stand up, verás más de ello. Lo mismo si lo tuyo son los dramas indies suecos o los clásicos hollywoodenses de los años cincuenta.

De nuevo, esto en teoría. En la práctica, estas plataformas suelen favorecer sus exclusivas para mantenerte suscrito a ellas por mérito de lo que no se puede conseguir en ningún lado. E incluso si los algoritmos hicieran lo que creemos que hacen, hay un límite para sus capacidades. Hay cientos de miles de horas de contenido en los catálogos de dichas plataformas. ¿Cuánto de eso pueden recomendarte a la vez?

Esto crea un círculo vicioso pues, de nuevo, la oferta y demanda reina. Las grandes compañías como Netflix, Amazon y Apple adquieren los derechos para distribuir películas digitalmente. ¿Lo harán con la clase de obras que no tengan el potencial de generar ganancias? Probablemente no.

Ojo, que popularidad y calidad no siempre están peleadas. Sin embargo, un escenario así podría conducir a menos cineastas independientes, con visiones más ambiciosas, logren distribuir sus obras. En consecuencia, se producirán cada vez menos de ellas.

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‘This Means War’ (2012). 20th Century Fox.

 

El lado bueno de las cosas

Todo lo anterior podría leerse como una satanización de las plataformas en video on demand. Nada más lejos de la verdad, pues se trata de actores en la industria que llegaron para quedarse, y que también tienen muchas virtudes. Vaya, hace varios años vi una de mis películas favoritas (Paris, Texas de Wim Wenders) por primera vez en Netflix.

En muchos casos, de hecho, estas plataformas son la única forma en que muchas obras cinematográficas llegan a ver la luz del día. Por poner un caso reciente, basta hablar de Roma de Alfonso Cuarón. De no haber sido adquirida y distribuida por Netflix, es muy posible que hubiera sido un fracaso financiero (aunque también debemos considerar el enorme empuje de marketing que la compañía californiana dio a la película).

También es cierto para películas mucho más modestas, con menos posibilidades de promoción. Propuestas de video on demand como FilminLatino han representado la única manera  en que estas obras pueden llegar a otro público, más allá de sus limitadas distribuciones en salas de cine. Esto, claro, si se da por hecho la continuidad de estos servicios más pequeños.

A nivel internacional hay otros esfuerzos más diversos. The Criterion Collection, distribuidor dedicado al cine de arte clásico y contemporáneo, ha lanzado The Criterion Channel. Éste, a su vez, surgió como respuesta al cierre en 2018 de FilmStruck, un servicio lanzado por Turner y Warner Bros. para difundir cine clásico, independiente y de arte.

Las plataformas de video on demand son una forma muy práctica – y actualmente la más aceptada – de acceder al cine de muchas clases. Sin embargo, con todas sus ventajas, queda claro que tampoco son perfectas. ¿Llegaron a suplir al DVD y al Blu-ray para siempre? Las liquidaciones a precios ridículos en las tiendas de video parecen sugerir que sí, pero también hay motivos para sobrevivir. Una colección de películas en formato físico es el complemento perfecto – y necesario – para mantener viva una verdadera cinefilia.