Reseña ‘Atomic Blonde’: fría y brutal con credenciales de acción













SINOPSIS

Lorraine Broughton (Theron) es una agente del MI6 enviada a Berlín para recuperar una lista perdida de agentes secretos. Pero con la Guerra Fría a punto de terminar, ambos lados quieren la lista para controlar el postconflicto del futuro.

Quizá debería preocuparnos, hablando en términos geopolíticos, el resurgimiento de temas de la Guerra Fría. ¿Están los realizadores sintiendo un aumento en la tensión política o sólo usando una estética paranoica y genial?

Afortunadamente, Atomic Blonde se inclina más a lo segundo —que se trata más del estilo que de la sustancia—. Lo “cool” es prioridad sobre la astucia mientras la agente secreta de Charlize Theron se abre paso por la Alemania de la Guerra Fría.

Lorraine Broughton (Theron) es una agente del MI6 enviada a Berlín justo antes de que caiga el Muro, donde el asesinato de otro agente y la pérdida de la lista de espías amenaza con aumentar las hostilidades. Broughton debe encontrar al asesino y recuperar la lista con la ayuda del jefe de estación del MI6 David Percival (McAvoy).

Desde el principio, Broughton está en desventaja. El terreno no es familiar y la KGB está esperándola antes de que su avión siquiera aterrice. Eso podría ser su culpa: en tacones de aguja y ropa rock-chic, es la abogada menos convincente desde el Dr. Gonzo en Fear And Loathing In Las Vegas. Su contacto, Percival, es encantadoramente poco confiable y opera bajo su propia agenda. Y la maraña de enredos en Berlín complica más las cosas, especialmente con un doble agente suelto y un tercer y cuarto grupo también buscando la lista (un elemento en común con Skyfall y Mission: Impossible).

Es mejor no analizar mucho la trama —si comienzas a jalar hilos las motivaciones de casi todos se vienen abajo—. Y Broughton no provoca empatía. Con los ojos cubiertos tras una sucesión de gafas, está explícitamente caracterizada como una reina gélida, dándose baños de hielo con frecuencia, y con sólo sus cigarrillos como señal de calor. Sin embargo, Lorraine no es una fuerza imparable tipo John Wick ni un pilar de lo establecido como Bond, sino que se parece más a Indiana Jones —desesperadamente enfrentando a rivales más grandes—.

Como te esperarías del director de John Wick, las acrobacias son extraordinarias, con una pelea brutal filmada en tomas largas a cámara en mano que va escaleras abajo, a través de un departamento y en una persecución en auto. Y aunque no es la primera vez que vemos a una mujer golpeada a este grado en pantalla, es inusual. La mayoría de los oponentes de Lorraine son hombres, y ninguno se reprime. Sería bastante perturbador si fuera alguien más y no Theron; ella proyecta tal nivel de rudeza que en ningún momento se siente como victimización. Broughton usa lo que tiene a la mano, y utiliza el impulso de sus enemigos en su contra, así que puede cuidarse sola.

Esta también se siente como una ambición tipo Bond para el director David Leitch. Como tal, es una buena carta de presentación. Pero es más audaz y brutal que cualquier película de Bond. También es más divertida que la reciente producción de Eon —las elecciones musicales incrementan el riesgo de violencia y lo que está en juego—. Pero sobre todo, te costará trabajo quitarle los ojos a Theron mientras se labra un puesto junto a Bourne, Hunt y los demás. 

Veredicto

Es fría y brutal, pero con credenciales de acción tan impresionantes que casi desearías que hubiera menos artilugios distractores en la trama mientras Charlize se levanta y va contra ellos.