‘La buena esposa’: un drama marital simple, cuya calidad recae en Glenn Close
Contenido
Estreno: ¡Ya en cines!
Director: Björn Runge
Elenco: Glenn Close, Jonathan Pryce y Christian Slater
⭐⭐⭐
Sinopsis:
Joan (Close) viaja a Suecia con su esposo, el escritor Joseph Castleman (Pryce), quien recibirá el Premio Nobel de Literatura. Allí, Joan reflexiona sobre las decisiones de su vida y los secretos de la carrera de su marido.
Todos conocemos el dicho, “detrás de cada gran hombre, siempre hay una gran mujer”; lo citamos de forma corriente, pero rara vez nos detenemos a pensar en sus implicaciones: ¿Por qué “detrás”? ¿Por qué “siempre”?
Desde los minutos iniciales de La buena esposa, basada en la novela de Meg Wolitzer, el director Björn Runge establece tal dinámica para el longevo matrimonio Castleman, Joseph (Jonathan Pryce) y Joan (Glenn Close). Él, un reconocido novelista, recibe la llamada que ha esperado toda su carrera: será galardonado en Suecia con el Nobel de Literatura. Ella, desde el teléfono en otra habitación, escucha la noticia y los elogios a su marido en modesto silencio, una rutina común en el primer acto de la película.
Los Castleman vuelan a Estocolmo para la ceremonia, y entre las adulaciones, los roces con su hijo frustrado (Max Irons) y el antagonismo de un entrometido biógrafo (Christian Slater), los problemas y resentimientos del matrimonio vuelven a salir a flote. Intercalados con la sucesión de cocteles y ensayos en Suecia, los inicios de la relación se retratan en flashbacks —con Annie Starke (hija de Close) y Harry Lloyd como la versión joven de Joan y Joseph— y revelan los secretos de la pareja por fragmentos, aunque de forma un tanto burda.
La manufactura cumplidora de Runge apuesta por escenas bien iluminadas, pero su propuesta visual no llega a ser memorable. Su mayor virtud es que, conforme avanza el relato y más comprendemos sobre la vida de Joan, ésta es quien adopta mayor protagonismo en el cuadro. Sin que haya una sola duda al respecto, el gran atractivo de The Wife se encuentra en el trabajo de su actriz principal, una interpretación cargada de detalles mínimos que constituyen un todo excepcional.
Joan Castleman, orillada a ser la segundona en su propia vida, no es un personaje que se distinga por un dramatismo desbordante, sino por los vestigios de emoción contenida en los movimientos más discretos de su rostro. Si una de las constantes del largometraje es el ir y venir en el tiempo, la otra son los prolongados close-up que Glenn aprovecha para un despliegue de sutileza actoral: un leve fruncimiento del labio, una mirada al vacío o un arco casi imperceptible de la ceja expresan lo que su personaje intenta reprimir.
El resultado final es un largometraje de giros predecibles, con un guion de Jane Anderson que pudo beneficiarse más del humor sardónico en la novela original, y así aderezar un poco su gran revelación. El estilo del director tampoco destaca, pero esto quizá es para bien; así, la esposa queda al frente y al centro.
VEREDICTO:
Imperdible para los fans de Glenn Close. Björn Runge entrega un drama marital simple, cuya calidad es elevada por la fineza histriónica de la actriz.