‘La venganza de Salazar’: Cualquier intento de elegancia se les perdió en el mar












Las atracciones de los parques de diversiones suelen ser muy entretenidas, pero te vuelves a subir y es lo mismo. Algo parecido a ‘La Venganza De Salazar’— a la cual por alguna extraña razón le cambiaron el nombre que era mil veces mejor ‘Dead Men Tell No Tales— que se siente más como un remake de la primera cinta de ‘Piratas Del Caribe’. Al igual que las tres anteriores, de hecho.

Una vez más, tenemos a un villano en busca de venganza –Javier Bardem gruñendo como Salazar– atrapado en un estado permanente de muerto viviente gracias a las acciones de Jack Sparrow. Tenemos también al bucanero estimulado por ron juntándose de mala gana con una joven y atractiva pareja (Kaya Scodelario de ‘Skins’ y el niño bonito australiano Brenton Thwaites). Tenemos un McGuffin místico con poderes mágicos (en este caso un reluciente tenedor gigante que controla los mares y termina con todas las maldiciones marinas).  Y tenemos a la Marina Real –aquí representada por el furioso David Wenham – persiguiendo a esos revoltosos piratas. Es la misma atracción sólo que esta vez no es tan divertida.

Para ser justos con el equipo de directores noruegos de Joachim Rønning y Espen Sandberg (quienes ya probaron sus habilidades marítimas con ‘Kon-Tiki del 2012), hay un par de detalles innovadores en el estilo anterior de payasadas-espadazos (¿payadazos?). Uno de estos  nos muestra a Jack atrapado en una guillotina giratoria, las fuerzas centrífugas empujando y jalando la filosa cuchilla a centímetros de su cuello. La otra le gana al chiste de ‘Rápidos y Furiosos’ del coche jalando la caja fuerte de un banco, pero ahora es una carroza de caballos jalando un banco entero.

Pero después, cuando la cantidad y el volumen de efectos aumentan, el CGI en exceso inunda la pantalla y cualquier intento de elegancia visual se pierde en el mar. Neta, ¿cuál es el problema con solo tener una pelea de espadas de vez en cuando?La historia se siente muy forzada –personajes de cajón son aventados de una escena de acción a otra con casi nada de motivación. Cuando encontramos a Hector Babossa (un agotado Geoffrey Rush), se la está pasando bomba en un galeón lleno de lujos. ¿Por qué arriesgaría todo esto para ir a buscar a Salazar? Porque, pues, no se quiere retirar. Aunque parezca que ya lo hizo, y en muy buena forma. Y no es muy claro para que está haciendo ahí el personaje de Wenham. Este se une a la carrera por el tridente muy tarde en la historia, anunciando “¡Sólo el Imperio Británico tendrá el poder del océano!», sin hacer nada de impacto en la narrativa.

Y luego está la exasperante mitología. Jack aún tiene su brújula mágica, la cual te lleva a lo que sea que más quieras, pero si la pierdes vas a tener que enfrentarte a lo que más miedo te de (o algo así); lo que significa que cuando la cambia por una botella de ron Salazar grita “¡Ha regalado la brújula! ¡Somos libres!” ¿Eh? Así que sus marineros fantasmales escapan de la cueva en la cual los atrapó Jack hace décadas y se ponen a destruir barcos…pero se destruyen si ponen un pie en tierra firme. ¿Qué? ¿Por qué? Pues, porque una inevitable traición no podría funcionar si pudieran pisar la tierra, incluso si los personajes traicioneros en cuestión no tuvieran idea de esta debilidad.

Seguir con las inconsistencias en la trama es agotador. Y hasta el antes confiable Johnny ya no puede distraernos como lo hacía antes. Las manías de Jack han consumido al personaje. Cuando antes era un bicho raro atractivo cuyos manierismos desatados sentías que escondían una (sobria) profundidad en su personalidad, Jack ahora se siente como una rutina en lugar de una persona. Donde antes moraba su alma ahora sólo encontramos historia de fondo –creada por una tecnología para rejuvenecer el rostro de Depp que se acerca demasiado al valle incómodo, además de una revelación completamente incomoda. ¿Alguna vez te preguntaste por qué se llama “Sparrow”? nosotros tampoco.