‘Yo, Tonya’: una de las biopics más oscuramente divertidas que verás jamás


SINOPSIS 
LaVona Fay Golden (Janney) forza a su talentosa hija Tonya Harding (Grace y después Robbie) a patinar, y más adelante este par poco convencional horroriza la gentileza del deporte. Y cuando una patinadora rival es atacada, Harding es culpada.

En enero de 1994, Tonya Harding dejó de ser famosa por el patinaje artístico y se volvió infame después de un ataque contra su rival en el patinaje, Nancy Kerrigan. Los medios enloquecieron, algo que siguió a lo largo de las Olimpiadas de Invierno en Lillehammer, donde ambas mujeres compitieron antes de que a la deshonrada patinadora le fuera prohibido volver a participar en una competencia mayor de por vida. Pero el guion, matizado y un tanto gracioso de Craig Gillespie nos recuerda que aunque no está claro qué tanto sabía o no, Harding no cometió el ataque contra su rival personalmente, y su reputación como una monstruo en el mundo del patinaje es bastante injusta (ella eventualmente se declaró culpable de conspiración para evitar ir a juicio).

En la película, conocemos a Harding cuando es niña (interpretada por Mckenna Grace, de Gifted), llevada al patinaje por su dominante madre LaVona Fay Golden (Janney). Golden insiste en el talento del su hija, intimidando a la entrenadora local Diane Rawlinson (Nicholson) para que la acepte. Pero motivar a su hija involucra burlas crueles y olvidarse de cualquier necesidad de Harding que no sea el patinaje —al punto de sacarla de la escuela para que dependa de su madre para su manutención—. Harding se vuelve una competidora formidable, pero eso la vuelve aislada, algo que Golden cultiva y resiente. La relación que nos es mostrada es abusiva en lo físico y en lo emocional, con un trasfondo de pobreza que está a un mundo de distancia de las típicas princesas del hielo del patinaje artístico. 

Como adolescente, Harding —ahora Robbie— escapa a los brazos del mecánico Jeff Gillooly (Stan), el epítome de lo cool ochentero —con sus parkas y bigote de Freddie Mercury—, pero su relación intermitente también es abusiva, con Harding teniendo que evadir sus puños entre prácticas. Mientras tanto, su talento es indiscutible, pero como estrella su ascenso es lento debido a jueces que se fijan más en su apariencia poco elegante que en su habilidad para dar un triple giro con doble punta del pie. El comentario de clase es claro: si Harding hubiera provenido de un origen más adinerado, no habría sido rechazada por la comunidad del patinaje artístico —ni culpada por las acciones de alguien más—. 

Robbie impresiona como una mujer que no tuvo inicialmente ninguna elección sobre patinar o no, pero que en el camino absorbió la determinación de su madre para ganar. Es una interpretación libre de vanidad con varias pelucas horribles y una sonrisa desesperada más perturbadora que la que usó como Harley Quinn en Suicide Squad. Hay más pecados cometidos contra esta Harding que los que ella comete, pero también era propensa a ataques de furia y elecciones de vida terribles, así que no es una heroína fácil. 

Por otro lado, Robbie tiene una igual en Janney, siempre asegurando que actuó por amor. Golden es flamboyante, con su abrigo de pieles, un pájaro en el hombro y una manguerita de oxígeno cruzándole la cara después de una vida de fumar, pero también pequeña, triste y amargada luego de que sus predicciones de un desastre se vuelven realidad. Hasta para los estándares de Janney es una actuación inolvidable (bien merecido Golden Globe). Y Stan, usualmente relegado en papeles dañados, hace un giro impresionante cuando se transforma de salvador de Harding en su némesis.

Si hay algo que criticar es que el filme a veces se olvida de meterse bajo la piel de Harding por embellecimientos estilísticos y la fascinación por el mundo de su increíble vida. Gillespie adopta un acercamiento de narrador no fiable enmarcado con entrevistas contradictorias con una Harding, Golden y Gillooly mayores, encontrando humor en sus desacuerdos. Y con sus cortes breves, colores brillantes y soundtrack rítmico puedes entender porque ha sido comparada con GoodFellas. Pero es una película conscientemente menos estilizada, filmada bajo una horrible luz fluorescente y en un dorado desgastado que le va al permantente de Robbie. Además, el esfuerzo de ponerle la cara de Robbie a su doble patinadora por computadora no es parejo. 

Sin embargo, te mantiene metido en una historia que asume la complicidad de la audiencia en el juicio de los medios a Harding, para forzarnos a reconsiderar después. Harding fue una víctima que se rehusó a actuar como tal, poniendo un frente súper rudo ante el mundo, así que la convertimos en villana, sin que importaran las consecuencias humanas. Al menos hasta ahora. 

VEREDICTO
Robbie y Janne no tienen tache en la historia convincente y correctiva de una figura incomprendida; una de las biopics más oscuramente divertidas que verás jamás.